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Juan Carlos Echeverry y Luis Carlos Vélez
El exministro de Hacienda Juan Carlos Echeverry y Luis Carlos Vélez. | Foto: Semana Video

LA ENTREVISTA, POR LUIS CARLOS VÉLEZ

“Le quitamos el ojo al balón”: Juan Carlos Echeverry

El exministro de Hacienda y expresidente de Ecopetrol empieza a sonar como ficha presidencial del Partido Conservador. Echeverry asegura que la crisis económica debería estar en el corazón del debate nacional, pero que, desafortunadamente, estamos distraídos en peleas personales sin sentido.

Luis Carlos Velez
12 de diciembre de 2020

Luis Carlos Vélez: ¿Cómo ha visto el manejo económico de la covid?

Juan Carlos Echeverry: El Gobierno hizo cosas buenas, pero insuficientes. Hizo cosas hasta marzo y ahí se quedó contento con eso. La gente sigue aguantando hambre y con alto desempleo. En particular, cuatro de cada diez jóvenes no están empleados, y el Gobierno siente que ya hizo lo que tenía que hacer. Me parece que hubo aciertos, pero fue completamente insuficiente.

L.C.V.: ¿Cómo vio al ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla?

J.C.E.: Yo diría que tuvo demasiado poder en el sentido de que la guerra no se les deja a los generales. El monto de las ayudas a las familias y a las empresas lo decidieron en Hacienda, y eso era una decisión política. Cuánta hambre van a aguantar las familias colombianas y cuántas compañías se van a quebrar... No deben ser decisiones de un ministro de Hacienda; son decisiones políticas del presidente. Fuimos un país tímido en el mapa mundial de las ayudas: menos del 5 por ciento del PIB, mientras que otros países dieron el 7, 8, 10 o 20 por ciento del PIB. Se les puso demasiada atención a los economistas.

L.C.V.: ¿Debimos endeudarnos más?

J.C.E.: Si era necesario, sí. Un punto porcentual son 10 billones de pesos, que hacen milagros en las mesas de los colombianos y no hacen diferencia entre el 66 y el 67 por ciento de deuda como porcentaje del PIB. Un punto más habría hecho una diferencia increíble en la vida de los colombianos pobres y de clase media, mientras que no deterioraba sensiblemente la deuda pública. Este año la deuda pública era un insumo fundamental para no sufrir tanto.

L.C.V.: ¿Qué le parecen las iniciativas de recuperación económica para salir de la crisis?

J.C.E.: Desenfocadas. Los empleos que se perdieron en los servicios urbanos son incentivos para las mujeres. Las iniciativas que están proponiendo son hacer vías terciarias que están lejos de las ciudades. Es más eficaz que los colegios pasen de la alternancia a la jornada presencial porque eso liberaría a millones de jóvenes que están en sus casas cuidando a sus hermanos. Eso lo demostró la Universidad de los Andes, y sería más efectivo para el empleo que ponerse a hacer gasto público en vías terciarias. Hay que enfocarse en donde se están perdiendo los empleos, y eso es en mujeres y jóvenes de 14 a 28 años. Ahí es donde tenemos un 40 por ciento que ni estudia ni trabaja. Y no veo al Gobierno ni a los economistas dedicados a eso, con la excepción de la Universidad de los Andes. Creo que estamos desenfocados.

L.C.V.: ¿Le gusta la idea de la reducción de la jornada laboral?

J.C.E.: Me parece más importante y más urgente hacer el trabajo por horas. Creo que es más apremiante abrir escalones de formalización laboral: yo a eso le llamo el F1, como la Fórmula Uno. Un escalón en que la persona, el vendedor de perros calientes, la manicurista, el campesino de monocultivo, la minería informal, para llamarlo de alguna manera, hay que formalizarlo sin que paguen nada, para que tengan todos los beneficios: que se les admita como personas que cumplen con las condiciones de hacienda, de contribuciones laborales; que puedan ser objeto de créditos; que tengan acceso a garantías, a licencias. A esas personas no se les debe pedir nada y se les debe entregar mucho. El segundo nivel, el F2 lo llamo yo, sería el monotributo que ya existe. Y el tercer nivel, el F3, son las demás personas que podemos pagar todas las prestaciones de ley. Hay que permitir la contratación por horas, porque si no 4 millones de colombianos están declarados informales o ilegales por ley, no porque lo sean. Los economistas les echan la culpa a los informales, y están equivocados. La llamada informalidad es la solución, no es el problema. Lo que hay que hacer es cambiar las leyes para adaptarlas a la realidad, y no cambiar la realidad para adaptarla a las leyes.

L.C.V.: ¿Me está diciendo que esto se puede lograr sin reforma laboral y reforma tributaria?

J.C.E.: Creo que la reforma laboral está mal enfocada. Creer que hay que bajar más los salarios de la gente que ya cuenta con ellos, en vez de enfocarse en aquella que no recibe sueldo y está vendiendo un perro caliente en la esquina, o está cortando el pasto o en la minería informal, es un error. Hay que enfocarse en donde está el problema. Que a la gente que ya le están pagando un salario no se lo reduzcan al 20 por ciento; eso se me hace inhumano y desalmado. Enfoquémonos en ayudar a los informales para que dejen de serlo, y en generar volumen de negocios. Pero veo a los economistas, a mis colegas, enfocados en bajarle el salario a las personas, supuestamente para que haya más empresa. Yo creo que es todo lo contrario. Ayudemos a que haya más volumen de negocios y que esos empresarios puedan contratar a los trabajadores con los salarios actuales. El salario en Colombia no es alto en dólares, eso es un cuentazo de los economistas.

L.C.V.: ¿Por qué si los temas económicos son tan profundos, más aún teniendo en cuenta la crisis de la covid-19, seguimos enganchados en que políticamente el tema importante es la paz?

J.C.E.: Estamos en la peor crisis en 100 años, y mientras Colombia está en crisis, andamos en personalismos. Esta polarización no nos deja ver el verdadero problema. Le quitamos el ojo al balón; andamos peleando mientras que la gente pasó a comer dos veces al día en lugar de tres. Hay una indolencia en el sentido de que preferimos enfocarnos en problemas personales y le quitamos el ojo al balón al tema de la pobreza y el desempleo, que es lo que debería ocupar el ciento por ciento de nuestras mentes y nuestros esfuerzos.

L.C.V.: ¿Qué políticas económicas le gustan más?

J.C.E.: Yo le respondería cuál es el centro de nuestra preocupación, no si me gusta el señor A, el señor B o el señor C. El centro de los problemas de nuestra preocupación deben ser los jóvenes y las mujeres que no pueden trabajar porque no hay colegios abiertos; los niños que están atrasados emocional y académicamente por la pandemia; los universitarios que no pueden estudiar porque no tienen plata; las familias que ahora están comiendo dos veces al día; el crimen, que se recuperó más rápido que la economía. El centro debe ser ese y no si la propuesta sale de la izquierda o de la derecha. Ese por lo menos no es mi problema. Mi problema es que hagamos cosas que mejoren la eficacia, la eficiencia y la ética del Estado para ayudar al sector privado a crear más volumen de negocio, en lugar de andar bajando salarios.

L.C.V.: Su nombre se ha estado barajando en los corredores políticos como candidato a la presidencia del Partido Conservador. ¿Eso es cierto?

J.C.E.: Ha habido amigos de diferentes tendencias que me han dicho que piense en esa posibilidad. Es un tema al que hay que echarle mucha cabeza, pero lo que sí tengo claro es cuáles deben ser las características de quien sea el próximo presidente. Debe tener una experiencia probada en manejar crisis, empatía con lo que está viviendo la gente en este momento; debe saber de economía para ponerle en el bolsillo más plata a las personas, y debe orientarnos a un mayor volumen de negocios, mayor exportación y mayor gobernabilidad.

L.C.V.: Pero los que lo conocen dirían que esa es una autodescripción…

J.C.E.: Creo que en este momento debemos tener una claridad diáfana sobre qué hay que hacer, cómo hacerlo, cuándo hacerlo, y contar con una batería de iniciativas y de inteligencia sobre lo que necesita el país. Si uno tiene eso, la decisión personal es posterior.

L.C.V.: ¿A quién ve fuerte en la próxima campaña a la Presidencia de la República?

J.C.E.: Si seguimos como vamos, pendientes de personas y no de soluciones, lo veo mal. Solo veo que Colombia saldría del problema si no le quitamos el ojo al balón y nos enfocamos en soluciones de eficacia, eficiencia y ética del Estado. En volumen de negocio, en respuestas para las mujeres y los jóvenes que están desempleados. Hoy veo a todo el mundo preocupado por nombres y apellidos, de fulanito o zutanito, y ese no es el problema. Mientras estemos pendientes de nombres y apellidos, le estamos quitando el ojo al balón.

L.C.V.: ¿Usted está más cerca del uribismo o del centro?

J.C.E.: Yo estoy más cerca de entender los dificilísimos retos que tenemos. A mí la verdad si una buena solución es de centro o de izquierda o de derecha, me importa poco. Lo que me importa es que la solución apunte al centro, a la médula de los problemas claves. Colombia tiene que dejar este absurdo de que las soluciones tienen que ser primero ideológicas y después eficaces. Estas tienen que ser primero eficaces, y después de eso, ya no importa la ideología.

L.C.V.: Un pragmatismo radical…

J.C.E.: Nada radical, nada de fundamentalismo. El único fundamentalismo que a mí me gusta es no al fundamentalismo y nada radical.