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EL SHOW DE HELMS

Comienza el esperado debate en el Congreso de Estados Unidos contra Colombia. SEMANA revela la historia de María, la carta tapada del senador Helms para desprestigiar al país.

1 de mayo de 1995

ESTA SEMANA COMIENZA FINALMENTE LA serie de audiencias en el Senado de Estados Unidos sobre el narcotráfico y los países productores de droga. Por el estrado desfilarán toda clase de funcionarios y ex funcionarios de la administración norteamericana que han tenido en los últimos años importantes responsabilidades en la lucha antidrogas. Los senadores y sus invitados hablarán mucho de los países andinos y bastante de México. Pero según todas las predicciones las cargas de mayor profundidad estarán dirigidas contra Colombia.
El debate que empieza esta semana es en cierta forma una transacción. Si hubiera tenido lugar antes del 30 de marzo podría haber tenido consecuencias gravísimas para el país. Hasta esa fecha el Congreso tenía la facultad de rechazar cualquier recomendación en materia de certificación que hubiera hecho el gobierno de Clinton. En el caso de Colombia, esta recomendación había sido la de la certificación por seguridad nacional sobre la cual tanto se ha hablado. Pero es un hecho público que el senador Jesse Helms, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, se oponía a esta fórmula. Para él, el país merecía no una certificación intermedia sino una descertificación, que hubiera derivado muy posiblemente en el inicio de un bloqueo económico de consecuencias impredecibles.
El gobierno de Clinton no era tan drástico. Consideraba que si Helms vetaba la certificación intermedia, las relaciones entre los dos países se podían agriar aún más y la lucha conjunta contra la droga alcanzaría un punto muerto. Por eso presionaron al senador para que aplazara su debate hasta después del 30 de marzo, cuando la certificación intermedia ya estuviera en firme. En otras palabras, que su debate contra Colombia fuera más bien una sacada al aire de trapos sucios que una zancadilla. Este aceptó y el mes de abril fue escogido para su faena contra Colombia.
¿En qué consistirá esta faena? Nadie lo sabe a ciencia cierta, aunque en círculos políticos y empresariales no se ha hablado de otra cosa durante dos meses. Al respecto ha habido opiniones diametralmente opuestas. A veces se dice que el debate va a ser sangriento, con nuevos narcocasetes, videos y testigos secretos. En otras ocasiones se ha afirmado que la estrategia de Estados Unidos es la contraria: un debate moderado, institucional y abstracto, donde si bien habría un tono crítico contra Colombia no habría derramamiento de sangre.
SEMANA ha podido establecer que finalmente se adoptó una fórmula intermedia entre estos dos caminos: es decir, que habrá sangre, pero poca. El objetivo no es lanzar a Colombia por el abismo, sino presionarla para que sea más efectiva en la lucha antidroga. Por lo tanto, más que escándalos, lo que habrá en el Congreso será una serie de planteamientos más bien retóricos sobre la narcodemocracia, algo a lo que los colombianos ya se acostumbraron.
En medio de esta versión moderada de anticolombianismo habrá sin embargo una excepción. Se trata del testimonio de una mujer colombiana, cuya identidad se mantiene en secreto y que es conocida en el mundo de las agencias de inteligencia norteamericanas con el alias de María. De ella se ha hablado mucho en círculos periodísticos en los últimos días. Nadie conoce su verdadero nombre, nadie le ha visto la cara, pero se rumora con insistencia que tiene un testimonio demoledor para desprestigiar al país y enlodar al presidente de la República. María es una informante de los organismos de inteligencia norteamericanos y en ese mundo es considerada una estrella. El senador Jesse Helms, que hará el papel de maestro de ceremonias en el circo anticolombianista que se avecina, la tiene reservada como su principal atracción.

¿QUIEN ES MARIA?
Pero, ¿quién es este misterioso personaje, de dónde viene y qué busca? Al respecto no todos los datos son claros. Se sabe que su vida es hoy como la de esos personajes de las películas de espionaje que se encuentran bajo la protección de los agentes de seguridad norteamericanos en algún pequeño pueblo perdido de Estados Unidos, con el nombre cambiado, con otra profesión, y que casi siempre viven solos, lejos de su familia y de sus amigos. Andan acompañados de manera casi permanente por un agente especial de seguridad que no solamente es su único contacto con el mundo, sino que además es su jefe. Este es el caso que en la vida real le ha tocado vivir desde hace más de cinco años a María. Una mujer colombiana, de unos 47 años, menuda, de hablar pausado, introvertida y muy desconfiada.
Como informante de las agencias norteamericanas, María está clasificada por los organismos de seguridad estadounidenses en el grupo de 'testigos voluntarios'. Es un grupo reducido de hombres y mujeres que, sin haber sido narcotraficantes o tener deudas con la justicia, estuvieron durante varios años al servicio de los carteles de la droga. En el caso de ella, lo hizo para varias cabecillas del cartel de Cali.
La historia de María en el mundo del narcotráfico comenzó a principios de los 80 cuando trabajaba con Luis Alberto Santacruz Londoño, hermano de José Santacruz, uno de los cuatro grandes jefes del cartel de Cali. Luis Alberto Santacruz se encuentra actualmente detenido en Estados Unidos. Desde los distintos cargos que desempeñó, María realizó muchos trabajos, en general en cuestiones administrativas de personas vinculadas al cartel. Hizo diligencias tanto para la familia Santacruz como para los hermanos Rodríguez Orejuela y para Pacho Herrera. Solía tramitar para ellos documentos de identidad, como las cédulas, el pasado judicial y el pasaporte, y se movía como pez en el agua en estas labores por de bajo de cuerda. También realizó varias diligencias con altos oficiales del Ejército y la Policía con el fin de conseguir salvoconductos para las armas de los hombres del cartel. En este trabajo se relacionó no sólo con la gente de Cali sino con los narcotraficantes del norte del Valle del Cauca.
María afirma que se convirtió en informante como consecuencia del impacto que tuvo la droga en su vida familiar. Dos de sus hermanos y un primo arruinaron sus vidas en el mundo del basuco y la cocaína, y esa tragedia desembocó en una aún peor: la locura de su padre. Según ella, toda esta tragedia la empujó a presentarse a la embajada de Estados Unidos en Bogotá para ofrecerse como informante.
Ser informante de un organismo de inteligencia estadounidense es lo más parecido a ser espía en la época de la guerra fría, y tiene el mismo rigor y los mismos riesgos. Hay que pasar por un detector de mentiras, contestar interminables interrogatorios y someterse a exámenes siquiátricos para a establecer si el sujeto padéce algún desequilibrio mental, y a otros exámenes médicos destinados a detectar cualquier consumo de drogas ilícitas. Después de superar todos estos obstáculos, el individuo queda clasificado como 'informante voluntario'. El trabajo es remunerado pero no en forma fija ni constante, sino en virtud de la importancia y utilidad de la información suministrada. Por un golpe exitoso un informante se puede ganar 15.000 ó 20.000 dólares. María ha sido la artífice de varios golpes claves contra el cartel de Cali. Con ese récord, exigió ingresar al programa de los testigos secretos de Estados Unidos.

LA BOMBA
¿Cuál es la información que posee esta enigmática mujer que tiene en vilo a tantas figuras importantes tanto en Colombia como en Estados Unidos? Nada más ni nada menos que un testimonio sobre una supuesta reunión secreta en 1989 entre Ernesto Samper Pizano y los jefes del cartel de Cali. El relato de María es bastante novelesco, y aunque lleva cinco años dando vueltas es poco el despliegue que se le ha dado en Colombia. Esto obedece a que tiene un grado de inverosimilitud que desafía la credibilidad de la mayoría de los colombianos. Por esto, aunque los runrunes sobre ella han sido intensos, sus denuncias nunca han salido a flote.
Todo esto cambiará en este mes. El senador Jesse Helms tiene alineada como testigo a la informante colombiana para mediados de abril con el propósito de que su historia sea oída en el Senado de Estados Unidos y se convierta en escándalo mundial.
El relato que María va a hacer arranca durante la segunda semana de septiembre de 1989 cuando, según ella, conoció a Ernesto Samper en una reunión política liberal en el hotel Intercontinental de Cali. La persona, que de acuerdo con María, los presentó fue Fernando Espinosa, un samperista que por ese entonces era jefe de bodegas de la Aduana de Cali y quien fuera asesinado meses después en hechos que no han sido aclarados. Un mes antes había sido asesinado Luis Carlos Galán, y como consecuencia de este magnicidio la candidatura liberal, y con ella la Presidencia de la República, se iba a definir entre César Gaviria, Ernesto Samper y Hernando Durán Dusán. Con la gira de Cali en septiembre de 1989 la campaña samperista parecía estar prendiendo motores.
En ese momento los Rodríguez estaban comprometidos en una guerra a muerte con Pablo Escobar, quien prácticamente cada semana asesinaba a un candidato, un ministro, un juez o un policía. Según la informante, a pesar de esta guerra, estaban tan interesados como Escobar en acabar con la extradición, y era por eso que les interesaba hablar con el candidato. María, quien por aquellos días actuaba como enlace del cartel de Cali, aclara en su testimonio que tan pronto le presentaron a Samper, hablaron de inmediato sobre el tema de la extradición. En la charla, el candidato se habría declarado enemigo ideológico de este instrumento jurídico y habría dicho que estaba comprometido a echarlo abajo. Minutos después, según María, Fernando Espinosa, el samperista que supuestamente los presentó, le propuso a ella una reunión de Samper con gentes del cartel para discutir una posible ayuda para la campaña.
La informante anota que esas conversaciones tuvieron lugar en horas de la mañana en el hotel Intercontinental y que tan pronto quedó en claro el interés en una cumbre con gentes del cartel, ella concentró sus esfuerzos en organizarla para esa misma noche. El lugar escogido habría sido el apartamento de Fernando Espinosa. Según la testigo, los Rodríguez Orejuela manifestaron inmediatamente su interés en el encuentro y se acordó que a la reunión asistieran Miguel en companía de José Santacruz. Se consideró útil que María fuera testigo para que les transmitiera el contenido de las conversaciones sobre la extradición a las gentes del cartel del norte del Valle.
Según el testimonio que hoy está en manos de un organismo de inteligencia norteamericano, la reunión fue acordada para los 8 y media de la noche. Y a esa hora, el anfitrión Espinosa y María estaban listos en espera de los invitados. Los primeros en llegar habrían sido Miguel Rodríguez y Santacruz. Andaban sin escoltas y cada uno cargaba un maletín tipo ejecutivo.
No acababan ellos de sentarse cuando, según María, llegó Ernesto Samper, también solo. En ese momento habrían quedado en un pequeño apartamento ella, Fernando Espinosa, Miguel Rodríguez, José Santacruz y Ernesto Samper. "Ellos tres se quedaron en la sala hablando, pues querían hablar en privada.. Yo y Fernando nos quedamos en una especie de bar que hay al lado de la sala", afirmó en su testimonio. Comenzaron entonces a hablar de la extradición y, según la testigo, Samper habría sido muy claro en anotar que pensaba que el próximo Presidente no iba a ser él sino Gaviria, pero que como la mayoría del Senado y de la Cámara estaba conformada por gente cercana al samperisino, era posible parar el tratado de extradición.
Según el testimonio, al oír estas palabras Miguel Rodríguez y José Santacruz cogieron sus maletines y los entregaron al candidato. María asegura que Samper los abriò y que en cada uno apareció una montaña de billetes. Agrega que de inmediato los cerró, les estrechó las manos y se despidió de ellos. Según María, primero salieron del apartamento Rodríguez Orejuela y Santacruz, y segundos después se retiró Samper con una maleta en cada mano. Asegura que él mismo las cargaba cuando tomò el ascensor y bajó al sótano, donde lo esperaban su carro y la escolta.
María afirma que en las maletas había 400 millones de pesos -parte en pesos, parte en dólares- lo que correspondía a un millón de dólares de la época. También anota que una suma equivalente le dio posteriormente el cartel del norte del Valle pues, según ella, había un pacto de que las contribuciones de los dos carteles iban a ser iguales.
Todo esto habría sucedido en un solo día, pues la informante no pretende haber visto al candidato en ninguna otra ocasión. Se habrían conocido por la mañana en el lobby del hotel y para esa misma noche se habría organizado la segunda reunión y la entrega del dinero.
En esa época María ya era informante de los organismos de inteligencia estadounidenses. Asegura que inmediatamente sucedieron los hechos, ella los informó a esas agencias. La testigo afirma que desde esa época reposa en los archivos de esos organismos un fólder con el registro de la reunión.

VACIOS EN LA HISTORIA
A pesar de lo espectacular que pueda parecer el testimonio anterior, en cierta forma se trata de lo que en el mundo periodístico se conoce como un refrito. Fue publicado originalmente en el periódico Miami Herald a finales de junio de 1994, inmediatamente después del escándalo de los narcocasetes. En ese momento fue objeto de un miniescándalo que duró menos de una semana. Tan pronto apareció el artículo en el periódico de Miami, Samper envió una carta en la cual rechazaba todas las afirmaciones contenidas en éste y puntualizaba que nunca había conocido ni a los hermanos Rodríguez Orejuela ni a José Santacruz. El entonces presidente electo estaba estudiando la posibilidad de entablar una demanda contra el diario, cuando un editorial del mismo pareció apaciguar la tormenta.
Dentro del Miami Herald se produjo por aquellos días una división interna entre la sala de redacción y el consejo editorial. Los primeros consideraban que era una obligación publicar el testimonio de María de manera íntegra y darle mayor despliegue. Los segundos, sin embargo, eran de la opinión de que la gravedad de la denuncia era tal que no tenía sentido que toda su credibilidad reposara exclusivamente en un testimonio no verificable. A raíz de esta polémica y después de que se hizo público el testimonio, el Miami Herald publicó un editorial en el que afirmaba: "Si esa es la mejor prueba estadounidense entonces Washington le debe presentarsus excusas al señor Samper, y si hay otras pruebas más creíbles, entonces Washington le debe a Colombia que se den a conocer".
El tema quedó prácticamente enterrado a partir de entonces. Pero hace poco menos de dos meses, y con motivo del debate sobre la certificación del gobierno norteamericano a Colombia en la lucha antidrogas, el periodista David Marcus, del Dallas Morning News, entrevistó a la consejera presidencial Mónica de Greiff y le preguntó sobre la supuesta reunión entre Ernesto Samper y los jefes del cartel de Cali. El artículo publicado por Marcus como consecuencia de esta entrevista fue considerado como calumnioso por la Casa de Nariño y en la actualidad Mónica de Greiff está demandando al periodista. Ahora, una vez más y por cuenta de que María aparece en la lista de testigos secretos que deben aparecer en las audiencias de las próximas semanas en el Senado norteamericano, el tema va a ser revivido. El hecho de que el testimonio de la informante colombiana haya pasado de ser un artículo periodístico a ser una denuncia ante el Congreso de Estados Unidos le da otra dimensión al asunto que muy probablemente lo convertirá en noticia mundial. Es fácil de prever que con el ambiente anticolombianista que sectores del gobierno y del Congreso de Estados Unidos han promovido en ese país, el testimonio de María va a tener acogida y credibilidad en Washington. Pero en Colombia el asunto va a despertar tanta o más indignación que la que se produjo. hace algunos meses cuando el ex jefe de la DEA en Bogotá Joe Toft hizo toda serie de acusaciones contra los gobiernos de César Gaviria y Ernesto Samper. Ello se debe a que aunque en el testimonio hay algunos elementos reales verificables -Samper efectivamente estuvo en Cali el 7 de septiembre de 1989 y conocía a Fernando Espinosa, quien ocupaba el cargo que María dice- hay demasiados y muy importantes vacíos como para que pueda ser aceptado sin reservas.
Para comenzar, en la versión original aparecida en el Miami Herald el año pasado, hay una inexactitud concreta. Inicialmente María afirmó que la reunión entre Ernesto Samper y los jefes del cartel de Cali había tenido lugar en 1990. Cuando se le demostró que esto no era posible, ella aclaró que se refería a la campaña presidencial de 1990, la cual se había desarrollado en buena parte durante el segundo semestre de 1989.
Pero lo que más desconfianza inspira del testimonio de María no son una o dos inconsistencias, sino la presencia de elementos novelescos absolutamente increíbles. El espectáculo de Ernesto Samper saliendo de un apartamento cargando personalmente dos maletas repletas de billetes es tan indignante como risible. Es tan burdo el procedimiento que pondría en tela de juicio no sólo su integridad sino su inteligencia. Aun las personas que piensan que inevitablemente algo de dineros calientes entra en las campañas políticas en Colombia, se resistirán a creer que los candidatos los reciben en maletas personalmente.
Pero tal vez la mayor debilidad del testimonio de María es la fecha de su aparición. Si Estados Unidos hubiera tenido desde 1989 la convicción de que Ernesto Samper había recibido un millón dólares del cartel de Cali no tenía porqué haber mantenido esa información en reserva durante cinco años. Como María era informante de los organismos de inteligencia norteamericanos desde esa época, es creíble lo que ella dice en el sentido de que tan pronto terminó la reunión puso en conocimiento de ésta a sus superiores. Teniendo en cuenta que desde la elección de César Gaviria el candidato más opcionado para sucederlo era Ernesto Samper, ¿por qué no fue utilizada esa información para evitar que llegara al poder en lugar de soltarla como escándalo después de que hubiera sido elegido? Si para el gobierno de Estados Unidos la información era igual de seria antes como lo es ahora, ¿por qué la guardó? Revelarla oportunamente le habría hecho daño sólo a un candidato; revelarla como lo están haciendo ahora es echarle agua sucia a todo un país. El general Rosso José Serrano, actual director de la Policía, era en ese momento director de antinarcóticos y tenía una excelente relación con Estados Unidos. ¿Por qué nunca le suministraron el nombre de Ernesto Samper cuando lo hacían rutinariamente sobre cualquier figura nacional que fuera objeto de sospechas? Sus jefes han descrito a María como "honesta y confiable". Pero que un informante cuente con la confianza de agencias como la CIA o la DEA no es una garantía automática para nadie. De por sí la condición de informante no va siempre de la mano con valores como la honestidad y la confiabilidad.
Sea como sea, dentro de pocos días se hará público el testimonio de María. En Colombia seguramente producirá bastante chismografía, pero probablemente no tendrá mayor impacto político por las reservas que despierta. Al fin y al cabo no se pueden poner en la misma balanza la palabra de un testigo secreto que ni pone el nombre ni da la cara, con la palabra del Presidente de la República.
Pero internacionalmente el impacto va a ser gravísimo. Colombia está viviendo uno de sus peores momentos en materia de mala prensa, de manera que la venenosa semilla de la historia de María va a caer en terreno abonado. Y eso es lo más triste de todo el asunto. Que sin que haya pruebas definitivas, sin que las investigaciones hayan llegado a conclusión alguna y sin que su gobierno se pueda defender de acusaciones y rumores que parecen moverse como fantasmas sin dar nunca la cara, por momentos parece que Colombia está ya condenada como una narcodemocracia.

EL CUENTO DE MARIA
Este es el aparte clave del testimonio de la informante:

"Ellos se quedaron en la sala hablando... Y nosotros nos retiramos a una especie de bar que tenía Fernando..."

"Era cercano, pero no se oía muy bien la conversación que sostenían ellos. Además hablaban muy pasito. Lo que sí oí bien fue que Samper les dijo que iba a parar el tratado de extradición..."

"El fue muy claro en decir que él sabía que no iba a ser el presidente. Que el presidente iba a ser Gaviria. Pero que como la mayoría del Senado y de la Cámara estaba conformada por gente de él, se podía parar el tratado de extradición..."

"Vi cuando Miguel Rodríguez y Santacruz le entregaron los maletines. El los abrió y vio que había plata. Entonces cerró los maletines y los tres se pudieron de pie, se despidieron y se fueron del apartamento. Nada más se habló".-