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Virgilio Barco, el valiente y último radical

El expresidente profesionalizó la cancillería colombiana, reformó el concordato de la Santa Sede e incentivó relaciones exteriores con Cuba, Panamá y Estados Unidos.

Juliana Londoño, Juliana Londoño
5 de septiembre de 2016

El 7 de agosto de 1986, hace treinta años, asumió la presidencia un hombre excepcional e irrepetible y liberal de firmes convicciones: Virgilio Barco. Sus valientes y visionarias acciones siempre estuvieron alejadas del boato, de la publicidad y de los intereses personales.

En política exterior, su primer afán fue profesionalizar la cancillería, cuando la carrera diplomática estaba en sus estertores, producto de los insaciables apetitos de los políticos y de los amigos de los gobiernos de turno. Aunque sabía que cada negativa implicaría un ataque en el congreso o un editorial venenoso en un periódico, asumió el riesgo.

Centenares de solicitudes de cartas de naturaleza y de visas se arrumaban en la cancillería, hasta que “alguien prominente” intervenía. Entre tanto, los tramitadores exigían a las víctimas “contribuciones” para “gestionarlas”.

Para no hablar de los equipos de futbol profesional, que como no podían alinear más de cuatro extranjeros, parlamentarios, gobernadores y dirigentes políticos de las regiones, exigían que se nacionalizara a la “estrella”, que al terminar el contrato echaba a la basura la ciudadanía colombiana.

Nadie se había atrevido a enfrentar esas prácticas. Barco lo hizo: le dijeron que “no podía torear simultáneamente a cinco toros bravos”

El concordato con la Santa Sede le impedía al Estado legislar sobre el matrimonio y la educación en las escuelas públicas: todos habían preferido limitarse a modificaciones cosméticas, para evitar la confrontación con la jerarquía eclesiástica. El presidente avanzó hacia la reforma.

Juan Pablo II expresó que estaba de acuerdo, pero que el problema era la conferencia episcopal colombiana. El arzobispo de Bogotá, envió una severa comunicación y el cardenal López Trujillo, profirió una velada amenaza de excomunión. La acción continuó y abrió la puerta para que la constitución de 1991, produjera el hecho.

A pesar de estar suspendidas las relaciones con Cuba, el canciller cubano visitó a Bogotá. El presidente, lo invitó a almorzar en el palacio presidencial. A pesar de algunas críticas, las relaciones cambiaron radicalmente.

Barco aunque tenía profunda antipatía hacia Noriega, el dictador panameño, no dudó con México, Venezuela, Perú, Brasil, Argentina y Uruguay en censurar la sangrienta invasión norteamericana a Panamá: Colombia fue designada presidente de la reunión de consulta de la OEA convocada para ese efecto.

Estableció relaciones con los países socialistas y africanos, lo que para muchos era casi “vergonzante”. El efecto no se hizo esperar: Colombia ingresó al Consejo de Seguridad de la ONU por aclamación.

Asumió con entereza la crisis con Venezuela por la corbeta “Caldas” y del riesgo de una inminente confrontación bélica que habría dejado huellas para siempre, se pasó con Carlos Andrés Pérez a una cooperación sin precedentes en la historia de los dos países.

Después de que un juez dispuso la excarcelación del narcotraficante Jorge Luis Ochoa, los Estados Unidos en represalia impidieron el descargue en sus puertos de frutas y flores procedentes de Colombia y miles de pasajeros colombianos eran “demorados” hasta por cuatro días en los puestos de migración en Miami, New York y Los Ángeles.

Barco decidió lo impensable: denunciar a los Estados Unidos en su “propia cancha”: la OEA. Ante un proyecto de resolución acordada por mayoría censurando la acción norteamericana, el presidente Bush, pidió excusas y levantó las medidas.

En Naciones Unidas, Barco en un vibrante discurso, plateó la responsabilidad compartida frente al problema de las drogas: Margaret Thatcher recogió el principio y citó a una reunión en Londres. Luego el Presidente sorpresivamente invitó a un encuentro en Cartagena al que asistieron el presidente Bush y los mandatarios de Bolivia y Perú. De ahí salió el sistema de preferencias que salvó durante muchos años a las exportaciones colombianas. Otro tanto logró también con la Unión Europea.

Virgilio Barco es un orgullo para la Colombia que rechaza las prebendas, la pantalla, la mermelada y el tráfico de influencias, ¿será por eso que algunos prefieren olvidarlo?

* Profesor de la facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.

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