Juan David Palacio Cardona, director del Área Metropolitana del Valle de Aburrá.
Juan David Palacio Cardona, director del Área Metropolitana del Valle de Aburrá. | Foto: Foto: Cortesía Área Metropolitana del Valle de Aburrá.

Opinión

El camino hacia la eliminación de los combustibles fósiles

Se inició el uso de energías renovables para enfrentar el cambio climático y anticiparse al agotamiento de los recursos naturales. ¿Cómo lograr la transición?

Juan David Palacio Cardona*
23 de junio de 2021

Los recursos naturales son finitos y la tierra nos provee materiales que nos permiten garantizar la subsistencia. Sin embargo, es responsabilidad de todos buscar soluciones que giren alrededor de la producción y el consumo sostenible, donde la dependencia de las fuentes no renovables de energía no sean una constante en la competitividad y la transformación del territorio.

Hoy el mundo se preocupa por el cambio climático. De hecho, parte de las metas trazadas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) están enfocadas en este tema y en unos meses se realizará la conferencia de la ONU (COP26) sobre el mismo. En ese sentido, muchas apuestas están asociadas con migrar a tecnologías limpias y libres de emisiones. Hay evaluaciones y decisiones que deberemos tener presentes antes de que esa transición sea total.

Nuestras ciudades cada día deben enfrentar el deterioro de la calidad del aire, resultado de las emisiones producidas por las fuentes fijas (industrias) y las fuentes móviles (automotores), sumado a factores que son externos y que escapan de la posibilidad de la gobernanza para la toma de decisiones, como son los incendios. En definitiva, todas estas actividades terminan generando contaminantes -como los óxidos de Nitrógeno (NOX), Óxidos de Azufre (SO2) y gases precursores de Material particulado (PM2.5)- que inciden en la calidad de vida de las personas, pues su salud (especialmente la de los adultos mayores, asmáticos, mujeres en embarazo, gente con afecciones cardíacas, entre otras) podría estar en riesgo.

El alto consumo y dependencia de los combustibles fósiles son una amenaza real, pues degradan el medioambiente. Para hacernos una idea: representan el 66 por ciento de la electricidad generada en el mundo. Esta condición ha estimulado la búsqueda de tecnologías más limpias, proponiéndose –principalmente- energías renovables para enfrentar el cambio climático y anticiparnos al agotamiento de estos recursos.

La energía eólica, hidráulica y solar son algunas alternativas, pero los retos están asociados a garantizar el suministro de manera constante, económica y que, además, cuente con la capacidad de proveer el abastecimiento que se requiere durante 24 horas los 365 días del año.

Existen procesos para producir electricidad sin ocasionar emisiones, pero aún falta avanzar en relación con el desecho de las baterías y acumuladores que, si bien han facilitado nuestra vida, su uso puede ser riesgoso si no se dispone de ellos de manera responsable: dejarlos a la deriva o darles un mal manejo podría convertirlos en residuos peligrosos cuando terminan su vida útil.

Los principales metales que contienen esos elementos son: plomo, cadmio, mercurio, níquel, litio y otras sustancias tóxicas en forma de polímeros que provocan daños graves a la salud humana y que representan una amenaza inminente para toda la fauna y flora.

Debemos centrarnos en implementar métodos más óptimos y que contaminen poco. A la vez, utilizar combustibles que no sean tan peligrosos para el ambiente. Pasarán años para lograr que todo sea eléctrico o, por lo menos, con tecnologías amigables con el entorno natural.

Hoy tenemos problemas con la calidad del aire y la emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI), que contribuyen al cambio climático. Sin embargo, hay que buscar un equilibro entre la economía y una transición energética responsable, para que cuando llegue esa transformación no estemos, simplemente, mutando los problemas ambientales. Es decir, que efectivamente logremos mejorar el aire y disminuyamos las emisiones de Gases de Efecto Invernadero, pero que con este cambio no creemos nuevos problemas por el alto consumo de baterías, que luego podrían terminar enterradas dañando la tierra y el agua.

Para ese momento deberemos resolver los siguientes interrogantes. 1. ¿Cómo manejar la disposición final de pilas o acumuladores de energía, una vez cumplen su vida útil? Una cosa es tener procesos diseñados y otra es asegurar el compromiso de todo un planeta que utiliza baterías que pueden desbordar la capacidad institucional y privada para manejarlas correctamente. 2. ¿Cómo fabricar acumuladores económicos, óptimos, que puedan almacenar mayores capacidades de energía y que puedan ser adquiridos por cualquier persona? 3. ¿Cómo respaldar la competitividad sin poner en riesgo cualquier operación? Es decir, ¿cómo hacer, por ejemplo, que todos los vehículos sean eléctricos y tengan la capacidad para rodar, como lo hacen los convencionales que funcionan rápidamente con solo suministrarles combustible? Esto, partiendo del hecho de que un automotor eléctrico requiere de un tiempo prolongado para recuperar su capacidad porque necesitan cargarse.

Es posible lograr sociedades donde el equilibrio haga parte de reconocer nuestro entorno natural como una oportunidad para construir a partir de él y protegiéndolo, donde, de tomar una posición, el norte debe ser todo lo eléctrico o, incluso, otras tecnologías que no contaminen –como la energía por hidrógeno- pero reconociendo que previamente se deberá tener una transición con una canasta energética, es decir, con un poco de todas las posibilidades.

* Director del Área Metropolitana del Valle de Aburrá

Twitter: @JDPalacioC