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| Foto: Fotomontaje SEMANA

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El Ñoño Elías: de poderoso senador a delator ante la justicia

Este congresista cordobés, quien pasó del cielo de la política electoral al infierno de una cárcel en Bogotá, será el hombre clave de las autoridades en todo el escándalo de Odebrecht. Algunos ya hablan de la 'Ñoñopolítica'. Sus testimonios podrían desatar un tsunami similar al proceso 8.000.

25 de diciembre de 2017

Si hay alguien que tenga alborotado el mundo judicial y político es Bernardo Miguel el Ñoño Elías. Y la razón es muy simple: su decisión de contarle a las autoridades todo lo que sabe del escándalo de Odebrecht –en especial por quienes pueden verse salpicados– tiene en ascuas a varios sectores de poder del país. Sobre todos quienes fueron sus compañeros de curul en el Congreso.

Tan agitado está el panorama judicial con lo que sería el contenido de sus declaraciones, que varias voces ya hablan de la ‘Ñoñopolítica’ y algunos otros, guardando las distancias, comparan su caso con lo que hizo Yidis Medina al admitir que su voto para avalar la reelección de Álvaro Uribe, en 2005. Eso llevó a la cárcel a varios exministros y funcionarios del alto gobierno de la época.

Ahora que se vienen las elecciones de 2018, y como el Ñoño no puede aspirar por estar preso, se dice en los mentideros políticos que en el partido de la U le dieron espacio a su hermano, Julio Elías Vidal, para que aspire a la Cámara y, al conservar la influencia electoral, se reserve parte de su verdad. Eso sí, estos son rumores que solo la justicia podrá descifrar su veracidad.

Ante este panorama, de un Ñoño delator, como va a ser en el 2018 con los acuerdos que está trabajando con la justicia junto al otro gran elector costeño, Musa Besaile, es que muchos se preguntan de dónde viene y por qué llegó a ser tan poderoso. Esta es su historia. 

¿De dónde vienen el Ñoño?

Hasta hace unos años, nacer en Córdoba era estar rodeado de pobreza. En el 58 % de los hogares del departamento un plato de comida no era lujo de todos los días, y el 18 % sobrevivía a la pobreza absoluta. En lugares como San Andrés de Sotavento y Canalete, el 97 % de los hogares eran pobres, y de cada mil nacidos, el 24 % moría de hambre o por no tener las defensas suficientes para contrarrestar algún virus que parecía inofensivo.

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Bernardo Miguel Elías no nació en cuna de oro, pero le tocó crecer en otra realidad. En su casa, en Sahagún, nunca faltó el agua, la luz ni la comida. El Ñoño, como lo conocen en el mundo político, puede ser uno de los hijos más afortunados de ese municipio cordobés.

Desde joven ha visto pasar por el frente miles de millones de pesos en contratos, campañas políticas y cupos indicativos. Se sabe que desde hace más de 11 años devenga cerca de 20 millones mensuales. Y, aún así, no existe una propiedad registrada a su nombre.

Para quienes investigan hoy la telaraña del caso Odebrecht, el dato fue impresionante. La inexplicable pobreza del Ñoño contrasta con lo que varios implicados en ese escándalo han dicho de él. La Fiscalía consideró que las acusaciones contra el senador son tan serias, que envió copias a la Corte Suprema de Justicia, el organismo responsable de investigar y juzgar a los congresistas, y actualmente está tras las rejas.

Casi todos los caminos de buena parte de ese escándalo han conducido al Ñoño. Al menos los que tienen que ver con la parte en la que también participa el exsenador Otto Bula: la adición de la Ruta del Sol para la vía que comunica a Ocaña con Gamarra. En las primeras hipótesis de la investigación se reveló que la compañía brasilera habría pagado 4,6 billones para hacerse a ese millonario contrato.

La justicia tiene varios indicios de que el Ñoño tendría conocimiento de cómo se hizo esa vuelta y trabaja para que lo cuente todo y, de ser posible, revele quiénes fueron todos sus cómplices.

Hay varios elementos clave que lo comprometen. Por un lado, las declaraciones de Otto Bula. El exsenador les entregó a las autoridades pantallazos de los chats en los que les pregunta a altos funcionarios del Gobierno cómo va el proceso de adjudicación del contrato. Por otro lado, se sabe que el expresidente de la ANI, Luis Fernando Andrade, le dijo a la Fiscalía en su interrogatorio que Bernardo Elías era uno de los congresistas que habían manifestado interés en la carretera. 

Por último, las autoridades trabaja en la hipótesis de que fue el Ñoño quien cuadró la famosa reunión entre el empresario Andrés Giraldo y Otto Bula en un café de la carrera 15 con calle 88. 

A pesar de que es uno de los senadores más votados del país, muchos colombianos oyeron por primera vez este año del Ñoño Elías. Aunque en privado sus colegas en el Congreso lo describen como un hombre amigable y simpático, en público pocos pueden medirle el aceite. Habla poco y suele pasar siempre inadvertido.

El salto a la política

Ñoño Elías no comenzó en la política, pero en Sahagún cuentan que la lleva en la sangre. El hoy senador es hijo de Bernardo Elías Náder y sobrino del exgobernador y exsenador Jorge Ramón Elías Náder, a quien el Proceso 8.000 lo llevó a la cárcel.

Se graduó de Ingeniero Civil de la Universidad de la Salle y se especializó en Gerencia de Construcciones de la Javeriana. Desde primíparo, en 1995, se acostumbró al frío capitalino, de lunes a viernes, y a las fiestas vallenatas los fines de semana con sus amigos Peter Manjarrés y Silvestre Dangond.

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Hasta el 2005 se ganó la vida desde la orilla de constructor de obras públicas. Sin embargo, para las elecciones del 2006 decidió saltar a la arena política y seguir los pasos de su familia. En Sahagún cuentan que, para esa primera campaña, Bernardo Elías se endeudó cuanto pudo y botó la casa por la ventana en la campaña. Sacó cerca de 10.000 votos en su pueblo, los suficientes para ser representante a la Cámara de su departamento apenas a los 30 años.

Esos primeros años en el Congreso los recuerda todo el pueblo. Los fines de semana, cuando el Ñoño aterrizaba, Sahagún se llamaba ‘Ñoñomanía’. Rifas navideñas, fiestas de las madres, regalos y banquetes, todo de la mano de un hombre de 1,68 metros de estatura, cachetón y siempre sonriente, que en el diccionario colombiano se definiría como un “bacán”. También se le veía de casco y le atribuían como si fuera un santo el milagro de una calle pavimentada, o de la más moderna plaza de mercado.

Cuatro años le bastaron para multiplicar esos votos. En las elecciones siguientes en el año 2010, la cifra llegó a 62.050, lo suficiente para escalar al Senado. En San Andrés de Sotavento, fortín tradicional de la familia López Cabrales, un pueblo invadido por la pobreza, casi todos votaron por él, indígenas incluidos. 

El despertar de la Ñoñomanía

Pero la “gloria” del Ñoño llegó realmente en el 2014 cuando gracias a la ‘Ñoñomanía’, una campaña política que llevaba ese nombre, logró ser el tercer candidato más votado en el país. Sacó 145.402 votos. Así, a los 41 años acumuló más poder que muchos veteranos en el Congreso. 

Siempre pasó inadvertido para la prensa nacional, entre otras por su capacidad de eludir con gracia y amabilidad a los periodistas. Desde el primer día hizo parte de la comisión económica, por sus manos han pasado las reformas tributarias, el presupuesto anual de la Nación, el plan de Desarrollo. Si alguien hablaba de dinero a diario es el Ñoño Elías.

Pocos congresistas tenían tanto peso como él. Influyó entre los demás congresistas costeños, otros siete senadores también son cordobeses; en el Partido de la U preferían no incomodarlo, pues necesitaban de sus votos; no era de levantar la mano para pedir la palabra en las plenarias, pero sí de los que le armaban corrillo alrededor a la espera de apuntes de buen humor. Tanto uribistas como santistas se rieron con él.

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De su paso por la Cámara de Representantes poco se recuerda. En su primer período en el Senado sacó seis leyes, dos de las cuales elevaron a patrimonio cultural de la Nación un colegio en Sahagún y la semana de la cultura de esa ciudad. Sacó pecho como autor del estatuto del consumidor por haberle dado a los colombianos el derecho a reclamar en la compra de bienes y servicios.

Pero si por algo se hizo célebre en el primer cuatrienio de Juan Manuel Santos fue por ser el campeón de cupos indicativos, esas partidas que el Gobierno les adjudica a los congresistas para que lleven a cabo obras en sus departamentos y que la opinión pública ha decidido llamar los potes de mermelada. Entre el 2010 y el 2011, según una denuncia del uribismo, al Ñoño le habrían tocado $90.000 millones, pero se habla de que hasta el 2014 la cifra había ascendido a $180.000 millones.

Con esa plata, Sahagún pavimentó todas sus calles, construyó ocho kilómetros de ciclorruta, un paseo peatonal sobre la troncal de occidente, la terminal de transporte, la sede de la Universidad de Córdoba y el estadio Armando Tuirán Paternina, con capacidad de 5.000 sillas, y en el que se disputa la Liga Ñ, 16 equipos juveniles que el Ñoño Elías quiso convertir en estrellas del fútbol nacional.

Pero su poder no se reducía a Córdoba. En estos cuatro años a Elías se le señaló de ser el que mandó en el Fondo Financiero de Proyectos de Desarrollo (Fonade). Las cuotas burocráticas son difíciles de comprobar, pero se dice que por varios años en esa entidad predominó el acento cordobés entre sus funcionarios. Por cuenta de todo lo anterior, en el mundo político se convirtió en el símbolo de la llamada “mermelada”.

 *Este artículo es una edición de la nota Ñoño Elías: la ‘pobreza’ del senador de la mermelada, publicado en esta revista el 3 de marzo de 2017.