desmovilizados

Paños de agua tibia

La decisión de cerrar los albergues para los reinsertados en Bogotá les conviene al presidente Uribe y al alcalde Garzón, pero no soluciona el problema de fondo.

17 de julio de 2005, 12:00 a. m.

La bomba que estalló en la madrugada del viernes pasado en una casa del barrio Palermo de Bogotá, en la cual vivían 20 ex combatientes de la guerrilla y los paramilitares, fue el detonante de una explosiva situación: el manejo de los albergues para los reinsertados en la capital.

"Esto tiene que tomarse a nivel del presidente Uribe de manera directa, porque no es justo que el Presidente se tome la foto y yo asuma los costos. Eso lo he dicho de una manera permanente y entonces ahora nos toca: o asumimos los costos juntos o nos tomamos la foto juntos, o rompemos la foto...", dijo el alcalde Luis Eduardo Garzón a los periodistas, pocas horas después de la detonación del artefacto explosivo, que dejó tres heridos y causó numerosos daños a las viviendas del sector. Garzón, visiblemente molesto, convocó a un consejo de seguridad y al caer la tarde se reunió con el presidente Álvaro Uribe. No era la primera vez que los dos abordaban el tema.

Desde hace más de un año, las casas en donde funcionan los albergues que el gobierno nacional destinó para que vivan los reinsertados en algunos sectores de Bogotá se han transformado en un motivo de permanente polémica. Sin embargo, la bomba del viernes pasado marcó el punto más crítico de una situación en la que los gobiernos nacional y distrital llevan varios meses lanzándose mutuas acusaciones por los problemas que se han presentado con los albergues de los reinsertados. Lo que resultó muy sorprendente fue la decisión a la que llegaron de común acuerdo Garzón y Uribe, tras la reunión del viernes pasado. El Alcalde anunció que los albergues serán cerrados lo más rápido posible. Juan David Ángel, director del Programa de Reinserción del Gobierno, confirmó que "antes de terminar este año ya no habrá más albergues". De acuerdo con Ángel, "el gobierno diseñará un programa en el que una persona que estaba en el programa actual ahora puede trabajar y estudiar, para hacerle el seguimiento a cada uno. Hay algunas disponibilidades en los predios de la Dirección Nacional de Estupefacientes. Y los vamos a utilizar para proyectos y para que no se sigan presentando estos inconvenientes", comentó. A simple vista, la solución parece salomónica. Pero realmente a los únicos que beneficia es a Garzón y a Uribe.

Garzón siempre ha pensado que el problema de los reinsertados es exclusivo del gobierno nacional y que nada tiene que ver con él, a pesar de ser el Alcalde. Ni él ni sus más cercanos colaboradores se interesaron por el tema y, mucho menos, supieron manejarlo. Cada vez que se presentaba algún inconveniente, le lanzaban la pelota al terreno del gobierno nacional como una forma de lavarse las manos ante la opinión pública. Al sacar a los reinsertados de la ciudad, Garzón corrobora las críticas que se le han hecho en el sentido de que se ha mostrado poco tolerante frente al tema de los reinsertados, algo que resulta paradójico si se considera que varios miembros de su gabinete son reinsertados. La decisión de Uribe no es menos cuestionable.

Al aceptar el cierre de los albergues en Bogotá, que se suponía eran un modelo para copiar, evidencia que el programa de reinserción nunca estuvo lo suficientemente bien planeado y, por el contrario, tiene mucho de improvisación. El anuncio de llevar a los reinsertados a zonas rurales, que ni siquiera están definidas, puede ser un serio obstáculo para el proceso de paz con las AUC. El gobierno reconoce que no sabe qué hacer con los ex combatientes que ya se desmovilizaron y eso crea interrogantes si se tiene en cuenta que en pocos meses se deben desmovilizar cerca de 5.000 paramilitares. Para algunos, Uribe cedió ante Garzón para evitar un eventual desgaste político en una plaza electoral tan importante como es Bogotá. El Alcalde ha tratado de ligar los problemas de delincuencia, y ahora terrorismo, en la capital, con el tema de los reinsertados y el proceso de paz con los paramilitares. Eso es justamente lo que trataría de evitar el Presidente con la decisión de cerrar los albergues. Lo que por ahora es claro es que los únicos que pierden son aquellos que han decidido dejar las armas, ya que es evidente que su futuro es poco claro. No menos grave es que lo que está ocurriendo también podría afectar el proceso de paz.

Lea 'Las multiples caras de la desmovilización', un informe especial de SEMANA.COM sobre el tema (14/03/2005)