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DE LA MANO DE DIOS

El padre Nel Beltrán, a quien se le encomendó la tarea de desatorar los diálogos de paz, tiene hoy para el Gobierno y la guerrilla las llaves del cielo en la mano.

11 de mayo de 1992


LAS CONVERSACIONES DEL GOBIERNO con la guerrilla de tiempo atrás tenían a la opinión pública inquieta, pero el fallecimiento durante su secuestro de Argelino Durán Quintero les dio un knock out. La triste muerte del ex gobernador tocó las más profundas fibras de la sensibilidad nacional y desató una ira generalizada. Así las cosas, el diálogo en cuyas bondades el Gobierno cree y al que la gente estaba dispuesta a darle una oportunidad quedó puesto contra la pared por la opinión enardecida. Regresó la comisión gubernamental de México y todo el proceso quedó paralizado. En ese momento la Iglesia, como lo ha hecho otras veces, ofreció sus servicios en este difícil viacrucis.
Ahora, cuando el Gobierno estableció sus condiciones para la reanudación de las conversaciones ese al fuego y devolución de secuestrados y la guerrilla las suyas egreso de la comisión gubernamental a Tlaxcala el diálogo quedó sostenido en un punto de no avance y no regreso. Fue entonces cuando el Gobierno decidió aceptar la oferta de la Iglesia, cosa que comunicó a sus altos jerarcas. De las diferentes posibilidades que tenía, la Iglesia a mano para participar en el proceso, escogió el nombre de Pedro Nel Beltrán, un sacerdote de 54 años.
El padre Beltrán, filófoso del seminario mayor de Pamplona, teólogo de la Universidad Javeriana, sociólogo de la Universidad Santo Tomás de Roma y doctorado en moral, también en Roma, ha vivido muy de cerca no sólo la violencia en el país, sino los diferentes procesos de diálogo que han intentado tres gobiernos. Santandereano y con sede en Barrancabermeja durante 26 años, el padre Beltrán se involucró en los asuntos de la paz en épocas de Belisario Betancur, cuando fue presidente de la Comisión de paz y verificación en el Magdalena medio entre 1982 y 1986. Después, en el Gobierno de Virgilio Barco, participó también de distintas comisiones oficiales que atendieron las marchas campesinas que tuvieron lugar entonces. Hoy por hoy es una de las pocas personas que se han movido a salvo por los más difíciles terrenos guerrilleros, especialmente del ELN, entre otras cosas porque su temperamento innato de mediador le ha brindado el respeto de las partes en conflicto en cada zona en que ha trabajado.

Con la formación profunda que deja el sacerdocio, experiencia práctica en zonas de violencia y voluntad para colaborar en el proceso de los diálogos, el padre Beltrán tiene hoy en sus manos la llave que podría abrir de nuevo el difícil camino del diálogo por la paz.