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MUNDIAL DE RUSIA 2018

Segunda semifinal: Guayabo inglés, guayabo colombiano

Los fanáticos de Inglaterra llegaron ebrios al estadio Luzhniki como si ya estuvieran en la final de la Copa. Croacia los dejó pasmados con dos goles que los regresaron a casa, como lo dice la canción que entonaban antes del juego. La resaca también se siente en Colombia. Del enviado de SEMANA a Rusia 2018.

Rodrigo Urrego Bautista. Enviado SEMANA. Moscú, Rusia
12 de julio de 2018

Rodrigo Urrego Bautista
Enviado SEMANA
Moscú, Rusia

Steven Goff es el escritor deportivo del Washington Post y uno de los enviados del diario estadounidense al Mundial de Rusia. Fue uno de los primeros en llegar a la tribuna de prensa del estadio Luzhniki (Moscú) en la noche del miércoles, cuando Croacia e Inglaterra disputaron la segunda semifinal del campeonato. Al momento en que los jugadores de ambos equipos salían a la cancha para hacer su calentamiento, Goff se ubicó en su silla asignada, la ‘A’ del escritorio 343 del bloque A207, en el sector de Occidental. Conectó su computador, puso sobre la mesa sus binoculares (obviamente sin ningún trago encaletado), y abrió un nuevo documento de Word Office y dejó listo un encabezado: “By Steven Goof. July 11. MOSCOW – …”. Y toda una página en blanco por escribir.

Mientras tanto, debajo de la tribuna para periodistas, en los corredores del estadio moscovita -que se llenó con 78.011 espectadores-, decenas, centenares de ingleses se rompían cantando y saltando, sin camisa, y cómo no, bebiendo litros de cerveza que no solo se los bajaban por la garganta, sino que los lanzaban al cielo o selos tiraban por la cabeza, como si quisieran bañarse entre lúpulo y cebada.  “Its Coooooming Home, Its Coooooming Home, Footballs Coming Home....”.

Eran por lo menos tres veces más que los que estuvieron en la tribuna sur del Spartak, el otro estadio de Moscú, una semana y media atrás, cuando la selección de Inglaterra derrotó por tiros desde el punto penal a Colombia, en los Octavos de final. No estaban prendidos. Ya se les notaba ebrios, como si Inglaterra ya hubiera conquistado el paso a la final del Mundial de Rusia, y volvieran a esa instancia 52 años después, precisamente la que disputaron en Londres en 1966, la única vez que ganaron la Copa Mundial, que en aquel entonces se llamaba Jules Rimet. Sí, los inventores del fútbol  han salido campeones mundiales una sola vez, y eso que si en aquel entonces ya se hubieran inventado el VAR, no hubiesen dado la vuelta olímpica. Sí, los inventores del fútbol no conocían una semifinal desde Italia 90. Motivos suficientes para que la canción que hicieron célebre en la Eurocopa de 1996, disputada en su país, volviera a ser entonada de forma tan emocionante y desbordada. “Its Coooooming Home, Its Coooooming Home, Footballs Coming Home....”. Era difícil no querer que semejante fiesta no se prolongara. Los litros de cerveza amenazaban con agotarse.

Los ingleses llegaron apurados y tiñeron la tribuna sur de blanco y rojo y la convirtieron en un auténtico San Fermín (la fiesta de blanco y rojo que se celebra por estos días en Pamplona, España). Tambores y trompetas, cantos ensordecedores, y litros y más litros de cerveza. Los croatas, en la tribuna norte, y también de blanco y rojo, ni se sentían a pesar de que también cantaban. La fiesta era inglesa.

Al minuto 5, Goff, el escritor de fútbol del Washington Post empezó a llenar el documento de Word. Una infracción del croata Luca Modric sobre Dele Alli, fue recibida por la tribuna sur como si se tratara de un título mundial. No era para menos. Pelota quieta al borde del área. Todo un manjar que hasta la reina Isabel, que entregó el trofeo del Mundial del 66, se hubiera paladeado. Kieran Trippier, con el número 12 en su dorsal, disparó al ángulo y marcó  el gol que terminó por emborrachar a los miles de seguidores ingleses, ya roncos de cantar “Its Coooooming Home, Its Coooooming Home, Footballs Coming Home....”.

A la media hora de juego, Goff ya tenía tres párrafos escritos, y se había decidido a redactar el primero: el lead, en la jerga periodística. Y lo hacía recordando el medio siglo de infierno y miseria futbolística por el que precisamente han atravesado los inventores del fútbol. Varias generaciones de ingleses conocerían por primera vez lo que sería disputar una final de un campeonato, Mundial o de Eurocopa.

Y es que no parecía haber motivos como para que Goff no parara de llenar la página de forma prematura. Los ingleses entienden que el fútbol consiste en meter la pelota en el arco del rival.  Lo reducen a cuatro letras: Goal. Como sea. Cuando su arquero, Jordan Pickford, tenía la pelota se masticaba el peligro. Un saque suyo, o un rechazo hacia lo más lejos se convertía en opción de gol. Las faltas que provocaban sus delanteros para que Ashley Young y el propio Trippier (el autor del gol) levantaran centros, pero sobre todo los tiros de esquina, eran celebrados como si el árbitro hubiera señalado un penalti. Los inventores del fútbol no se complican. En uno o dos pases, de cualquier manera, tratan de acercarse al objetivo. ¿Tener la pelota?, sería una perdedera de tiempo. Y si ya la habían metido en la portería contraria, todo parecía consumado como dijo Jesucristo en la cruz. Los croatas, con Modric y Rakitic, tocaban y tocaban la pelota, de un lado a otro, incapaces de hacerles cosquillas a los ingleses, que en la tribuna sur hacían gritos de ironía con cada disparo desviado de los croatas, y no paraban de cantar “Its Coooooming Home, Its Coooooming Home, Footballs Coming Home....”.

En el segundo tiempo, Goff ya tenía completa su página, que iba alimentando con aquellas situaciones relevantes, en realidad muy pocas, que sucedían en la cancha del Luzhniki. Y hasta se la había jugado con un titular (que nunca vio la luz, y obviamente aquí no la verá). Pero llegó el minuto 68 y un centro tan inofensivo como todos los que había enviado Croacia, lo transformó Iván Perisic en un gol que nadie esperaba. Y eso que no debió subir al marcador porque levantó los tapones de sus guayos a la altura de la cabeza del defensor Walker, jugada peligrosa en todo el planeta pero que no se sancionó en Moscú. Los ingleses ni siquiera protestaron. Quedaron pasmados. Como la tribuna sur que quedó en silencio, por primera vez en todo el partido, como cuando el administrador del edificio le corta la luz a los vecinos que llevan horas haciendo bulla. Todo el estadio, en cambio, se puso del lado de los croatas, que ahora sí se les empezaba a entender, o por lo menos a oír, lo que cantaban desde la tribuna norte.

Tremendo lío para el escritor deportivo del Washington Post que tuvo que oprimir la tecla ‘delete’ de su teclado y olvidarse del lead que había trabajado hasta ese momento. Cada minuto que pasaba empezaba un nuevo primer párrafo. Lo pudo tener al minuto 71, unos minutos más tarde cuando Perisic, de nuevo, venció al portero inglés con un disparo pero a último momento se estrelló en el vertical. Solo hasta el minuto 87 los ingleses, que parecían ya estar padeciendo la resaca, reaccionaron. Pero la segunda semifinal se iba al alargue, y el texto de Goff era una total incertidumbre. La hoja de Word casi que volvía a estar en blanco. 

En la cancha, los inventores del fútbol nunca reaccionaron, y Croacia con la forma más lógica de ganar los partidos, atacando, los tenía contra las cuerdas. En el primer tiempo suplementario, Mandzukic tuvo para marcar el gol pero, de milagro, el tobillo del arquero inglés la rechazó a la tribuna sur, donde ya no había fiesta de blanco y rojo, y los tambores y las trompetas ya no sonaban. En el segundo tiempo, los inventores del fútbol se despistaron en defensa, y Mandzukic esta vez sí fue implacable para batir la portería por segunda vez.

Qué guayabo el de los ingleses, silencio sepulcral en la tribuna sur. Y qué guayabo el de los colombianos presentes en el estadio. Nueve días atrás, Colombia nunca atacó a Inglaterra en el estadio Spartak, otra cosa hubiera sido dejar los temores de equipo chico atrás, y haberlos herido como se atrevieron a hacerlo los croatas. Cosas que diferencian a un equipo que hoy está en la final del Mundial de Rusia y a otro que hace una semana recibía aplausos de sudadera en El Campín de Bogotá. Ya no hay que llorar sobre la leche derramada, ni sobre la cerveza derramada de los ingleses. 

Steven Goff, que 120 minutos atrás parecía haber apostado a  relatar el fin de la maldición de los ingleses, tuvo que comenzar como desde el pitazo inicial, y se la jugó por recordar que la última vez que Inglaterra había llegado a una semifinal de un Mundial, en Italia 1990, Croacia se había independizado de Yugoslavia, y se convertía, desde Uruguay en 1930 y 1950, en el país más pequeño en llegar a la final de una Copa del Mundo. Cómo no, después de tantos leads y deletes, tantas vueltas que da el fútbol, que parece la vida misma, Inglaterra no podía quedarse fuera de su titular: Croatia makes history, and adds to England’s long wait, with victory in World Cup semifinals.

Los ingleses, ebrios por completo, pero ya con cara de guayabo, tenían que regresar a casa, pero ya no cantaban “Its Coooooming Home, Its Coooooming Home, Footballs Coming Home....”.


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