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En noviembre Juan Carlos I de Borbón habría celebrado 39 años en el trono. Cuando ingrese al club de los exreyes no ostentará ningún título.

REALEZA

El paso al costado del rey de España

El rey deja el trono en el peor nivel de popularidad de la monarquía. Ahora su hijo Felipe deberá renovar el entusiasmo de los españoles por esta anacrónica institución.

7 de junio de 2014

El  lunes  de  la semana pasada, temprano en la mañana, los españoles pasaron un buen rato con la respiración contenida. El presidente del gobierno, el conservador Mariano Rajoy, había citado a la prensa en el Palacio de la Moncloa para leer una declaración institucional. A las 10:30 en punto, en un tono mesurado, leyó desde el atril un texto: “Su majestad el rey don Juan Carlos acaba de comunicarme su voluntad de renunciar al trono y abrir el proceso sucesorio. Los motivos que han llevado al rey a tomar esta decisión es algo que su majestad desea comunicar oficialmente a todos los españoles a lo largo de esta misma mañana”.

Pocos minutos después se conocieron la foto del encuentro entre el monarca y Rajoy en el Palacio de la Zarzuela, así como la brevísima nota que el rey le había entregado al presidente.  Luego el rey explicó en la televisión los motivos de su retiro. Argumentó que la crisis económica, larga y profunda, que aqueja a España ha dejado cicatrices en la sociedad y despertado un impulso renovador, por lo cual “una nueva generación reclama con justa causa el papel protagonista”.

España se estremeció. Al fin y al cabo, a pesar de algunos episodios escandalosos en sus casi 39 años de reinado, a Juan Carlos de Borbón se le atribuye un papel clave en el retorno   al sistema democrático luego de los 36 años de la dictadura de Francisco Franco. Y eso no es cosa de poca monta.   ¿Quién es este rey que deja el trono aunque había dicho que iba a morir con “la corona puesta”?  ¿Y qué le espera a su hijo que a partir del 19 de junio se sentará en el trono como Felipe VI?

Juan Carlos de Borbón nació el 5 de enero de 1938 en Roma, donde se encontraba su familia desde que su abuelo el rey Alfonso XIII salió de España luego de que fue proclamada la Segunda República. Bautizado con los nombres de Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón–Dos Sicilias, era hijo de Juan de Borbón y Battenberg, conde de Barcelona, y de María de las Mercedes de Borbón. En casa había cuatro hermanos. Pilar, la mayor, había nacido dos años antes que él. Después venían Margarita, que nació ciega, y Alfonso, que murió de 14 años como consecuencia de un tiro que le pegó accidentalmente el propio Juan Carlos.

Ese capítulo trágico, que en España suele mantenerse casi en secreto, ocurrió cuando ya la familia se había trasladado a Villa Giralda, una casa que los Borbón habitaron por varios años en Estoril, un pueblo en la costa portuguesa muy cercano a Lisboa, luego de haber vivido una temporada en Lausana, Suiza. Fue el 29 de marzo de 1956, cuando Juan Carlos estaba próximo a cumplir los 19 años. Alfonso, que acababa de llegar a la villa tras haber ganado un torneo de golf, subió al segundo piso. Se oyó un disparo. Cuando Juan de Borbón entró descompuesto a la habitación, vio a Alfonso en el piso, muerto de un tiro en la cabeza, y a Juan Carlos empuñando un arma. Se dice que se había puesto a jugar con ella sin saber que estaba cargada.

Para entonces Juan Carlos vivía en España y se encontraba a punto de estudiar en la Escuela Naval en Pontevedra y en la Fuerza Aérea en Murcia. La Academia Militar en Zaragoza también lo recibió más adelante, así como la Universidad Complutense de Madrid, donde tomó cursos de Economía. Eran los tiempos duros del régimen dictatorial franquista, que había salido triunfante en 1939 luego de tres años de una guerra civil que según los cálculos más conservadores había cobrado la vida de 350.000 personas. Los monárquicos querían que Franco dejara el poder y lo traspasara a los herederos de Alfonso XIII. El dictador llegó incluso a pensar en su único yerno Alfonso de Borbón, primo de Juan Carlos, pero en 1969 se decantó por Juan Carlos, que llevaba siete años casado con la princesa Sofía, hija del rey Pablo de Grecia.

En aquella época, los monárquicos pensaban que, muerto Franco, Juan Carlos asumiría el trono para reinar con puño de hierro e imponer su voluntad de forma absoluta. Pero sucedió lo contrario, y ahí reside la importancia histórica del rey. Tras la muerte del dictador el 20 de noviembre de 1975 fue proclamado dos días después en las Cortes Generales, pero Juan Carlos se dio a la tarea de democratizar al país. Un año más tarde escogió como presidente del gobierno a un antiguo franquista, más bien moderado, que resultó ser la figura clave de la llamada Transición, un proceso que despertó la envidia universal: Adolfo Suárez. Fue un hecho sin precedentes. “Nunca en 300 años un rey de España había soltado el poder de esa manera”, dijo esta semana el expresidente socialista Felipe González.

Como jefe del gobierno, Suárez promovió la ley que levantó la prohibición de los partidos de izquierda y movió los hilos para que se redactara y aprobara en 1978 la primera Constitución en la historia de España, que contó con el concurso de las distintas fuerzas políticas. Eso no significó, sin embargo, el fin del fantasma militarista y dictatorial. El 23 de febrero de 1981, un coronel, Antonio Tejero, entró a tiros con la tropa al Congreso de los Diputados. Era un golpe de Estado. Pero nuevamente surgió la figura del rey Juan Carlos, que desautorizó la insubordinación. El 23-F fue su momento estelar y puso en boga una frase en las calles de España: “Yo no soy monárquico. Soy juancarlista”.

Ese prestigio del rey, bien ganado en un país moderno y muy integrado en la Unión Europea, palideció en los últimos dos años. Todo empezó con el llamado Caso Noós, una trama de desvíos de dineros y evasión tributaria a la que han sido vinculados Iñaki Urdangarin, yerno del rey y, en menor medida, Cristina, la hija del monarca, en la que aún no ha habido condenas. La debacle siguió con el viaje secreto, a bordo de un jet privado, que hizo Juan Carlos a Botsuana en 2012 a cazar elefantes, lo cual consta en una foto vergonzosa ante un país con un desempleo del 30 por ciento,  donde uno de cada dos personas menores de 30 años no tiene trabajo. Y continuó con el romance del rey con Corinna Zu Sayn-Wittgenstein, una atractiva princesa alemana. Conclusión: la imagen positiva de la monarquía era en abril de 3,7 sobre 10. Tan baja, que el gobierno prohibió las encuestas sobre el tema.

En ese escenario, abdicar parece haber sido lo indicado. “El clamor de España por aire fresco, nuevas ideas y nuevas energías es evidente para todo aquel que esté en contacto con la calle”, escribió esta semana el nuevo director de El País de Madrid, Antonio Caño. Pero el reto para Felipe de Borbón, un hombre muy bien preparado, casado con una mujer de clase media como Letizia Ortiz y más seco que su padre, es descomunal. El desempleo no cede terreno; muchos de los 44 millones de españoles viven en regiones como Cataluña, donde hay serios afanes independentistas. Además, han surgido grupos políticos, como el nuevo movimiento Podemos, exitoso en las pasadas elecciones al Parlamento Europeo, que pide un referéndum sobre la continuidad de la monarquía. “¡Borbones, a elecciones!”, gritan sus militantes.

Felipe sabe, pues, que la corona no es del todo suya. Porque como dice Sagrario Ruiz de Apodaca, periodista de Televisión Española que ha cubierto por años la Casa Real, “el príncipe ha dicho muchas veces que, si llega a ser rey, lo será hasta que los españoles quieran”. 

Monarquías obsoletas

En los últimos 14 meses han abdicado tres reyes en Europa. Un vistazo a las casas reales más tradicionales del viejo continente muestra que el relevo generacional es inevitable ahora que la mayoría de los soberanos supera los 70 años. 

Los exreyes 

“España necesita oír: ‘Ha muerto el rey, viva el rey’”, solía decir doña Sofía de Grecia cada vez que le preguntaban sobre la posibilidad de que su esposo abdicara. Su deseo no se cumplió y a partir del 19 de junio ella y don Juan Carlos perderán su inmunidad. 

Beatriz de Holanda, de 76 años, dio el paso en abril de 2013, justo cuando la monarquía celebraba dos siglos. No fue sorpresa, pues abdicar ya es casi tradición en la familia. Hoy sus sucesores Guillermo, de 47, y Máxima, de 43, gozan de una popularidad del 80 por ciento. 

Alberto II de Bélgica, de 80 años, cedió el trono en julio pasado. Sus problemas de salud, líos fiscales y una supuesta hija secreta precipitaron su salida. Asumió su heredero Felipe, de 54, quien ahora debe pagar impuestos. 

Los inamovibles 

A sus 88 años, Isabel II es la monarca que menos intenciones tiene de irse. Tras superar el ‘annus horribilis’, la familia real británica pasa por su mejor momento. Por lo pronto, Carlos de Gales, de 65, seguirá siendo el heredero al trono más viejo de la historia.    

Ni abdicar ni dejar de fumar. Esas son las firmes intenciones de Margarita de Dinamarca, quien lidera la casa real más antigua del mundo. Pese a que su esposo Enrique ha dicho que le gustaría descansar de los actos oficiales, ella sigue firme en el trono a sus 74 años. 

Lo están pensando 

Infidelidades y fiestas interminables son algunos de los escándalos que han acechado a Carlos Gustavo de Suecia, de 68 años, desde 2010. Aunque se dice que su hija Victoria, de 36, no está lista para asumir el trono, el monarca podría dar la sorpresa. 

Harald V de Noruega subió al trono en 1991 y, pese a que a sus 77 años sigue siendo muy popular en su país, parece no tener problema con renunciar a este. Ya lo hizo una vez en 1995, cuando fue operado del corazón y su hijo Haakon tomó su lugar.