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El poder de Floro

El nuevo gobernador del Cauca triunfó con el voto independiente y el de parte de la aristocracia payanesa.

11 de diciembre de 2000

Despues de la elección del indígena guambiano Floro Alberto Tunubalá Paja como nuevo gobernador del Cauca algunos payaneses han propuesto con sarcasmo que el departamento sea rebautizado con el nombre de “Indianápolis porque ahora está gobernado por indios”. Este chiste, al igual que otros de más grueso calibre que circulan de boca en boca en Popayán, tienen un tufillo racista y despectivo hacia el mandatario electo.

El humor negro ha sido la única respuesta que ha tenido un sector de la sociedad caucana, que aún no entiende cómo fue posible que un tecnólogo indígena de 45 años, oriundo del municipio de Silvia, derrotara con una campaña austera, de menos de dos meses de duración, al candidato en el que habían cifrado sus esperanzas todos los barones políticos liberales y conservadores de la región. Es la misma gente que está preocupada desde ya porque el Jueves Santo del próximo año Tunubalá, vestido de anaco y ruana, y no de frac como lo demanda su tradición, portará el estandarte que abre las procesiones de Semana Santa, una función protocolaria que siempre ha cumplido el gobernador de turno.

Mientras una minoría se angustia por estas y otras minucias, buena parte de la población ve con satisfacción el resultado de las pasadas elecciones. El abogado Rodrigo Velasco Arboleda, quien fue gobernador del Cauca durante la presidencia de Misael Pastrana Borrero, dice que “este hecho es histórico porque nos ha quitado a los popayanejos el tono de aristócratas apergaminados. Había que darle oportunidad a quienes no la habían tenido en 400 años. Floro tiene que estar preparado para que no frustre las esperanzas de quienes votamos por él”. En general en el ambiente hay grandes expectativas sobre lo que puede significar el mandato de Tunubalá para el futuro del departamento. “No todos somos floristas pero vemos con optimismo este triunfo porque significa que el Cauca está maduro para protagonizar un cambio”, dice Eugenio Vallejo, abogado y coordinador regional de la campaña de Noemí Sanín.



Terremoto político

Cauca es una tierra de caciques, no indígenas sino políticos, que durante décadas han manejado el poder local a su antojo y conveniencia. El decano de todos es el senador liberal Aurelio Iragorri. Este manejo cerrado y concentrado de la política, siempre los mismos apellidos alternándose en diferentes cargos, se correspondía, según el politólogo Juan Diego Castrillón, “con un departamento agrario y premoderno”. Pero los tiempos y las situaciones cambian hasta en el feudo más aislado.

Esto fue lo que ocurrió en el Cauca sin que los grandes barones electorales lo advirtieran en su momento. En las elecciones para gobernación de 1997 Bernardo Ordóñez, un desconocido empresario apoyado por el Bloque Social Alternativo, obtuvo 53.000 votos. Si se tiene en cuenta que el liberal César Negret ganó con 83.000, los votos obtenidos por Ordóñez indicaban que ya existía una franja de electores dispuestos a jugársela por una opción diferente a la de los partidos tradicionales. “Los de Ordóñez fueron votos contra el sistema. La prueba es que después, cuando se lanzó al Congreso, obtuvo sólo 2.000”, dice un ex funcionario de la gobernación. Luego, en la primera vuelta de la elección presidencial, Noemí Sanín le ganó a Horacio Serpa en un departamento donde los liberales tienen la maquinaria y la clientela bien aceitadas. Estos dos campanazos debieron haber alertado a los políticos caucanos sobre lo que podía ocurrir, pero no fue así.

Este año el médico liberal César Córdoba Muñoz se postuló como candidato a la gobernación. En los tertuliaderos, como la lonchería La Viña, para nadie era un secreto que Córdoba había sido seleccionado a dedo por el gobernador Negret, un personaje polémico a quien sus opositores acusan de tener un estilo imperial y conflictivo y de haber polarizado al departamento. La clase política parlamentaria del Cauca, ante la perspectiva de quedarse sin parte de la torta burocrática que Negret les había arrebatado y acaparado, apoyó en pleno al médico. Sus diferencias y enemistades con el gobernador quedaron archivadas durante la campaña. En casi seis meses Córdoba visitó los 41 municipios caucanos. Parecía ser el único candidato que, aun en el caso de que apareciera algún contendiente, tenía todas las de ganar con la maquinaria política a su favor.

Mientras el médico hacía proselitismo los representantes de los movimientos que integran el Bloque Social Alternativo discutían sobre si debían participar o no en las elecciones. Cuando decidieron que sí debían hacerlo se enfrascaron en un nuevo debate sobre quién sería el candidato. Se barajaron cinco nombres y al final fue elegido Tunubalá, una figura con una hoja de vida interesante, capaz y que sin duda llamaría la atención de los medios de comunicación y, por ende, del electorado. Un indígena que en el pasado había participado en la recuperación violenta de tierras y ahora aceptaba entrar en el juego democrático era un gran gancho político. Lo último que Tunubalá tuvo que hacer antes de lanzarse al ruedo fue solicitar la autorización de los taitas guambianos.

David vs Goliat

Cuando faltaban menos de dos meses para las elecciones Tunubalá lanzó su campaña en una modesta ceremonia en el Parque Caldas, el corazón de la vida política caucana. Desde su ingreso en la contienda se hizo evidente la disparidad de fuerzas de los dos candidatos. El líder guambiano no tenía camionetas propias para movilizarse y tampoco contaba con los recursos suficientes para visitar todos los municipios del departamento. La verdad era que algunos dirigentes del Bloque, como lo reconocían en privado entonces, no tenían presupuestado ganar. Su intención era más bien consolidar un movimiento demasiado heterogéneo por naturaleza, darles un buen susto a los políticos tradicionales y tener una votación decorosa como la que habían obtenido en el 97.

En las filas de Córdoba, en cambio, estaban seguros de la victoria. Sus partidarios le decían en los corrillos al abogado Eugenio Vallejo que “el indio Floro no pasaba de 40.000 votos, que si ganaba íbamos a retroceder 400 años y que por eso debería estar con ellos”. Aunque todas las encuestas daban como ganador a Córdoba sus partidarios quisieron curarse en salud e intentaron polarizar al electorado con el cuento de que votar por Tunubalá era entregarle el departamento a gente resentida y recién aparecida. Los analistas vaticinaban, por su parte, recuerda el politólogo Juan Diego Castrillón, que “si salía a votar Popayán no iba a haber problema con Floro”. La capital es, junto con el centro y el norte del Cauca, la clave para ganar las elecciones pues en estas zonas se concentra, como lo demostró un estudio que se hizo sobre los procesos electorales entre 1978 y 1998, el 57 por ciento de la votación departamental.

Si Tunubalá quería triunfar era claro que tenía que seducir a los payaneses. La oportunidad de hacerlo se la dio Vallejo, unos 20 días antes de la jornada electoral, cuando lo invitó al exclusivo Club Popayán, uno de los dos más antiguos del país. En el Salón Eva se organizó un coctel, a las 7 de la noche, para 80 invitados representativos de los estratos altos de la ciudad. A la hora acordada llegaron 118 personas. El vino y los pasabocas tuvieron que multiplicarse entre quienes querían oír e interrogar al líder guambiano.

En la reunión las grandes familias, muchas con historias de fincas invadidas por indígenas, oyeron a Tunubalá comprometerse con acabar esta práctica violenta, hacer respetar la ley y trabajar para que con la tecnología adecuada el campo vuelva a ser productivo. Los diarios regionales escribieron que en el Club se habían juntado el olor del páramo y el campo con el sabor aristocrático de los payaneses, se habían amalgamado y estaban dispuestos a apostarle a un cambio en el Cauca. Después de este evento Tunubalá fue invitado a charlas con grupos más pequeños y específicos. Vallejo, a quien todos conocen como ‘Tino’, fue rebautizado como ‘Tinibalá’.

Con el apoyo de los estratos altos y el respaldo de tres de los cuatro candidatos a la Alcaldía, todos liberales, que de esta forma manifestaron su desacuerdo con los manejos de Negret, Tunubalá mantuvo vivas sus esperanzas hasta el 29 de octubre. El día de las elecciones obtuvo 148.183 votos. De los cuatro principales centros urbanos del departamento el líder guambiano ganó en tres: Popayán, Santander de Quilichao y Puerto Tejada. Sólo perdió en el municipio de Bolívar, de donde es oriundo el médico Córdoba. En el sur Tunubalá triunfó apenas en dos poblaciones. Fue una paradoja porque en esta región se esperaba que el indígena barriera por cuenta del apoyo que tenía del Comité de Integración del Macizo Colombiano (Cima), que hace un año movilizó más de 50.000 personas para el paro.

Los resultados fueron contundentes y claros. Es evidente que en Popayán existe una nueva generación dispuesta a jugársela electoralmente por quien les ofrezca un manejo diferente de la política. En esta medida los parlamentarios caucanos y el gobernador Negret hicieron su apuesta y perdieron. Pero no se puede subestimar su capacidad de adaptación a todos los ambientes políticos y por eso tratarán de acomodarse también en el gobierno de Tunubalá. Sólo que será un poco irónico verlos pedirle audiencia al nuevo gobernador.

En cuanto al futuro de Tunubalá, es incierto. Triunfar fue fácil comparado con la tarea que tiene por delante. Como muchos otros gobernadores, en el frente económico tendrá que sanear las finanzas departamentales y, en el político, mantener el difícil consenso de fuerzas distintas que conformaron el Bloque Social Alternativo que lo respaldó.

Pero además enfrenta la tarea titánica de cumplir su promesa de erradicación manual de los cultivos ilícitos y enfrentarse así con intereses poderosos y violentos. Y todo esto tendrá que hacerlo convenciendo a los actores armados que se disputan el territorio de que lo dejen trabajar por los caucanos.