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OBITUARIO

Mario Rivero

18 de abril de 2009

No sólo los poemas de Mario Rivero eran enormes y magníficos, sino que él mismo era enorme. Su figura corpulenta se veía caminar por el barrio La Candelaria, en donde desde hace muchos años vivía y en donde frecuentaba El viejo almacén, el bar de tangos de la popular Marielita, que debe estar haciéndole un réquiem con las notas de Gordo triste, de Astor Piazzolla con letra de Horacio Ferrer, en homenaje a Aníbal Troilo. Fue en ese mismo barrio en el que Rivero, hace 36 años, y en compañía de Giovanni Quessep, Jaime García Mafla, Fernando Charry Lara y Aurelio Arturo creó la revista Golpe de dados, una de las publicaciones fundamentales de la cultura colombiana y acaso la de mayor permanencia a lo largo del tiempo.

Rivero, fallecido el pasado 12 de abril en Bogotá de una afección cardíaca, había nacido en Envigado en 1935 y desde muy joven se encargó de hacer de su vida un mito: dijo haber sido voluntario en la guerra de Corea, cantante de tangos, actor de teatro, vendedor de enciclopedias y contertulio de cafés como El Automático. Dijo haberse enamorado de decenas de mujeres en la carrera séptima de Bogotá y dijo, en 13 libros, muchos de los poemas que perdurarán en la historia de la poesía colombiana. Dijo además “Mario me llamo/ soy mordisco al aire / soy un husmea-cosas / soy un cuenta-cosas”.

Publicó su primer libro, Poemas urbanos, en 1966, al que le siguieron Noticiario 67, Y vivo todavía y Balada sobre ciertas cosas que no se deben nombrar. Su último libro publicado fue Balada de la gran señora, en 2004