UNA PROPUESTA CON DUENDE

Con su última exigencia al gobierno sandinista, Reagan divide las opiniones de los mandatarios que apoyan a Contadora.

13 de mayo de 1985

Hacía tiempo que el presidente norteamericano Ronald Reagan no anotaba un gol político en relación con Centroamérica. Su apoyo a los "contras" nicaraguenses, el minado de puertos como Corinto, su desconocimiento de la Corte Internacional de La Haya, su reticencia de hecho a las gestiones del Grupo de Contadora, la movilización de aviones espías sobre el espacio aéreo de Nicaragua, etc., no han sido las mejores tarjetas de presentación del jefe de la Casa Blanca ante la comunidad internacional y ante el Congreso norteamericano mismo, quien le tiene en estos días congelado 14 millones de dólares para refuerzo militar de los antisandinistas. Las decisiones de Reagan -verdaderos autogoles desde cierto punto de vista- han sido capitalizadas por el gobierno de Managua a su favor en el terreno diplomático.
Tal tendencia sin embargo, se quebró un tanto la semana pasada cuando el mandatario norteamericano formuló al gobierno sandinista, a través del presidente Belisario Betancur, una propuesta que fue respaldada por los gobiernos de Colombia, Venezuela, Argentina, Ecuador y Panamá, hecho novedoso pues estos centros vienen definiendo su posición centroamericana en los términos en que los ve Contadora, que no son exactamente los de Washington.
La propuesta de Reagan, en líneas generales, consiste en la promesa de no asignar más fondos a la compra de armas destinadas a los "contras", siempre y cuando el gobierno sandinista abra negociaciones con tales insurgentes bajo supervisión de la Iglesia Católica, y programe nuevas elecciones generales con participación plena de la oposición. La propuesta fija como plazo, para la iniciación de tales conversaciones, el 1 de junio próximo, despues de lo cual Reagan reanudará, si el Congreso se lo permite, su apoyo militar a los "contras" Formulada casi a quemarropa al presidente Betancur en el acto celebrado en el jardín de la Casa Blanca, al finalizar la visita del mandatario colombiano a Estados Unidos, la propuesta fue saludada por el dirigente colombiano quien fungía en ese momento como vocero del grupo Contadora. "Mi reacción es muy positiva", dijo en ese momento Betancur. Pocas horas después el presidente nicaraguense Daniel Ortega y su canciller Miguel D'Escoto, rechazaban el plan, calificándolo como "una acción desesperada de último momento" de Reagan, diseñada para que el Congreso norteamericano apruebe los 14 millones de dólares para los rebeldes antisandinistas. Muy confiado en lo que decía D'Escoto llegó a asegurar que los únicos países que apoyaban la propuesta de Reagan eran El Salvador y Colombia. Sin embargo, una semana después, desde Buenos Aires, Caracas, Panamá y Quito comenzaron a llegar indicaciones de que la propuesta iba a tener más audiencia de lo esperado.
Mientras México asumía una actitud dubitativa y Betancur matizaba su postura inicial, el presidente Jaime Lusinchi de Venezuela, declaraba que el diálogo propuesto por Reagan "es positivo y no veo por qué no debe explorarse esa posibilidad". Según él Nicaragua "no perdería nada yendo a unas conversaciones con la oposición". El presidente ecuatoriano, León Febres Cordero, quien acompañaba en ese momento a Lusinchi, acogió tales términos. Por su parte, el canciller argentino, Dante Caputo, ferviente admirador de Contadora, indicó que la propuesta de Reagan "señala una voluntad política y es una solución de naturaleza política, por lo que nosotros nos alegramos". Fernando Cardoze Fábrega canciller panameño, también se inscribió en ese tipo de enfoque al decir que la propuesta contiene "elementos positivos... en la medida que se alienta la cesación de hostilidades y se alienta el diálogo".
Empero, los sandinistas continuaron rechazando tal plan, basados en el criterio de que los "contras" no son genuinos factores políticos en su país sino sólo unos mercenarios al servicio de Washington, por lo que, insistieron, el diálogo debe ser entre Nicaragua y Estados Unidos, como se venía haciendo en Manzanillo. Betancur, quien no pudo hacer escala técnica en Managua para entregar personalmente el mensaje de Reagan, decidió más tarde apelar directamente al presidente Fidel Castro. El 6 de abril envió a su cánciller Augusto Ramírez Ocampo a La Habana para que este consultara el punto de vista del líder cubano sobre las posibilidades de éxito de la propuesta Reagan. Allí halló al presidente Daniel Ortega, quien, a su vez, discutía con Castro la oferta de Washington.
En la noche del 7, Betancur mientras tanto admitía en alocución pregrabada para la televisión, que la propuesta ciertamente contenía "elementos difíciles de implementar". El mandatario colombiano respondía así por anticipado a sus críticos quienes no sólo fustigaban el viaje del canciller a Cuba calificandolo como una nueva "audacia de Betancur" (entre Colombia y Cuba no existen relaciones diplomáticas formales desde 1981, aunque sí contactos informales fluidos) sino que sugerían que al acoger como positiva la propuesta de Washington, Betancur se había "hecho cargo del plan Reagan de desestabilización del gobierno de Managua", como llegó a formularlo más tarde el ex canciller colombiano Alfredo Vásquez Carrizosa.
Si bien enviar al Canciller a un país con el cual no se tienen relaciones diplomáticas fue un golpe audaz y pantallero, era casi imposible que la visita de Ramírez Ocampo a Cuba, produjera nuevos resultados. Difundida internacionalmente la postura de Managua, no era muy probable que el gobierno sandinista cambiara su posición de la noche a la mañana, como consecuencia del viaje del emisario colombiano. Fidel Castro tampoco llegó a hacer comentarios de fondo ante Ramírez Ocampo sobre la propuesta Reagan aunque sí ratificó su apoyo a Contadora. Tales gestiones son, dijo Fidel, "quizás el único proceso capaz de hallar la paz en la región". Managua, de todas formas impresionada por las declaraciones de los gobiernos latinoamericanos y temerosa de quedarse aislada envió una carta a los presidentes de Contadora, en la que Daniel Ortega indica que "el ultimátum" de Reagan es inaceptable dado que con él Washington "pretende que Nicaragua renuncie a su soberanía, autodeterminación e independencia". Acoger una postura diferente agrega el mensaje, "provocaría el fracaso definitivo de las gestiones del grupo de Contadora".
Esa línea de actuación, así como la visible consulta de la misma con Fidel, constituyeron para algunos, dos errores de los sandinistas. El argumento es que el gobierno norteamericano, que sistemáticamente califica al gobierno nicaraguense de ser un "satélite de Castro", puede ahora relanzar acusaciones contra ellos de ser excesivamente dependientes de La Habana. "El presidente Daniel Ortega no podía darse el lujo de dejarse ver consultando enfáticamente a Castro los lineamientos de su política exterior", dijo un observador colombiano a SEMANA.
La segunda equivocación, según dicho enfoque, fue haber respondido casi automáticamente a la propuesta desechando argumentos que Managua podría haber manejado pensando más en sus amigos latinoamericanos y en el Congreso norteamericano que en Reagan mismo. Al fin y al cabo, el poder sandinista, mucho antes de que Reagan formulara su última propuesta, ha emprendido acciones, como negociar con las fuerzas misquitas y abrir un diálogo nacional en Managua (por ahora frustrado), que podían haberse invocado en la respuesta. El mismo hecho de haber realizado elecciones en noviembre pasado, que merecieron el respaldo de múltiples observadores extranjeros, ha podido ser recordado. Para analistas como el argentino Jacobo Timmerman -nada acusable de ser "comunista" o algo parecido- esas elecciones fueron en parte producto de "presiones" del proceso impulsado por Contadora, argumento que podía ser útil al momento de rechazar la propuesta Reagan de efectuar nuevos comicios.
Claro está que este último aspecto de las "elecciones con supervisión internacional" exigido por Reagan, es el que menos apoyo ha obtenido entre quienes saludaron la propuesta. Esta tampoco logró abrirse paso en las conversaciones de los viceministros de Contadora y del área centroamericana reunidos en Panamá en calidad de plenipotenciarios. Tales pláticas se concentraron en los textos que trae el documento de trabajo respecto de los álgidos puntos de la verificación y control del eventual tratado. Aunque la firma de este documento aún no se ha dado porque Nicaragua todavía no logra ponerse de acuerdo con Honduras, El Salvador y Costa Rica al respecto, el intento por "afinar" las formulaciones continúa, asi como el proceso negociador mismo, en un ambiente de optimismo, según declararon voceros de Contadora en la reunión. De tal suerte que la propuesta Reagan se ha trasladado al ámbito de las hipotéticas negociaciones bilaterales Nicaragua-Estados Unidos y no vendría a pesar mucho en las multilaterales propias de las reuniones de Contadora.