Especiales Semana

La ruana

Este tejido nos remonta al campo, pero ha sido y es usada en todos los niveles sociales y por ambos géneros.

Alfredo Molano Bravo *
24 de junio de 2006

"Abrigo del macho macho". Para los pocos paisas que aún me leen, escribir sobre la ruana sin nombrar de entrada la letra del bambuco de Luis C. González, sería un sacrilegio. Porque los paisas -y no hablo del pueblo emprendedor sino del comerciante- tiran a adueñarse de "todo lo bueno que en nosotros topa". La ruana no es una capa castellana con un hueco en la mitad que acuna a los antioqueños. Más probable es que tenga un origen indígena por aquello de la manta, que era una cobija de algodón usada por las tribus de tierras frías. Javier Ocampo sostiene que la ruana con agujero para la cabeza fue traída de Chile por los indios Yanaconas que acompañaban a Belalcázar. En el siglo XVI, cuando ya había ovejas en el país, se fabricaban para el mercado y tomaron el nombre de ruana porque el tejido era parecido a los famosos géneros de Ruán. Sin embargo, nunca ha sido ese "tesoro de la patria" un bien exclusivamente colombiano. El poncho -también de lana y con hueco- es peruano, boliviano, chileno, argentino. Los de Salta son muy famosos aunque mucho mas largos que las ruanas de Boyacá. Parecidos a los bayetones que usaban los hacendados cuando llevaban sus peones a las guerras civiles o sus reses al matadero.

Más aun, ni siquiera en los textos literarios nos cabe el honor de ser los primeros. El gran Francisco de Quevedo, escribió, en Vida del Buscón, contando el rebusque de unos pícaros -"gentes de azotes y galeras"- que habían empeñado sus vestidos para pagar posada: "Quedáronse en la cama, digo envueltos en una manta, la cual era la que llaman ruana, donde se espulgan todos". Cuatrocientos años después, Gabo cuenta la primera imagen que tuvo de Camilo Torres, el cura guerrillero: "Vivía como en la calle 20, 22, algo así. Lo encontré en su biblioteca. Con una ruana. No me olvido: estaba con una ruana. En una pequeña biblioteca que había en la casa de sus padres".

En nuestra vida política institucional fue muy famoso el debate que sobre la pena de muerte protagonizaron Antonio José Restrepo y el poeta Guillermo Valencia. Ñito Retrepo criticaba la defensa que de ella hacía el poeta revirándole que "la ley no caerá sobre las clases que llaman superiores". Desde su curul, un parlamentario intervino, sarcástico y contundente: "Tranquilos, señores, el código penal es un perro bravo que no muerde sino a los de ruana". Una definición de nuestro sistema judicial que se afianza con el tiempo. Para no ir muy lejos, Pacho Norden nos pintó de ruana a Ángel Maria Lozano, 'El Cóndor', jefe del laureanismo en el norte del valle y temible asesino. A Efraín González, el 'Siete Colores', también un criminal godo, protegido de los curas de Chiquinquirá, suelen pintarlo de ruana en los suplementos dominicales. Este concepto de ruana se acerca al de Quevedo, antes de ganar categoría con los llamados Orejones, los terratenientes aristocráticos de la Sabana de Bogotá. Don Tomas Rueda Vargas, sin duda, usaba ruana. Y aunque el padre García Herreros no era sabanero sino santandereano, la usaba hasta en los Banquetes del Millón. Creo que Alberto Lleras, en sus últimos días, cuando ya no podía montar en bicicleta, se envolvía en sus pliegues, distante y escéptico. La ruana fue, pues, ganando categoría, conquistando celebridades hasta mirar la patria desde los cielos a los que la llevaron las cabineras. Cambió de nivel, de género y hasta de color: se volvió un emblema. De allá volvió a tierra y se instaló en Cucunubá, donde se tejen bajo los auspicios de Don Pedro. Úsenla pobres o ricos, lo cierto es que la ruana es una prenda maravillosa: con ella puesta, uno está exento de hacer cualquier cosa porque sus puntas se adelantan a todo movimiento y lo excusan. Se inventó como un hogar para paladear perezosamente la melancolía. Sucede con ella lo que pasaba con las mangas anchas que usaban los nobles, y los magos -recuérdese a Merlín- para decir que no trabajaban sino mandaban.

Casa distinta es la mulera, una ruana pequeña, que se tejía en algodón y que hoy se fabrica en hilo, o sea en poliéster. A los colonos y los campesinos calentanos les sirve para arriar bestias, torear reses, defender de una coz el sitio del "pecado dulce", llevar un chino a las costillas, entablillar una pata partida, arroparse -solo o acompañado-, dejar tirada la camisa en una borrachera, secarse el sudor y sacarse los mocos solapadamente. La mulera es polifacética. La ruana en cambio, se mantiene en su rincón paramuno, de donde, ojalá, nunca salga.

* Sociólogo, periodista y escritor