PERSONAJE
Pablo Picasso: genio y figura
Un siglo después, la influencia y el legado de Pablo Picasso siguen vigentes. Una muestra en el museo Tate Modern y la serie ‘Genius’, de NatGeo, examinan la vida, las musas y el sexo de uno de los mayores artistas de la historia.
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Dios es realmente otro artista… como yo”, aseguró alguna vez el provocador, carismático transgresor y eterno Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno Cipriano de la Santísima Trinidad Ruiz Picasso. Al maestro nacido en Málaga en 1881, los adjetivos le llueven y en su mayoría le hacen justicia, pues se trató de un hombre que a través de su existencia (murió en 1973, de 91 años) construyó milimétricamente su imagen y la sustentó con un cuerpo de trabajo tan masivo y brillante que desafía la lógica.
Para muchos, cuadros como Les femmes d’Avignon y Guernica, que rompieron los cánones del arte clásico, lo elevan a la altura de los pintores más importantes de la historia. Otros, como el dramaturgo Albert Boadella, que estrenó hace un mes su obra El pintor, no temen cuestionarlo: “Un artista puede, en un momento de su vida, decidir el camino a seguir, profundizar en su arte cueste lo que cueste o declinarse hacia una cierta facilidad, buscando oro y fama. Esto último fue lo que hizo Picasso, que asestó así un golpe mortal a la pintura”, aseguró al diario El País.
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Sin importar el punto de vista, Picasso ha tenido un impacto monumental en la cultura popular. Picasso permeó la arquitectura, la moda y, como padre del cubismo (junto a Georges Braque), la manera de mirar. Es quizás el más grande artista del siglo XX , no solo por su calidad pictórica, sino por su prolífica producción, que arrojó más de 43.000 piezas en varias fases y estilos (de lejos más que ningún otro). Y por su particular manera de vivir, gozar y sufrir a lo largo de su prolongada existencia.
Todos estos matices forman parte de la serie Genius, de Nat Geo, que en su primera temporada exploró a Albert Einstein y ahora enfoca su segunda en el enorme personaje que es Picasso. Protagonizada por Antonio Banderas, la serie entrega desde el 23 de abril diez capítulos que exploran las fases de Picasso, todas ligadas a su desarrollo como artista y a su momento histórico. Así mismo, pone en escena a las musas que pasaron por los brazos del pintor, escultor, ceramista y diseñador de producción, que lo vitorearon, amaron y luego sufrieron su olvido. Y revela algo de sus relaciones con colegas como Henri Matisse, a quien por momentos consideró su rival.
La televisión lo pone en el foco, pero Picasso siempre está en la conversación. Más allá de los museos y espacios dedicados exclusivamente a él (en París, Barcelona, Málaga, y próximamente Aix-en-Provence), de marzo a septiembre el museo Tate Modern de Londres exhibe Picasso 1932 – Love, Fame, Tragedy, su primera muestra dedicada al maestro. La curaduría se esmeró por recrear la primera gran muestra del artista, que lo consagró como ícono mundial, en ese año de gloria de 1932. Con más de 100 pinturas, esculturas y dibujos, entremezclados con fotos familiares y detalles de su vida íntima, hace honor a esa famosa idea del pintor que aseguraba que sus cuadros y obras eran su diario de vida y solo había que decodificarlos. La exhibición incluye y presenta juntas varias pinturas dedicadas a su muy joven amante Marie-Thérèse Walter, que creó en el lapso de cinco días.
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A pesar de que en su cúspide artística se atravesaron conflictos como la guerra civil española y la Segunda Guerra Mundial, sus obras siempre encontraron mercado, y en lo que respecta a las casas de subastas, ese sigue siendo el caso. Picasso no deja de tener un enorme atractivo y factura enormes sumas. A comienzos de la década pasada dos de sus cuadros rondaron los 100 millones de dólares (Dora Maar au chat y Garçon à la pipe); en 2015, Les femmes d’Alger se vendió por 179,4 millones en Christie’s; y a comienzos de marzo Femme au beret et à la robe quadrillée, de 1937 e inspirado en Marie-Thérèse, alcanzó los 80 millones de dólares en Sotheby’s.
¿Vampiro?
Como registró The Paris Review, hace 17 años Marina Picasso, nieta del pintor, rompió un silencio familiar y en sus memorias habló de lo mucho que la gente que orbitaba alrededor del maestro sufría por cuenta de su narcisismo. “Nadie en la familia logró escapar a la opresión del genio. Necesitaba sangre para firmar sus pinturas, la sangre de mi padre, mi hermano, mi madre, mi abuela, y la mía. Necesitaba la sangre de quienes lo amábamos”, sentenció.
No era propiamente una primicia. El clima entre sus cercanos era muy denso y esto quedó en evidencia cuando Jacqueline Roque, segunda esposa de Picasso (42 años menor que él), echó a sus hijos ilegítimos de su sepelio en el Chateau de Vauvenargue, en 1973. Roque, la última de las musas del pintor, cumplió una labor de cancerbero, cerrando la puerta a los muchos que querían pasar tiempo con Pablo. Quizás, como ninguna otra de sus parejas, impuso su voluntad más de lo que obedeció.
Su relación con las mujeres es quizás su ángulo más complicado. Desde la óptica actual Picasso parece una caricatura del macho dominante. Se veía como un picador de toros o como un minotauro, y osó decir que las mujeres “O son diosas o son tapetes” y que eran “máquinas de sufrimiento”. Pero así fuera elevándolas o insultándolas, desde joven encontró en ellas sus musas y su fuente de drama interno. Su nieta Marina lo explicó de esta manera: “Las sometía a su sexualidad animal, las domaba, embrujaba, ingería y estrujaba en sus lienzos. Y luego de noches extrayendo su esencia, una vez secas, disponía de ellas”.
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En 1904 entabló su primera relación larga con Fernande Olivier, y supo marcar su destino mujeriego cuando la abandonó por los favores de Eva Gouel. Su fama fue creciendo, y con ella las ganas de encontrar una mujer ‘de mundo’. La encontró en la bailarina ucraniana Olga Khokhlova, con quien se casó en 1918. La duda persiste sobre si Khokhlova ‘aburguesó’ a Picasso, o este la buscó para esos propósitos, pero vivieron épocas de gasto y lujo, y luego de drama. Tuvieron un hijo, Paulo, pero este no fue suficiente para hacer de Picasso un hombre fiel. Por eso, cuando entró en escena la joven Marie-Thérèse Walter, de 17 años, se aceleró la separación de Picasso y su esposa. Con ella también tuvo una hija, Maya.
Dos mujeres con retoños no impedirían a Picasso seguir abierto a nuevos romances. Vinieron entonces Dora Maar, una pintora y fotógrafa sagaz, creativa, que registró su proceso creativo en Guernica; y luego Francoise Gilot, artista con quien tuvo otros dos hijos más, Claude y Paloma, y a quien también dejaría de lado. Khokhlova murió en 1955, lo que le permitió casarse, en 1961, con Jacqueline Roque. La muerte del pintor solo dio paso al destino fatal de varios de sus seres queridos. Su nieto Pablito murió tras ingerir una botella de blanqueador. Su hijo Paulo cayó presa de un alcoholismo depresivo que acabó con su vida, y Marie-Thérèse se suicidó.
Hay recuentos de la vida de Picasso tan abundantes como su obra. En 1993, Arianna Huffington publicó la muy criticada Picasso: Creator and Destroyer, una biografía que hizo énfasis en el lado más oscuro del pintor y, en parte, inspiró la única película que Hollywood le ha dedicado al maestro: Surviving Picasso (1996), protagonizada por Anthony Hopkins, quien ofreció una muy creíble interpretación del artista y sus muchos contrastes. Pero sin duda los más exhaustivos vienen de dos hombres que lo conocieron: John Richardson, cuyos cuatro tomos y 2.000 páginas relatan la existencia casi día a día del maestro; y Josep Palau i Fabre, quien siguió paso a paso su recorrido y lo expone en una veintena de libros. Para alguien que alcanzó una dimensión eterna, no parece haber un texto de más.