Cortesía FITB

Festival Iberoamericano de Teatro

El gallo del teatrino

En Colombia ya habíamos visto a Dionisio Pinzón en la piel de Frank Ramírez y a La Caponera interpretada por Amparo Grisales. Ahora Los Animistas traen el clásico de Juan Rulfo a una obra de títeres.

César Rojas Ángel
25 de marzo de 2016

Los Animistas son un equipo arriesgado. No cualquiera coge una historia de un pregonero en un pueblo perdido de México, que vive embobado por una cantante de corridos que bebe mezcal como si fuera agua, para adaptarla a la de un costeño que se enamora de una cantante de vallenato bebedora de ron como de amarguras. Ambos, el mexicano y el colombiano, encuentran en los gallos de pelea una opción de vida y se entregan a las apuestas para buscar fortuna.

Los Animistas, el equipo de titiriteros que se presentó en la tarde y en la noche del 23 de marzo en La Libélula Dorada, adaptaron El gallo de oro de Juan Rulfo. La de Rulfo es una novela corta que escribió a finales de la década del 50 pero solo se publicó como novela hasta 1980. Cuenta la historia de Dionisio Pinzón, el pregonero que salva de la muerte a un gallo herido en un ala y confía en él su futuro. Un gallero que encuentra el amor en una cantante andariega que solo busca ser libre.

El gallo de oro ha sido una obra adaptada a múltiples formatos. De hecho, cuenta Jorge Ayala Blanco en la edición publicada por Ediciones Era en 1993 que Rulfo la pensó originalmente para cine y no pocos se embarcaron en la empresa, con mayor o menor éxito.

Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez adaptaron el guion para una película de Roberto Gavaldón que se estrenó en 1964. Y en Colombia, Frank Ramírez interpretó a Dionisio Pinzón en una telenovela de RTI que protagonizó en compañía de Amparo Grisales en 1982.

Pero hacer una versión para títeres debe ser una faceta nueva para la obra de Rulfo. El trabajo de Los Animistas es innovador porque, quizá por el formato, se toman licencias en las que cala el humor y acercan a los niños a una historia que es todo menos infantil. De hecho, en la segunda y última presentación durante el Festival Iberoamericano de Teatro, el miércoles 23 de marzo, había pocos menores y la mayoría tenían que pedir constante orientación a sus adultos acompañantes.

El asunto es que hay que estar atento a todos los detalles para seguir la historia de Pinzón. La novela de Rulfo tiene alrededor de 100 páginas, pero en ellas transcurre toda una vida. Fiel a la naturaleza de sus personajes, Rulfo transmite un elemento clave o un salto en el tiempo en una pregunta en una conversación, una descripción de las circunstancias y el ambiente o un deseo latente que se realiza en un punto dado.

Ahora hay que imaginarse cómo se logra eso en una pieza de títeres de 60 minutos. Es difícil. Y sin duda quedan vacíos. Los animistas omiten detalles y hasta personajes de la historia original de Rulfo, quizá porque quieren enfocarse en otros elementos. Pero más allá de eso, el equipo de tres titiriteros –que además cuentan con un acordeonero en escena– responde con creatividad a los obstáculos que impone la obra.

La música vallenata, los temas escogidos para acompañar la historia, la delicadeza con que están construidos los títeres, los personajes comodín que hacen de utileros, meseros, ayudantes de escenografía y hasta sepultureros, todos estos elementos confluyen para construir una pieza divertida y elaborada. El gallo de oro, en su versión titiritera, es una historia que habla de la ambición, de los sueños, de las desilusiones, del amor y la corrupción de este. Con este montaje Los Animistas demuestran que los títeres no son solo para los niños.

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