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Ana María creó la fundación Máquina de Sueños y es cofundadora de la marca True Love and Poems.

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“El reto del consumo de segunda mano en Colombia es que somos una sociedad clasista”

Con el auge de las aplicaciones para vender ropa usada en Colombia, crece el interés por el tema del ‘slow fashion’. SEMANA habló con Ana María Cardona, activista y empresaria que profesa el reciclaje de prendas y el consumo de moda sostenible.

18 de noviembre de 2017

SEMANA: ¿Qué es slow fashion?

Ana María Cardona: La idea del slow fashion surge debido al consumo excesivo. Hace muchos años las temporadas eran solo dos, entones se sacaban colecciones solo en ese momento. Ahorita como todo es muchísimo más rápido gracias a la producción en masa,  existen las tiendas de moda rápida y la gente puede adquirir cosas a precios bastante bajos. Ahora existen hasta 10 temporadas al año para que la gente compre más. Qué es lo que pasa con esto: estamos comprando más pero también se está produciendo muchísimo más. Cuando una marca produce cada mes o cada 20 días una colección nueva, es obvio que muchas de las cosas no se alcanzan a vender. Muchas ni siquiera se alcanzan a sacar y entonces terminan convertidas en basura. Ese es uno de los grandes problemas con la moda ahorita.

SEMANA: Es decir, debemos comprar solo prendas indispensables…

A.M.C: Sí. Lo que quiere el slow fashion es que se empiece a consumir de forma desacelerada. Que solamente compres las cosas que realmente necesitas. No necesitas cambiar de prendas cada ocho días. Esto significa que puedes empezar a adquirir cosas de mejor calidad y de mayor autenticidad, apoyando a otro tipo de marcas. Empiezas a desacelerar todo el proceso, creas menos basura, apoyas a diferentes emprendedores, apoyas un trato justo a los trabajadores y a los derechos humanos de las personas que laboran en esas fábricas. Cuando desaceleras estas cadenas tienes tiempo para pensar y para reflexionar. Entonces esto no va solamente con la moda, creo que todo en el consumo está pidiendo que se desacelere, tanto en la comida, en los productos de aseo, los electrodomésticos, todo.

SEMANA: Y el mercado de segunda mano, ¿cómo entra en el juego?

A.M.C: Todo lo que se está haciendo en pro de rescatar ropa vieja, de que la gente le dé segundas oportunidades a algo que otra persona ya no quiere, y que este reduciendo los niveles de desechos, es valioso. Que la gente esté prefiriendo no comprar algo nuevo en alguna tienda sino que esté buscando estas otras opciones en estas plataformas para decir como: ‘no venga yo quiero darle una segunda oportunidad a esta prenda’, me parece fantástico. Sobre todo que se esté creando esta cultura en Colombia, donde somos tan clasistas y donde la ropa tiene una connotación de poder, es muy interesante.

SEMANA: ¿Cómo ve este mercado en Colombia frente a otros países mucho más avanzados en el tema?

A.M.C: La connotación del consumo en una sociedad como la colombiana es muy particular. Cuando se compara una sociedad capitalista como la estadounidense a una como la colombiana se debe empezar a hablar de contextos, de clases y de estratificación. Allá la gente consume y tira, es muy fácil ver muebles o colchones tirados en la calle. En cambio en un contexto como el colombiano, que un salario mínimo no alcanza a cubrir ni lo básico, el juego del consumo es diferente, siendo las dos sociedades completamente capitalistas. Aquí uno normalmente no bota la ropa que no usa a la basura, uno se la regala a un primo o a la empleada. Siempre busca a alguien más que no esté en tu misma posición social. Qué pasa con la ropa de segunda, que la persona piensa: ‘¿Cómo voy a comprar algo que le regalo a mi empleada o que alguien más ya usó?’. El reto del consumo de segunda mano en Colombia es que somos una sociedad clasista, porque la gente piensa que ponerse algo usado va a quitarle su etiqueta de persona pudiente.

SEMANA: ¿Cómo se empezó a interesar en esto?

A.M.C: La primera vez que yo compré en una tienda de segunda fue en París, hace 6 años. Vi unas tiendas por kilos que me parecieron increíbles, porque uno encontraba cosas viejas de época a muy buenos precios. Después viví en San Francisco, que es la cuna del hipismo, y donde hay muchas tiendas de segunda y encuentras cosas desde 10 dólares hasta 200 dólares.  Lo que llaman vintage. Allá tienen una filosofía de vida muy diferente, el californiano es muy tirado a lo orgánico, al veganismo, al slow everything. Allá me empecé a interesar más y ahora sólo uso ropa de segunda. Comencé a ahondar más en el tema de los derechos humanos, porque esto tiene una razón más profunda el tema de que me guste la ropa de época. Yo no quiere apoyar un sistema que explota a las personas y al medio ambiente.

SEMANA: ¿Qué es lo que hace a la moda un acto político o reflexivo?

A.M.C.: Es un acto político cuando me expreso y digo que no quiero seguir a la masa, que soy un individuo a quien no le importa lo que una tendencia diga. Yo creo que como mujeres muchísimo más, porque la moda nos ha restringido durante años y sigue siendo la que nos pone etiquetas, nos convierte en un objeto de consumo masculino. Que las mujeres encontremos unas forma de expresarnos a través de la moda, no para provocar sino para darnos gusto, eso también es un acto revolucionario y político. La moda es un arma de expresión.