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GUERRA DE TITANES

Reagan lanza ultimátum comercial a sus aliados europeos y asiáticos

14 de octubre de 1985

El gobierno de Estados Unidos, como si fuera una potencia industrial de segundo orden, se prepara para tomar medidas proteccionistas de gran envergadura que doctrinariamente contradicen lo que hasta la fecha ha venido predicanda con vehemencia el presidente norteamericano, Ronald Reagan. Esta vez los destinatarios de esas medidas no serán únicamente países en desarrollo, sino importantes aliados de Washington: la Comunidad Económica Europea (CEE) y Japón.
Tales son las conclusiones que se desprenden del discurso del Mandatario norteamericano, radiodifundido el sábado 7 de septiembre pasado, según el cual la CEE, Japón, Brasil y Corea del Sur serán sancionados comercialmente muy pronto "si no ponen fin a las prácticas desleales en sus intercambios comerciales". El grave ultimátum, que fue visto por la prensa europea como "una última advertencia antes de una verdadera guerra comercial", fue anunciado por el mismo jefe de la Casa Blanca, quien explícitamente solicitó a los gobiernos de dichos países abrir aún más sus mercados a las mercancías norteamericanas.
Fijando como fecha límite el 1° de diciembre próximo, Reagan exigió a la CEE eliminar las "subvenciones" a la exportación de frutas en conserva; a Japón cesar sus restricciones a las importaciones de cuero, calzado y tabaco proveniente de Estados Unidos; al Brasil permitir el ingreso a su mercado de computadoras Made in USA; y a Corea del Sur facilitar el funcionamiento, en su territorio, de las compañías de seguro norteamericanas.
Sin especificar cuáles serán las "contramedidas" que su administración tomará contra los países que no satisfagan las puntuales peticiones, Ronald Reagan justificó su decisión, invocando las presiones que sobre él está ejerciendo una amplia mayoría bipartidista en la Cámara de Representantes y en el Senado norteamericanos, sector que está decidido a aprobar una serie de leyes que impidan la llegada al mercado estadounidense de gran cantidad de bienes y servicios provenientes de países desarrollados y subdesarrollados aliados de Norteamérica. Temiendo que su política en favor del liberalismo comercial pueda ser desbordada por la furiosa ola proteccionista del Congreso, el jefe de la Casa Blanca optó por adaptarse a las presiones.
Los congresistas y los empresarios privados norteamericanos aseguran que el déficit norteamericano es causado por el proteccionismo asiático y europeo, que restringe las exportaciones norteamericanas, generando el cierre de miles de puestos de trabajo al mes en Estados Unidos. Sin embargo, en Europa los especialistas aseguran que el generador de los problemas no es otro que la misma sobrevaluación del dólar que deja en mala posición a los productos norteamericanos frente a las mercancías de las naciones capitalistas industrializadas.
Al día siguiente del anuncio, algunos funcionarios japoneses se declararon "perplejos" por la advertencia de Reagan, al señalar que las categorías especificadas por él habían sido durante años objeto de negociaciones entre Washington y Tokio, aunque reconocieron que el mercado japonés de cuero (que asciende a los 1.600 millones de dólares) si está altamente protegido.
Por su parte, la CEE remitió a Ginebra, sede del Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles (GATT), organismo que supervisa el comercio mundial, el planteamiento de Washington para que esa instancia "resuelva el asunto de acuerdo a las reglas del comercio internacional". A su vez, el gobierno de Brasil hizo saber que el intento norteamericano de forzar tales cambios arruinaría las políticas brasileñas sobre la industria de computadores, rechazó el cargo de estar desarrollando prácticas comerciales inaceptables en materia de computadores, pues sus importaciones en ese rubro "ya habían sido ampliamente explicadas ante el GATT".
Los europeos, además, han salido al paso de la amenaza norteamericana con dos argumentos principales: que en los casos precisos de las industrias transformadoras de frutas, los subsidios gubernamentales están destinados más que nada a mantener el nivel de vida de los agricultores, excepto de los que acumulan grandes excedentes. El otro argumento es que Estado Unidos, respecto de tales ayudas tiene rabo de paja. Según el diario Le Matin, la agricultura norteamerican, recibe niveles de ayuda pública, similares a los de la agricultura europea. La prueba presentada por ese diario fue que la vispera de la declaración del presidente norteamericano, John Block, secretario de Estado para Agricultura, reveló que Estados Unidos había ofrecido en venta subvencionada 100 mil toneladas de trigo Yemen del Norte, dentro de su programa "Bicep".
Tales planteamientos no cambiará la opinión de los parlamentarios norteamericanos, quienes han visto la salida del Presidente como una medida "cosmética", destinada simplemente a desinflar los apetitos proteccionistas de los productores norteamericanos. Robert Dole, líder de la mayoría del Senado, declaró que se reunirá pronto con otros congresistas para sacar conclusiones del discurso de Reagan. "Ahora estamos listos para el juego grande: lo que pasó fue el juego pequeño", advirtió.
Europa, cuyos indices de crecimiento de 1984 sólo han alcanzado a la mitad de los de Estados Unidos y Japón, ve con horror el conjunto de medidas anunciadas el sábado por la Casa Blanca. Algunos analistas económicos, han proclamado ya que las presiones norteamericanas pueden suscitar una nueva crisis del comercio mundial, si una guerra de negocios llega a dispararse en diciembre. Un diario exteriorizaba esa preocupación, criticando con las siguientes palabras la postura norteamericana:
"Estados Unidos no puede reinar sobre el comercio mundial, gracias al dólar como moneda universal, y al mismo tiempo adoptar conductas de un país en desarrollo".
Lo peor de todo es que la tendencia puesta en movimiento por Reagan, no tardaba en disparar otros procesos similares. Japón, por los mismos días, solicitaba a sus vecinos China, Pakistán y Corea del Sur, limitar sus exportaciones textileras, a pesar de los compromisos de Tokio de abrir sus mercados a esos países.--