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Maduro quedó arrinconado después de las elecciones

El mandatario venezolano busca desesperadamente legitimidad luego de la “farsa” electoral del 20 de mayo, mientras enfrenta presiones de todos los sectores internos y externos.

27 de mayo de 2018

Nicolás Maduro no puede estar tranquilo. La votación del 20 de mayo no le solucionó ninguno de sus problemas políticos y, al contrario, le generó nuevos retos. Las rutas de acción se le angostan con cada hora que pasa, así se ufane del infalible voto chavista, del 67 por ciento de los votos anunciados por la cooptada autoridad electoral y de que nunca antes un candidato hubiera alcanzado una ventaja como la del domingo pasado.

La realidad es otra. Maduro ganó el 20 de mayo con solo 29 por ciento del voto nacional, tomando en cuenta la abstención, un mínimo histórico –el presidente Rafael Caldera llegó a ser electo con 23 por ciento, pero enfrentado a otros 5 aspirantes y no en escenario polarizado–.

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Las dos oposiciones configuradas en los últimos meses han desconocido el proceso. Por un lado, la Mesa de la Unidad ––que agrupa a los grandes partidos políticos–, el Frente Amplio –que articula acciones con sectores de la vida civil nacional– y hasta del chavismo disidente confirmaron el aspecto fraudulento del proceso. Afirmaron que la altísima abstención de 55 por ciento, nunca antes vista en procesos presidenciales, refleja el rechazo popular a esa “farsa”.

Por el otro, la postura de Henri Falcón de no avalar los resultados y posteriormente denunciar, por medio de su equipo, inconsistencias numéricas claras que demostrarían irregularidades.

Además, el Grupo de Lima, que agrupa a 14 países de América, ha desconocido las elecciones “por no cumplir con los estándares internacionales de un proceso democrático, libre, justo y transparente”, así como el G7; además de posiciones particulares de Estados Unidos, España y Reino Unido. En muchos casos, como Guatemala y Chile, ya han informado que no habrá embajadores en Caracas, y se espera que México y otras naciones puedan tomar un rumbo similar.

Por eso, Maduro necesita legitimidad. Los acompañantes del Consejo de Expertos Electorales de Latinoamérica avalaron el resultado del proceso, que no contó con observación internacional acordada entre todos los actores, y ya se han sumado las felicitaciones y reconocimientos de China, Rusia, Irán, Palestina, Turquía, Bolivia, Cuba, Nicaragua y El Salvador; todos, Estados con democracias cuestionadas o abiertas dictaduras.

Además, este mismo jueves 24 de mayo juramentó de nuevo el cargo bajo el argumento de la “continuidad administrativa”, aunque fue electo para el periodo que comienza el 10 de enero de 2019. Se trata de afianzarse en el cargo y sobrevivir cuando 7 de cada 10 venezolanos no lo quieren sentado en el poder. Incluso, dio muestras de apertura a sus adversarios. Por ejemplo, anunció amnistías a opositores “que han cometido errores” y diálogo con quienes lo adversan. Busca, como ha afirmado, una “pacificación”.

No obstante, buena parte de la dirigencia opositora se mantiene en el exilio, huyendo de persecuciones judiciales, al igual que exaliados de Hugo Chávez que han abanderado la crítica desde adentro. Además, los partidos políticos opositores siguen ilegalizados, el Parlamento permanece anulado y hasta ha arreciado la acción contra sectores ciudadanos. Hay médicos encarcelados por protestar por la crisis de salud, transportistas que no pueden circular por no tener cómo mantener los autobuses e ingenieros que denuncian el abandono del sistema eléctrico. Todos ellos perseguidos por eso.

No es suficiente

Antes del 20 de mayo llegó un sinfín de advertencias. Ahora, la comunidad internacional pasa a la etapa de boicot diplomático y económico, como apunta el internacionalista Carlos Romero.

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El Grupo de Lima anunció que reducirá el nivel de sus relaciones diplomáticas con Venezuela; llamará a consultas a los embajadores en Caracas; convocará a los embajadores de Venezuela para expresar su protesta; coordinará acciones para que los organismos financieros internacionales y regionales procuren no otorgar préstamos al gobierno de Maduro; e intensificará el intercambio de información de inteligencia financiera que le sigue la pista al lavado de dinero de chavistas por el mundo.

Estados Unidos se declaró “en contra de la dictadura” y la Casa Blanca anunció la prohibición a cualquier ciudadano, institución o empresa estadounidense de adquirir deuda venezolana o activos y propiedades pertenecientes al gobierno de Venezuela en Estados Unidos, incluidas aquellas inversiones derivadas de Petróleos de Venezuela.

Ello complica la búsqueda de dinero fresco que llevaba a cabo Maduro. Este negociaba los activos de la empresa Citgo en territorio norteamericano, como colateral por nuevos préstamos, o buscaba renegociar las empresas mixtas del sector hidrocarburos. Y quizá no haya vuelta atrás porque para Estados Unidos el problema del gobierno de Venezuela no es su conducta, sino su existencia misma.

El mundo se le hace chiquito a la ‘revolución’. Por fin, Washington sancionó al número dos del chavismo, Diosdado Cabello, así como a su entorno familiar –su hermano es el jefe de impuestos y su esposa es ministra de Turismo– y económico, pues los capitales de su presunto testaferro, Rafael Sarría, quedaron congelados.

Se viene, entonces, una temporada de caza a los capitales. Mediante mecanismos de negociación e impunidad selectiva, se busca a mediano plazo quebrar la coalición gobernante, para que las distintas facciones que aprovechan el régimen de Maduro lo dejen al notar que los costos de salirse son más bajos que los de quedarse en el poder.

La presión internacional no basta. Por eso, la oposición nacional busca los modos de reagruparse, articularse y convertirse en fuerza real que aproveche ese descontento demostrado el domingo 20 de mayo, tanto con los votos por adversarios de Maduro como por la inmensa abstención.

Los primeros días después de las votaciones hubo repartición de culpas. Desde el comando de Henri Falcón varias voces acusaron a los abstencionistas, y a los liderazgos que llamaron a no participar, de perder una oportunidad dorada para sustituir al gobierno. Y, al contrario, hubo señalamientos de candidez, ingenuidad, de prestarse a un juego que ya estaba cantado.

Pero vienen nuevos escenarios. Henrique Capriles, el segundo líder opositor mejor valorado después de Leopoldo López –que sigue preso en su casa–, ha llamado a la Unidad. En la Asamblea Nacional, que desconoció el proceso, los grupos políticos coincidieron en la necesidad de una nueva ruta común, aunque los más “radicales” piden “depurar” a la oposición.

La discusión puertas adentro no es poca. Los aliados y los más alejados analizan cómo definir una hoja de ruta, la gran deuda de 2018. Pero no hay certezas. Todos piden confianza, pero aún no se toman las fotos en conjunto. Por ahora, convocan de nuevo a actividades con la sociedad civil.

Los cuarteles

En el sector militar, el que teóricamente soporta al chavismo en el poder, el descontento campea. Solo un día después de los comicios, 11 militares activos de la Armada y la Fuerza Aérea fueron apresados y presentados a tribunales, acusados de conspiración. Forman parte de los casi 40 oficiales detenidos desde la semana anterior a las elecciones.

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Antes, otro grupo de 34 uniformados militares habían sido encarcelados hasta abril, siempre acusados de traición a la patria y de rebelión. Y según el abogado Alonso Medina Roa, este año ha habido más de 100 detenidos entre comandantes de batallones, sargentos, tenientes y hasta generales, varios representados por él.

La ONG Control Ciudadano, que sigue la pista al sector militar, incluyó por primera vez en más de un lustro entre sus escenarios probables para 2018 el coup d’État, “no con alta probabilidad, pero sí como una variable en aumento sostenido. Y no necesariamente violento, sino como producto de un acuerdo del chavismo militar”, especificó su directora, Rocío San Miguel.

Según la analista Sebastiana Barráez, los militares detenidos esta ban casados con la revolución, tenían comando y poder de fuego, y, por lo tanto, la alarma es más fuerte en Miraflores. A su juicio, Maduro puso a toda la Fuerza Armada bajo sospecha.

No es casual que haya justificado la expulsión del encargado de negocios de Estados Unidos en Caracas, Todd Robinson, en una supuesta conspiración “militar, económica y política” que fraguaba, según denunció Maduro. Este no puede descansar tranquilo, pues la sociedad en pleno seguirá exigiendo cambios ante un gobierno que profundiza el hambre y la hiperinflación. Al fin y al cabo, según se calcula, cerrará el año por encima de 100.000 por ciento.