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Para los ribereños, el Cauca ha sido fuente de vida, comida y trabajo. Tras lo ocurrido, más que rabia sienten tristeza, como advierte el lanchero Jaime González. | Foto: ESTEBAN VALENCIA.

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El drama de perder un río

Para salvar una vez más a Hidroituango y preservar la vida de miles de personas, EPM tuvo que retener el caudal del río Cauca. De nuevo, las poblaciones aguas abajo sufren las consecuencias. Crónica de Daniel Rivera Marín.

9 de febrero de 2019

Solo tuvieron que pasar unas cuantas horas después de que cerraron el túnel de la casa de máquinas de Hidroituango para que, en el primer caserío aguas abajo, Puerto Valdivia, el río Cauca dejara de ser el río temible y portentoso que siempre ha sido. Se convirtió en una corriente mansa y verdosa que dejaba peces en las orillas pedregosas. “Hasta en tiempos de sequía el Cauca es peligroso, pero nunca usted lo podía pasar caminando con tranquilidad, como ahora”, dice Jaime González, un lanchero de 64 años.

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Mientras él habla, los niños pasan nadando de orilla a orilla el cauce del segundo río más importante de Colombia. Los más altos se paran en la mitad, donde el agua les llega al pecho. La corriente ni siquiera los mueve. González se monta en su lancha y empieza a subir contra la corriente, con dirección al megaproyecto. En una parte del recorrido toma un palo de escoba y lo hunde: “Esto no mide más de un metro”.

Para los habitantes de puerto valdivia lo que estamos viviendo ahora es muy duro, es ver ese gigantesco río muerto, sin alma.

En las palabras del lanchero, como en las de tantos pescadores, mineros y pobladores, no había rabia, sino un pesar profundo, un dolor que no podían precisar: “El río para nosotros es la vida, pero los empresarios no entienden eso porque nunca han sabido lo que es vivir al lado de uno; entender que si yo quiero tomar agua, bajo y tomo; que si quiero comida, bajo y pesco; que si quiero oro, bajo y barequeo”, dice. Y advierte que en el extremo de un pedregal hay varios gallinazos: “Vea, allá se están comiendo los peces que quedaron varados”, dice el lanchero.

En la parte más encañonada del cauce es posible ver, hacia arriba, una raya blanca pintada en las piedras que señala el caudal más bajo que había tenido el río en los últimos meses. Ahora está a más de dos metros de la superficie del agua. Entre las piedras, hay pequeños pozos de agua donde nadan peces pequeños y renacuajos, pero el agua se quedará pronto sin oxígeno, y morirán.

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“A mí me dieron 20 millones porque se me dañó el trabajo, dizque luego me daban más plata, pero no creo. Yo toda la vida he sido de aquí, del río Cauca, lo conozco muy bien, no le he temido pero lo he respetado mucho, y ahora lo veo muerto. Porque este río siempre ha sido bravo, duro, pero ahora no, ya no le vemos ese coraje. Yo aprendí a nadar aquí a los

6 años. A uno le tocaba bañarse en el río, tomar agua del río, cocinar con agua del río. Yo tomo agua de ahí común y corriente y usted la toma y le hace daño, imagínese entonces nuestra relación con el Cauca”.

El 12 de mayo de 2018, González estaba transportando a un grupo de biólogos de la Universidad de Antioquia cuando el Cauca empezó a subir vertiginosamente: “Entonces llegamos a Puerto Valdivia y nos tocó tirarnos muy rápido porque el río estaba bravo, ese fue el día que se destapó uno de los túneles y esto quedó acabado. Pero lo que estamos viviendo ahora es muy duro, es ver ese gigantesco río muerto, sin alma”.

Desde abril pasado, cuando las obras de Hidroituango entraron en crisis por el colapso de los túneles que desviaban el Cauca, los habitantes de Puerto Valdivia y otras poblaciones aguas abajo permanecen en una continua zozobra. “Vivo todo ‘sicosiado’ porque no sabe uno a qué hora se va a venir ese muro o se va a venir la montaña; ya no salgo a pescar en la noche porque cualquier cosa puede pasar”, dice González.

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Parte de las aguas del río Cauca pasaron durante meses por el túnel y la casa de máquinas –la fórmula que EPM aplicó para salvar el proyecto y darle algo de seguridad a las comunidad–. Pero ahora, el lunes pasado, no hubo más opciones que cerrar definitivamente esta vía. Al otro lado de la gigantesca presa, el Cauca prácticamente se borró y solo las quebradas alimentaban su lecho. Por eso el agua verdosa, la poca profundidad y la corriente mansa. Por esto las imágenes que recorrieron las redes sociales: el lecho del río expuesto con sus piedras –el olor extraño en el aire–, el pantano fresco, los peces que mueren en las riberas.

Cecilia, una mujer que forma parte del movimiento Ríos Vivos, y ha estado en contra del proyecto desde los primeros censos que hizo EPM, se lamenta: “Nos quitaron nuestro patrón Mono, este no es el río Cauca, y todavía esperan que creamos en Hidroituango”, dice. Reprocha que muchas veces les advirtieron a los ingenieros que el Cauca era como un animal al que solo se podía acariciar, pero no tratarlo de domar.

Todo ha sido una cadena de errores, una serie de eventos desafortunados desde abril pasado, cuando EPM y las firmas constructoras perdieron el control de las aguas. Los campesinos, las comunidades aguas abajo dicen que solo han sido víctimas y denuncian que ni siquiera las tuvieron en cuenta en el estudio de impacto ambiental cuando el proyecto estaba en etapa de diseño. Así lo denuncian algunos concejales de Medellín.

En la orilla del río, en Puerto Valdivia, el gobernador de Antioquia, Luis Pérez, llegó el jueves para mirar la situación y criticar de nuevo el trabajo de EPM, que ni siquiera ha instalado los puentes que se llevó la creciente ni les ha dado las casas a los damnificados. Las personas no lo acorralan porque es la única autoridad que ha llegado hasta la zona y Pérez sabe que es su momento. “Creo que esto tiene solución, pero EPM debe aplicar buenas prácticas de ingeniería. EPM no puede estar trabajando por horas o por días. Hace 60 días el embalse estaba lleno, en ese momento se debió preguntar si se cerraban las compuertas; eso demuestra que la ingeniería de riesgos no está funcionando. Nosotros no podemos, como gobernantes, estar sujetos a que cada mes nos toquen estos conflictos; esto es un problema del constructor. Ellos sacaron el proyecto de los diseños convencionales cuando hicieron el tercer túnel, que fue el que fracasó. Esta semana le escuché decir al gerente de EPM, a Jorge Londoño de la Cuesta, que estaban buscando la causa raíz de por qué había fracasado ese túnel. Para eso no necesitan gastar 8.000 millones de pesos en Chile, ya la Universidad Nacional dijo que por ese túnel no cabían sino 1.200 metros cúbicos por segundo, y ellos sabían que si pasaba más agua, el túnel trabajaría a presión, y los caudales en los abriles de los últimos 40 años han sido superiores a los 1.600 metros cúbicos por segundo”, dice Pérez.

Durante años los pobladores han temido lo peor: que sus peces desaparezcan, que el oro escasee o que una avalancha se los lleve. Pero nunca esperaron ver su río seco, lo que podría conducir a la desaparición completa de las especies. James Ányelo Vanegas, doctor en Ciencias Naturales, ictiólogo e investigador científico de Conicet, dice que el río Cauca es muy importante porque su cuenca tiene endemismos, peces que solo viven en ese río o sus tributarios y cuando se altera la dinámica, esas especies no se pueden repoblar ni encontrar en otro lado.

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“Aguas abajo, por la alteración del flujo del río, los peces pierden sus dinámicas de convivencia y desove y se desorientan sus ciclos reproductivos. Esto sin contar con los peces migratorios, que dependen totalmente de la temperatura, el oxígeno y otras variables. Además, se están perdiendo todos los nutrientes que vienen con el sedimento del río; todos los suelos van a sufrir por esta causa, porque esa parte boscosa asociada no va a recibir la misma cantidad de agua. Cambia una dinámica de los suelos de las plantas. Todo esto en verdad es lamentable”, dice Vanegas.

Los primeros tres días, EPM pudo comprobar la muerte de 57.309 peces, mientras que rescataron 263.379. Pero no pueden contar los daños en las dinámicas biológicas del río ni el futuro que les espera a los pescadores con un río en el que cambiaron las dinámicas reproductivas. Jaime Ignacio Vélez Upegui, profesor titular de la Facultad de Minas de la Universidad Nacional Sede Medellín y experto en hidrología, dice: “Muchos de estos peces irían a crecer y a reproducir, harían parte de un oferta óptima futura que se va a afectar”.

La preocupación entre los pescadores se extiende. Mauricio Bedoya, que vive del pescado hace 17 años, dirá en el puente del corregimiento El Doce que con la reducción del caudal aprovecharon para tomar algunos peces que habían quedado varados. Pero la pesca viene en crisis desde que se represó el río: “Uno hacía 100.000, 200.000 pesos diarios porque

alcanzaba a pescar una arrobas, pero ahora no se hace mucho, y con esta sequía todo parece peor. Pero como a nosotros no nos tomaron en cuenta para una indemnización, estamos jodidos”.

Pero los pobladores, acostumbrados a que pocos los escuchen, se preguntan ante todo qué pasará ahora con Hidroituango, ¿se recuperará o tendrán que desmontarla? Santiago Ortega, director del Centro de Investigación de Energías Renovables de la Escuela de Ingeniería de Antioquia, cree que ahora “EPM está en un punto, desde que pasó la contingencia, en el que aplica una ingeniería desesperada, y ahí hay cosas que no están previendo, que se les pasan porque no tienen planeación de ingeniería, porque ahora trabajan contrarreloj”.

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Ortega asegura que todo depende del estado en que los expertos hallen la casa de máquinas, corazón del proyecto. “EPM ha encontrado que la obra tiene que trabajar contra condiciones para las que no está diseñada. Se sabe que con la presa no hay problemas y con el vertedero, tampoco. Con la información que han entregado,parece que no hay un riesgo grande del macizo; no parece haber un riesgo grande, o al menos EPM no lo ha visto. Uno puede inferir que los riesgos están con los socavones que encontraron. Lo peor sería desmontar, porque valdría mucho dinero y tendrían que hacer nuevas obras, otros túneles, sería difícil y riesgoso”.

EPM, mientras tanto, guarda silencio, se ocupa de la contingencia, aunque la atención aguas abajo parece tan eficaz como quien pretende apagar una fogata a soplos. Volviendo por el río con Jaime González, a la lancha se le daña el motor y queda inmóvil en mitad del río, no se mueve y González dice: “Sí ve, este no es el Cauca”.