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| Foto: A.F.P.

ESPAÑA

Presidentes encargados: el arte de vivir sin gobierno

Todo indica que el país podría completar un año con un presidente encargado. ¿Cómo es un Estado empantanado en la inacción?

10 de septiembre de 2016

España superó los 215 días sin tener un gobierno en propiedad, los cuatro partidos fuertes siguen sin ponerse de acuerdo, y el país marcha hacia la realización de unas terceras elecciones generales en noviembre, aunque nada indica que esta vez podrían resolver el problema.

Los más de 3 millones de empleados públicos continúan asistiendo a sus despachos, con los mismos presupuestos de 2015 y cobrando sus salarios, entre ellos el presidente Mariano Rajoy y todos sus altos cargos, que siguen en funciones, pero con las manos atadas. La deuda pública devora el 100 por ciento de los ingresos del Estado, la tasa de desempleo supera el 20 por ciento y los ciudadanos están pasando de la preocupación a la burla. La última broma que circula por internet es: “Me parece denigrante que en un año tenga que ir a votar más veces de las que he hecho el amor”.

“Lo más grave de todo esto es que está propiciando el desinterés general por la política, después de que las elecciones de diciembre rompieron por primera vez la bipolaridad tradicional del Partido Popular y el PSOE, e inauguraron una nueva fase con cuatro partidos fuertes”, aseguró a SEMANA el politólogo Joan Nogués de la Universidad de Barcelona.

Durante estos siete meses España no ha podido cumplir sus obligaciones con la Unión Europea, que ha estado a punto de multarla por no aplicar los compromisos de control del déficit público. Bruselas pide que los políticos españoles se pongan pronto de acuerdo para tener un gobierno estable con el cual trabajar, pero en Madrid esas voces europeas se oyen apagadas por el estruendo de siete meses de campaña política. Lo único que aplauden los españoles es que Rajoy no ha podido realizar más recortes sociales, ni ha endeudado más al país ni destinado nuevos presupuestos para beneficiar a sus empresarios amigos.

 El Estado está empantanado. En los últimos años las desigualdades se han incrementado, y la falta de un gobierno con poder ha impedido emprender políticas públicas para aliviar estos problemas. El Parlamento también está frenado y en estas dos legislaturas no ha aprobado ley significativa alguna. En varias ocasiones, el PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos han convocado sesiones de control al gobierno, pero Rajoy se ha negado a acudir aduciendo que está “en funciones”, es decir, que ejerce como interino.

 Debido a esta falta de gobierno, España ha perdido peso y poder en los organismos internacionales: la Unión Europea, la ONU, la Otan, etcétera. En las cumbres internacionales los delegados españoles reciben un saludo cordial, pero nadie negocia con ellos. El país es un fantasma al que todos ven pero nadie escucha.

 Desde diciembre pasado, España es un Estado amordazado y con camisa de fuerza que vive por inercia. Lo peor es que siguen vigentes los presupuestos de Rajoy de 2015, con todos sus recortes sociales y sin ninguna política seria para aliviar las desigualdades sociales y reducir el desempleo.

Ahora, los líderes de los partidos con más votos y escaños en el Parlamento, Mariano Rajoy del Partido Popular (137 curules) y Pedro Sánchez del PSOE (85 escaños) insisten en convencer a los demás para que les permitan gobernar en minoría, pero los partidos Unidos Podemos (71 curules) y Ciudadanos (32 escaños) no dan su brazo a torcer. Ciudadanos, de Albert Rivera, se ha mostrado como partido-visagra tras pactar con el PSOE a comienzos de año y recientemente con Rajoy, pero su condición “de derecha” choca con la oposición de Unidos Podemos, situada a la izquierda del PSOE.

“Está claro que el PP de Rajoy y el PSOE son irreconciliables por la historia; el primero representa la dictadura franquista y los socialistas la oposición en el exilio y en la sombra. Necesitarán 30 o más años para pactar un gobierno conjunto”, dijo a SEMANA la analista Laura Blasco, de la Universidad Complutense. El fracaso de Rajoy se explica, además, por la corrupción de sus líderes y de su organización. El propio presidente tendrá que acudir a los tribunales para responder por la financiación ilegal de su partido, que desde 1992 ha recibido dinero de empresas beneficiadas con contratos con el Estado. A ello se suma el inicio y el cierre de múltiples juicios a líderes del PP.

Esto debilitará al gobierno y podría modificar el equilibrio de fuerzas al juntar al PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos. “Esta alianza abriría una senda posible para un pacto a tres bandas, única opción factible. Pero Sánchez, que ya fracasó en forjar este convenio, tendrá que probar muchas fórmulas para derribar el veto mutuo de Unidos Podemos y Ciudadanos”, explicó a SEMANA el politólogo Fernando García.

Unas terceras elecciones en noviembre representan la deblacle de los partidos, y los sondeos prevén un resultado semejante al actual, aunque con mayor abstención. Aprender a pactar a tres o más bandas es difícil y duele, pero si algo deja esta experiencia es que los políticos de los viejos y nuevos grupos tendrán que aprender, por las buenas o las malas, en los años por venir.