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La exesposa de Darío Gómez se confiesa en SEMANA sobre los secretos del artista: “Las amantes lo llenaron de vida, eso lo agradezco”
Olga Lucía Arcila lanzó una explosiva biografía en la que no solo repasa la vida y la música del artista paisa, sino su lado más humano. Diálogo sobre los amores, pasiones y verdades del eterno rey del despecho.
Olga Lucía Arcila es una coleccionista de recuerdos. Durante los 35 años que estuvo al lado de Darío Gómez, se dedicó a atesorar instantes de las distintas facetas del artista: Darío esposo, padre de familia; Darío estrella de la música, rey indestronable del despecho.
Del cantante se separó en 2016, cansada de las infidelidades, pero hasta el último día siguió siendo su mánager y amiga. Por eso, sabía bien que uno de los sueños del artista era escribir una biografía que recopilara su vida, sus inicios en la música, sus amores y canciones.
Darío comenzó a escribir en plena pandemia, pero los compromisos artísticos no le dejaban mucho tiempo. Luego, la muerte lo sorprendió el 26 de julio de 2022. Desde ese momento, Olga se propuso terminar ese anhelo inconcluso, apoyada por los recuerdos que ella conservó durante más de tres décadas.
Y cumplió. El pasado 6 de febrero, fecha en la que el maestro celebraba su cumpleaños, Olga Lucía presentó Mis verdades eternas, un largo viaje por la vida de Gómez, la voz que nos enseñó a los colombianos a cantarle sin pudor al despecho. De ese libro habló con SEMANA.
SEMANA: ¿En qué momento el maestro Darío comenzó con la idea de esta biografía?
Olga Lucía Arcila: Hacer una autobiografía era un sueño que él tenía. Lo contaba en sus últimas entrevistas. Y siempre decía que confiaba en mí para terminarla. Él presentía que yo lo iba a terminar, porque se le olvidaban ciertas cosas. Yo tenía fotos de archivo, de conciertos, de famosos, de las giras internacionales, recortes de prensa. Eso ayudó para terminar Mis verdades eternas.
SEMANA: ¿Qué tanto dejó el maestro escrito?
O.A.: Empezó a escribir en la pandemia parte de su niñez, pero por sus ocupaciones solo dejó un diez por ciento. El resto es una recopilación de nuestra vida familiar; las anécdotas y detalles que me encargué de conservar. La obra quedó inconclusa, pero con un equipo de trabajo de Discos Dago pude armar el libro, el orden, los años. El libro cuenta desde que Darío nació hasta que murió y yo agregué otras cosas.
SEMANA: ¿Qué otras cosas?
O.A.: Por ejemplo, su primer matrimonio, con Martha Nubia Pineda. Las fechas, los hijos. La vida en Sopetrán. El secuestro de Wilmar, uno de sus hijos mayores, y las infidelidades de él. La idea era contar su vida, pero también la historia de sus canciones. Por ejemplo, estando con Martha Nubia, él sacó Orosol y ella le dijo que con la música se iban a morir de hambre. Que quién le había dicho que él era cantante. Creo que Wilmar vive resentido con eso, porque su mamá no creyó en Darío.
SEMANA: ¿Qué época de su vida cree que él recordó con más cariño?
O.A.: Él soñó con escucharse en la pasta del disco. Pero nunca imaginó el éxito que tuvo. Darío se sentía orgulloso de su legado, de que la gente se lo reconociera. Los fans lo acompañaron de tarima en tarima, de concierto en concierto. Pero era un hombre que a pesar de la fama disfrutaba de la finca, los animales, sus hijos, estar en las reuniones. Siempre pedía que no le celebraran cumpleaños, y los hacíamos de sorpresa y los disfrutaba como un niño. Nunca dejó de ser un niño, jugaba ajedrez, dominó, parqués y hacía sus crucigramas.
SEMANA: ¿Cómo lidió con esa fascinación de Darío por las mujeres?
O.A.: Él tuvo sus amantes y novias, pero hacia mí tuvo siempre un respeto grande. A todas las conocí. Muchas veces llegaba a un concierto y allí estaban. Pero siempre creí que Darío era del público. A mis hijos les dije estando él vivo: “Fue un santo para lo que el mundo le ofrecía”. Él no sabía como ‘craneárselas’ para serme infiel y eso nos generó muchos problemas. Yo le decía: “Usted qué quiere, para dónde es que va. Si quiere, nos separamos”. Pero me rogaba hasta de rodillas que volviera con él. Y, mira, murió en mis brazos. Siempre tuvo algo lindo: me tuvo en un valor impresionante y les decía a mi madre, a mis hijos, que mujer como yo no había otra.
SEMANA: Justamente, cuando usted lo conoció, él estaba ennoviado...
O.A.: Y no sabía que, además, había estado casado. Se había separado hacía tres años después de un matrimonio de siete, del que nacieron Wilmar, Walter y Luz Dary. Él tenía dos novias en esa época: en Neiva, Doligency, y en Manrique, Olga. Pero él me insistió mucho y nunca imaginé que comenzaría un hogar tan joven, a los 16 años. Me vine a enterar de que él había estado casado por una partida de bautismo que consiguió mi mamá. Si no, habría quedado sana. Ese mismo día, cuando él me fue a visitar, ella lo sentó en la sala de la casa: “Déjeme la niña quieta. Si la tengo que meter a un internado o convento, lo hago”. Él se angustió y le gritó que a él nadie le iba a quitar a su Olga Lucía. “Doña Berenice, donde usted sea que la meta voy y se la saco”. Nosotros intentamos vivir con esos hijos del primer matrimonio, pero ellos fueron muy difíciles, no eran obedientes ni juiciosos. Se nos salieron de las manos. A él le entristecía que no les gustara el estudio, eso lo marcó.
SEMANA: Él mismo confesó alguna vez que usted era reacia al altar. ¿Qué tan cierto fue?
O.A.: Es verdad. Lo que pasa es que cuando ya llevábamos varios años juntos me pidió matrimonio. Yo ya tenía hijos con él. Ya para qué, decía yo. Después de celebrar nuestras bodas de porcelana, nos casamos por lo civil. Él tenía un sueño que no pudo cumplir: viajar a Israel conmigo y reafirmar sus votos. “¿Usted quiere que la otra lo acabe o qué?”, le decía yo. Porque él ya estaba en su tercer matrimonio.
SEMANA: Sus hijos siempre han dicho que usted fue el amor de su vida.
O.A.: Sí, así haya tenido 30 o 40 mujeres. Y hasta lo agradezco, porque esas amantes lo llenaron de vida y él sacó muchas composiciones. Eso le dio platica. Yo conocí a varias de esas 40. Porque yo sospechaba, llamaba y sí era esa. Hasta le ayudaba a componer, a elegir mejor una palabra o una frase y sabía que eran canciones para otra. Pero nunca le reclamé, respetaba mucho su trabajo como compositor.
SEMANA: ¿Fue difícil continuar como su mánager estando ya separados?
O.A.: Cuando nos separamos fuimos muy responsables de no llevar eso a los medios, evitar los chismes y el amarillismo. Además, porque seguíamos siendo un equipo; nos tocaba ser profesionales. Yo no sentí tanto su ausencia porque él seguía compartiendo con los hijos y nietos. Creo que lo que nos unió es que siempre creí en él, porque en Darío nadie creía, ni la mamá siquiera. Al conocerlo, lo apoyé, le cambié la forma de vestir, de peinarse en la época en que ya formaba parte de Codiscos. Lentamente, me fui metiendo en su vida y lo fui transformando hasta que lo puse a vestir de frac la música popular.
SEMANA: Muchos artistas lamentan no haber pasado más tiempo con la familia. ¿Fue el caso del maestro?
O.A.: En 1982, con Discos Dago (disquera de Darío Gómez), no pudo compartir mucho con los hijos, que estaban pequeños. Viajaba de pueblo en pueblo a cantar y hacer promoción. Pero, al crecer la empresa, ya contamos con promotores que ayudaban. Y él ya empezó a pasar más tiempo con los hijos, los llevaba al colegio, salía con ellos a pueblear. Sí disfrutó de sus hijos, estuvo en sus grados, primeras comuniones.
SEMANA: Hablando de hijos, ¿han aparecido otros tras su muerte?
O.A.: Más de uno, hasta un indigente que ha salido en las noticias. Hubo un niño en Manizales por el que velamos por él 14 años. Lo busqué con ayuda de RCN. Yo pensaba: si a la mamá se le metió que Darío Gómez es el papá, hay que ayudarlo a que estudie y salga adelante. Y se hizo el ADN y resultó que no era hijo. Darío conmigo quiso tener más hijos, pero yo no. Con tantas giras y trabajo, era difícil. Él me prometió que después de los hijos que tuvo conmigo no iba a tener más y cumplió.
SEMANA: Una de sus relaciones más polémicas fue la última: con Johana Vargas.
O.A.: Esa es una de las partes del libro que él dejó escritas. Y le respeté eso. Lo que no está escrito allí es que ella fue una sobrina de él. En el libro se cuentan las canciones que él le dedicó, pero no las escribió para ella. La historia es que Míriam, hermana de Darío, dejó a su niña mayor con él. Darío y yo la criamos, le dimos estudio, pero ella se le metió en su vida. Al entierro fue y lloró, de todo. Después de que ella se metió con Darío, se convirtió en una familiar más para mí. Y ahora no me quiere ver, por envidia, es una mujer mala. Hasta quemó la cama matrimonial que teníamos en la finca, donde dormía con Darío. La relación con Daniela, la nieta, se dañó también; yo estuve pendiente de su estudio también. La relación se dañó desde que se juntó con Johana. Ahora ya soy una porquería, dice, pero la respeto.
SEMANA: ¿Y con los hermanos de Darío tiene alguna relación?
O.A.: Ninguna. No se merecen mi amistad. Fueron muy crueles con Darío en vida. Y después de que Darío faltó no lo han dejado descansar en paz. Solamente por coger fama. Nadie puede utilizar el nombre de Darío Gómez; lo que está haciendo Hernán, su hermano, es ilegal y él lo sabe. Y los abogados de Discos Dago están trabajando en eso. En un comienzo creí que lo estaban haciendo como un homenaje por el dolor por la muerte de su hermano. Pero están abusando demasiado.