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A LA CAZA DE VOTOS

El ex presidente de los comerciantes aspira a ser el gerente de los bogotanos.

14 de diciembre de 1987

Hacía mucho tiempo que Juan Martín Caicedo Ferrer quería hacer su ingreso a la política. Lo que no sabía era ni cómo ni cuándo. Este caleño de 44 años tiene todas las ventajas para ser un buen político: tiene facilidad de palabra, es amigo de la figuración y de los grandes auditorios y la modestia no es la nota predominante de su personalidad.
Desde sus años infantiles conoció a quien con el paso del tiempo y luego de un noviazgo "formal" de por lo menos 8 años, se convertiría en su esposa. Pero su matrimonio mismo fue la expresión de los nuevos aires que corrían en la política colombiana: por un azar de la vida, su novia Lía De Roux Rengifo era nieta de Ignacio Rengifo, ministro de Guerra del gobierno de Abadía Méndez, en las postrimerías de la hegemonia conservadora. El "general" Rengifo, como se le llamaba, persiguió por política al padre de Juan Martín, Alvaro Caicedo Martínez, dirigente liberal y miembro del grupo de "Los Nuevos". Tal fue la persecución, que Caicedo estuvo a punto de ser encarcelado y de ver sus libros consumidos por las llamas. Semejante episodio, típico de la época, dio paso a la tolerancia y la convivencia, hasta el punto de que las dos familias, la de Lía y la de Juan Martín, se hicieron vecinas y amigas, y finalmente parientes.
Este espíritu de tolerancia y acercamiento ha marcado desde entonces la vida de Juan Martin Caicedo Ferrer. Desde su épocas en el colegio Berchmans de Cali, se le caracterizó por una cierta timidez no exenta de alguna inmodestia sobre sus cualidades intelectuales, que lo hacían descollar entre sus compañeros. No obstante, sus años de bachillerato no fueron tan brillantes como podría pensarse. Aunque en palabras de su prefecto de disciplina, el padre jesuita Antonio Bernal, "era un muchacho tímido pero sumamente inteligente, que participaba con entusiasmo de las actividades del colegio", perdió el cuarto de bachillerato, lo que motivó que lo enviaran interno a Pasto a otro colegio de los jesuitas. Tan dolorosa debió ser su experiencia, que no sólo escarmentó y se convirtió en un excelente estudiante en la universidad, sino que la borró hasta de su hoja de vida.
No debió ser insignificante el repunte académico de Juan Martín, puesto que luego de terminada su educación intermedia en Colombia, fue enviado por sus padres a estudiar en Wellsville High School, en Estados Unidos. En estas lides estudiantiles se retrasó un par de años frente a su generación, y por eso es un poco mayor que sus compañeros de curso de la Facultad de Derecho de la Universidad Javeriana, donde ingresó al volver del país del Norte.
Fue entonces cuando le comenzó a picar el gusanillo de la política. Entre 1965 y 1968, en unión de Luis Carlos Galán y Daniel Samper, dirigió la revista "Vértice", que era la expresión del liberalismo javeriano de la época, aunque sus ideas de partido no impidieron que, en opinión de algunos de sus compañeros, gozara de cierta predilección del padre Giraldo, el legendario decano de la Facultad.
De esa época datan sus colaboraciones para periódicos tan disímiles como El País, Occidente, El Siglo y El Espectador, aunque todas tenían una cosa en común: la política.
A pesar de sus claras inclinaciones de dirección, no fue nunca un líder estudiantil. Ni en sus épocas de colegio -dice el padre Bernal que no era deportista, y que ahí es donde se vé el liderazgo de los muchachos- ni en la universidad, donde se caracterizaba más bien por ser algo serio y retraído. Cuentan sus compañeros que era un estudiante meticuloso, capaz de reducir a cuadros sinópticos gigantes, hasta las materias más complicadas. Pero su característica personal más notoria era su nostalgia por Cali, a donde viajaba apenas salía de vacaciones, y su romántico noviazgo con Lía, que en esa época estudiaba en la Bolivariana de Medellín. Podrían llenarse volúmenes con las cartas de amor que, muy a la antigua, se cruzaban entre los enamorados, para burla de sus compañeros.
Esa nostalgia lo llevó a que, cuando egresó de la facultad en 1968, antes que aceptar otros cargos que se le ofrecieron en la capital, prefiriera regresar a la Sultana del Valle para dirigir la Cámara de Comercio de Cali. Pero ese ingreso a la empresa privada no le quitó sus sempiternas aficiones políticas. Durante la fallida campaña de reelección de Carlos Lleras Restrepo, presidió el comité que promovió esa candidatura en el Valle. De esas veleidades solamente se retiraría del todo al asumir en 1978 la presidencia nacional de Fenalco, que desempeñó hasta la semana pasada, cuando anunció su decisión de pelear la Alcaldía de Bogotá.
En Fenalco sus subalternos lo consideran el mejor Presidente que ha tenido esa asociación. Su estilo de trabajo, si bien sumamente intenso -trabaja más de 15 horas diarias- se caracteriza por la informalidad y las puertas abiertas. "Su defecto, si es que así se le puede llamar, es la obsesión por coronar las metas que se ha propuesto", dice el vicepresidente jurídico Carlos Hernando García, pero sus cualidades, dentro de la misma línea, son, en primer lugar, su capacidad de comunicación que lo ha convertido, a despecho de sus tímidos antecedentes universitarios, en un excelente expositor y conferencista y en segundo, la profundidad del análisis con que aboca todos los temas.
Desde su posición gremial encabezó en la práctica la oposición a las medidas económicas del anterior gobierno, en especial en la controversia sobre la adopción del impuesto al valor agregado (IVA). Su posición fue tan combativa, que Betancur llegó a señalarlo como alguien que caminaba en el filo del código penal. Más tarde a comienzos de este año, fue quien introdujo al país las ideas del economista peruano Hernando de Soto sobre la creciente importancia de la economía informal dentro de los países del tercer mundo. Dicen sus amigos que nunca atacó la informalidad, sino que estuvo siempre en la línea de formalizarla mediante el alivio de los controles estatales. La mejor demostración de su éxito como dirigente gremial es su reelección por tres veces consecutivas como presidente de Fenalco.
Ahora, cuando finalmente decidió el cómo y el cuándo de su ingreso de lleno a la política, debe resolver la preocupación de su hijo menor, Santiago, de 12 años quien tiene en su cuarto un afiche de Luis Carlos Galán, y debe decidir qué hacer con él: quitarlo o simplemente agregar el de su papá. Coincidencialmente, Santiago es compañero de clase en el Colegio Anglo Colombiano del hijo de Eduardo Aldana, su contendor en las lides electorales, y además, Juan Martín fue condiscípulo de Maristella Sanín de Aldana. Eso comprueba que, en la política de Bogotá, este mundo es un pañuelo.