Uruguay vovió a derrotar al anfitrión de un Mundial. Rusia, la víctima de turno. Foto: Getty Image | Foto: Getty Images

MUNDIAL RUSIA 2018

Del Maracaná al Samara Arena: Uruguay y la leyenda de derrotar a los anfitriones

Un puñado de uruguayos cantó tan fuerte como las 40.000 gargantas que alentaron a la selección de Rusia. La celeste volvió a ganarle a un equipo que jugaba de local en un Mundial de Fútbol. SEMANA estuvo en Samara acompañando a la afición del país más pequeño de Suramerica, el día en que derrotó al más extenso del planeta.

26 de junio de 2018

Si las guerras se ganaran por número de soldados, Rusia hubiera aniquilado a Uruguay este 25 de junio en el ‘campo de batalla‘ de Samara. De las 41.970 sillas que se ocuparon en el estadio, por lo menos 40.000 jugaban de local. Los rusos llenaron el Arena, cantaron su himno –la versión instituida por Vladimir Putin de la llamada Canción Patriótica de Lenin- y animaron a su equipo nacional cada vez que el entrenador, Stanislav Cherchesov, como un comandante, se volteaba hacia las graderías y con su brazos pedía gritos de aliento, como para que quedara en evidencia que se trataba del país más grande del mundo, al menos por su extensión.

En frente el segundo más pequeño de cuantos participan en la Copa Mundo, después de Islandia. Uruguay apenas tenía un puñado de hinchas. Cantaron de principio a fin, aunque al principio no se escuchaban. 90 minutos sin parar, habían silenciado a los otrora soviéticos, y se llevaron la victoria.

Más allá de las tribunas del moderno estadio de Samara, a la selección local la estaban alentando 144 millones de rusos, por lo menos esa es su población actual. En cambio, a miles de kilómetros al occidente, al otro lado del Atlántico, y en una de las orillas del río de la Plata, 3 millones de uruguayos estaban pendientes de su equipo nacional. La inferioridad numérica de la nación más pequeña de Suramérica (después de Suriname) históricamente la han sabido suplir con eso que en el mundo del fútbol se conoce como “la garra charrúa”. Famosa desde que la república oriental del Uruguay se convirtió en la primera en conocer lo que significa ser campeón del mundo, en 1930, en el primer Mundial, precisamente disputado en el Centenario de Montevideo, su capital.

Esa garra florece en determinadas ocasiones. Uruguay no es invencible, y en algunas justas mundiales ha protagonizado auténticos papelones, como cuando la Dinamarca del jovencísimo Michael Laudrup le metió seis goles a la celeste que capitaneaba Enzo Francescoli, en el Mundial de México 86… La garra charrúa aparece cuando los uruguayos están sentenciados a ser víctimas, cuando parecen tener la soga apretada en el cuello, pero que aún les permite respirar. Pero sobre todo cuando juegan de visitante. Desde la época de Obdulio Varela, el “Negro Jefe” como lo bautizó Eduardo Galeano, hasta las actuales de Luis Suárez y Edinson Cavani. Salen a la cancha y ven en las tribunas a monstruos de mil cabezas, para que la garra charrúa salga a flote.

El maracanazo

Río de Janeiro, domingo 16 de julio de 1950, estadio Maracaná. 200.000 brasileños celebraban el título de la Copa Mundial sin haber jugado la final, contra Uruguay. Se fueron en ventaja en el marcador y se marcharon victoriosos en el primer tiempo. En la segunda mitad, Pepe Schiaffino marcó el empate a uno. Minutos después, Alcides Ghiggia silenció al país más grande de Suramérica. Su gol les arrebató el trofeo Jules Rimet (el antecesor a la Copa de la Fifa), el que creían levantarlo sin siquiera tenerlo en las manos, y bañó en lágrimas a una de las naciones más futboleras del planeta.

Maracanazo, así se le llamó a la mayor tragedia en la historia de Brasil, y por extensión, el término se ha generalizado en la historia del fútbol para definir aquella victoria de un equipo –preferentemente en una final-, en campo ajeno y teniendo todos los factores en contra. Y Uruguay, inventor de esta modalidad, parece ser especialista.

Por lo menos la generación de futbolistas del maestro Oscar Washington Tabares, actual seleccionador uruguayo. En Sudáfrica 2010 también derrotaron a la exótica selección local en Johannesburgo. Un año después, también un 16 de julio (como en el Maracanazo) del 2011, y en el estadio Brigadier General Estanislao López, en Santa Fe (Argentina), pero en disputa de la Copa América, Uruguay eliminó por desempate en disparos desde el punto penal a la Argentina de Lionel Messi, quien empezaba a padecer lo que va camino a maldición: no ganar un solo trofeo con la camisa albiceleste de su patria. A la postre, los charrúas se llevarían el título del campeonato más antiguo del mundo. De nuevo contra todo pronóstico, y derrotando al anfitrión.

Del Maracaná de Brasil al Samara Arena de Rusia. Más de medio siglo de aquella gesta, y como para seguir alimentando aquella leyenda, Uruguay goleó a Rusia 3-0, el anfitrión del Mundial 2018 (goles de Luis Suarez, Cheryshev en propia meta, y Edinson Cavani). Los rusos no creían en nadie. Habían goleado 5-0 a Arabia Saudita en la inauguración, en la cancha del estadio Luzhniki de Moscú, y se impusieron 3-1 a Egipto en la segunda fecha. Por gracia del calendario se convirtieron en los primeros en asegurar su clasificación a la fase de octavos de final. En las calles del único país que se extiende en dos continentes, Europa y Asia, se gritaba el “Rusia campeón”.

Pero ese grito no está al alcance de cualquiera. Y un puñado de uruguayos, ubicados detrás del arco sur del Samara, se lo dedicaban al monstruo de 40.000 cabezas que tenían en frente. Vestidos con la camiseta celeste, entonaban un canto que solo ellos lo pueden hacer: “Volveremos, volveremos, volveremos otra vez, volveremos a ser campeones, como la primera vez…”.

Así como en el Maracanazo hubo un chivo expiatorio, el arquero brasileño Barbosa (al que todo el país le quitó el saludo, como si se tratara de un paria), en el ‘Samarasazo‘ también lo hubo. Cherishev, el único jugador del equipo ruso que juega fuera de su país -en el Villarreal de España-, no solo anotó en propia puerta sino que se marchó expulsado y dejó a su equipo con inferioridad numérica…, pero en la cancha (El ruso Cherishev es mundialmente reconocido porque hace varias temporadas, cuando jugaba en el Real Madrid, disputó un partido de Copa del Rey cuando tenía una fecha de sanción, por lo que el equipo que en ese entonces integraba James Rodríguez fue excluido de la competición).   

“No creo que seamos especiales”, dijo el maestro Tabares en la conferencia de prensa después del duelo en Samara, para no darle trascendencia a esa especie de casualidad que rodea a los charrúas, que suelen ganar cuando el escenario les es más hostil y lo tienen todo a la contra.

Uruguay vive de la agricultura y la ganadería, y se estima que hay cuatro veces más vacas, y dos veces más ovejas, que habitantes. Pero uno de sus principales productos de exportación es un capital humano, el de los futbolistas. Hasta hace un par de años se encontraban 236  regados en las ligas de los cinco continentes.

Un puñado de uruguayos cantó más que un ejército de 40.000 rusos en las tribunas de Samara. Ellos empujaron a la celeste al mejor partido que han disputado en el presente mundial, y seguramente viajarán a Sochi, para el sábado enfrentarse a Cristiano Ronaldo y Portugal, en esa cancha que el vigente balón de oro ya conquistó, el pasado 15 de junio, cuando le marcó tres goles a España, en uno de los mejores partidos de esta Copa Mundial de Rusia. Un puñado de uruguayos viajará al Mar Negro y  sueña con volver a gritar campeón…, como la primera vez.

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