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Las familias de las víctimas del atentado acudieron de inmediato a la Escuela de Cadetes para verificar el estado de salud de sus seres queridos.

CRÓNICA

Incertidumbre: el suplicio de las familias de las víctimas del carro bomba

Después de que estalló la camioneta en la escuela de cadetes, los familiares iniciaron un viacrucis que iba desde suplicar por información hasta la difícil tarea de buscar un nombre en la lista de los 21 muertos y 68 heridos.

17 de enero de 2019

Atención: explota carro bomba en la Escuela de Cadetes de la Policía General Santander. Cuando Lorena Mora vio este titular en las noticias se acordó de su hermano Jair Arley, un cadete de 20 años que aspira a ser oficial. Desde ese momento, hacia las 9:30 de la mañana, empezó su viacrucis. Necesitaba encontrarlo. Se fue hasta el Hospital Central de la Policía.

Este jueves Bogotá fue testigo de un atentado terrorista que hasta el momento deja 21 muertos y 68 heridos. En el centro de estudios estalló una camioneta Nissan Patrol modelo 1993. La tragedia sucedió minutos después de la conmemoración del ascenso de cadetes de la Policía, y la bienvenida de los nuevos aspirantes. Este atentado quedará marcado en la historia de la ciudad como uno de los más devastadores después el carro bomba que estallaron las Farc en el club El Nogal en el 2003. Para ese momento, Bogotá lloró a 36 muertos y decenas de heridos.

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En la Escuela de Cadetes había decenas de personas intentando dar con el paradero de sus familiares. Entre la multitud, los policías que se encontraban en la entrada intentaban dar información, visiblemente afectados por lo sucedido: la vida de varios de sus compañeros pendía de un hilo.

Lorena encontró identificó el nombre de su hermano en una de las listas de heridos. Nunca desistió de llamarlo al celular, tenía la esperanza de que contestara y le dijera que estaba bien. Lo que no sabía en ese momento era que en la Escuela de Cadetes habían decomisado los celulares tras la explosión, por seguridad. Pero Jair Arley encontró la forma de llamarla de un teléfono prestado, sabía que su familia debía estar angustiada, en Colombia no se hablaba de nada más.

Lorena llegó al Hospital de la Policía. Se confundía con la multitud que estaba allí. Decenas de ciudadanos estaban haciendo largas filas para donar sangre. La solidaridad que mostró el país fue como un bálsamo en medio del dolor. “Estaba en una cita médica, venía en la buseta y mi hija me llamó, me dijo que necesitaban donantes de sangre en el Hospital Central de la Policía. Inmediatamente vine”, contó María Paulina Alvarado.

El Hospital de la Policía se declaró en contingencia, lo que significaba que estaba atendiendo de manera prioritaria a las víctimas del atentado y por tanto no podía continuar con su habitual funcionamiento. Esto hacía un poco más difícil la atención. Cuando Lorena preguntó por su hermano le dijeron que no la podían atender. Angustiada, siguió preguntando hasta que encontró al encargado de atender a los familiares de los heridos. Su hermano estaba hospitalizado.

Una vez adentro cada persona debía buscar a su familiar. Los médicos y los policías los ayudaban. Algunos, como Lorena, pudieron hablar directamente con ellos. El alma le volvió al cuerpo. Estaba vivo, estable y sin heridas de gravedad.

“Estaban saliendo del alojamiento cuando sintieron la explosión. Él dice que en el momento no sintió nada, y al salir encontró a los compañeros. Cuando se calmó un poco sintió el dolor. Vio vidrios y trató de ayudar a los que pudo, hasta donde pudo”, contó Lorena sobre su hermano, quien sufrió un esguince en la rodilla.

No todos corrieron con la misma suerte. Ella por lo menos sabía algo. En los hospitales la orden fue cerrarle la puerta no solo a los periodistas, también a los familiares de personas que tenían a sus seres queridos en urgencias por otros motivos distintos al del atentado. “Por lo del atentado no nos van a dejar entrar, porque necesitan concentrar toda su atención en las víctimas”. Dentro del hospital El Tunal todo era susurros. Secretos sobre la gravedad de los heridos.

En la entrada de este centro médico había periodistas tratando de buscar a las familias de los afectados. No habiá muchos. Dos chicas jóvenes dijeron que llegaron a este hospital porque su familiar no les contestaba. “Tiene el celular apagado, tememos que haya salido herido pero no nos dan información”, dijeron. La familia se repartió por las clínicas a donde las víctimas fueron trasladadas. Aparte del Tunal, llegaron heridos a la Clínica de Occidente, Hospital Central de la Policía, Medical Proinfo, Hospital Militar Central, Kennedy, Policlínico del Olaya, Fundación Santafé y Clínica Colombia.

En Urgencias del Hospital El Tunal estaban cinco policías, entre los que se encontraban dos mujeres. A este hospital llegaron 8 heridos de los que solo quedaron tres, dos de gravedad. Otros dos murieron y los demás fueron dados de alta. Una de las policías salió para hablar por teléfono. Entre sollozos decía "perdió una pierna”. Poco después salió una de las doctoras y murmuró: “Hay uno que está muy grave. Es mejor que le avisemos a la madre”.

Hubo minutos de mucho silencio. De mirar sospechosamente a quienes estaban en el lugar y no eran policías. A los civiles les preguntaban “¿Son familiares de las víctimas?”. Todos decían que sí. Llegó un hombre joven a urgencias. Hablaba por celular con su madre: “La policía nos ha ordenado que no digamos nada, que no hablemos con la prensa”. (Llora) “No, no, no. No me diga eso”, se lamentaba sin poder contener el llanto.

En la cafetería de El Tunal se oía comentar a algunas de las enfermeras “quitarle la vida a personas tan jóvenes”. Y sí que lo eran. Según los reportes del distrito las edades de las personas afectadas oscilaban entre los 20 y 23 años.

Al igual que en el Hospital de la Policía, fuera de El Tunal, una fila enorme de personas dispuestas a donar sangre. Funcionarios del distrito vociferaban: “Se necesita con urgencia O negativo”. Se trataba de uno de los tipos de sangre menos comunes. En la hilera de las decenas de personas dos podían ayudar. “Yo escuché el estruendo desde mi casa”, dijo una de las mujeres que hacía la fila. “Vengo a donar sangre porque aunque no tengo a ningún herido hay que ser solidarios. Que tal mi sangre pueda salvar una vida”. El estruendo fue tan fuerte que más de 200 casas cercanas al impacto sufrieron algunos daños. A varias viviendas se les quebraron los vidrios y las tejas.

A las 5 de la tarde le darían paso a los familiares. “Pero tenemos que tener cuidado de no dejar entrar a los dizque periodistas que se están haciendo pasar por familiares de las víctimas”, dijo una de las celadoras del lugar. En su uniforme se leía una estampilla que decía “Poveda”.

Mientras en las salas de espera todo era silencio, la prensa no paraba de soltar titulares. Los estudiantes no salieron a las calles a marchar contra el Esmad como lo tenían planeado. Los contradictores del fiscal no prendieron sus linternas en este oscuro 17 de enero en el que el terror volvió a Bogotá. La Fiscalía identificó a José Aldemar Rojas Rodríguez como el autor material del atentado. El hombre murió en el acto.

En Twitter llovían las condolencias. Por allí también se pudo obtener información oficial sobre los heridos. La Secretaría General de Comunicaciones de la Presidencia de Ecuador a través de esta red social: "Entre las víctimas del atentado se encuentran la cadete ecuatoriana Erika Chicó, quien lamentablemente falleció, y la cadete Carolina Sanango, que sufrió heridas leves. Otros jóvenes ecuatorianos que estudiaban en la Escuela de Cadetes se encuentran a salvo".

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En el atentado tres deportistas perdieron la vida: Camilo Maquilón Martínez, Steven Prada y Alfonso Mosquera Murillo. Martínez pertenecía a la Liga de Atletismo de Antioquia. De Prada se supo que pertenecía a la liga de fútbol de la escuela y era oriundo de Ibagué. Y Mosquera Murillo era deportista de la liga del Valle del Cauca.

Las imágenes de los heridos eran impactantes. Aunque desde la alcaldía se pidió que no se revelaran por respecto a las víctimas, en Whatsapp se reenviaban cruentas escenas de los hechos. Los casos más graves y desoladores son los de la familias que no han podido encontrar a sus familiares porque Medicina Legal no ha logrado identificar plenamente algunos cuerpos. Se necesitarán pruebas de ADN para hacerlo. 80 kilos de explosivo pentolita hicieron pedazos el carro bomba, y se llevaron de paso las jóvenes vidas de 21 héroes de la patria.

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