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La defensa de un propósito nacional

Jens Mesa Dishington, presidente ejecutivo de Fedepalma, responde a un artículo publicado por SEMANA hace algunas ediciones.

Jens Mesa Dishington*
17 de abril de 2005

Más de 300.000 personas, dispersas en 60 municipios de 20 departamentos colombianos, se benefician de la palma de aceite, un cultivo que ha demostrado con lujo que cuando se erige de la mano de una cultura empresarial seria y comprometida con el país -como lo es la palmera-, impregna de bienestar y progreso a las zonas donde se asienta.

Tanto, que el Gobierno Nacional, con el Presidente a la cabeza, y la comunidad internacional la han visto como una actividad productiva alternativa a los cultivos ilícitos y a la problemática política y social de ciertas regiones.

Por ello resulta inexplicable que publicaciones de prensa traten de estigmatizarla calificándola de "maldita", basándose en que algunas entidades han advertido la presencia de personas inescrupulosas que la estarían sembrado a costa del desplazamiento de comunidades negras en el departamento del Chocó y la ocupación ilegal de tierras.

Por supuesto que se hayan cometido actos ilícitos en contra de esas comunidades es execrable. Pero eso no puede ser, ni mucho menos, excusa para menospreciar la contribución que la palma de aceite ha hecho al desarrollo de la patria. Ello equivale a señalar a Colombia como un país de corruptos o narco-guerrilleros porque hay compatriotas que se comportan como tales.

El mal comportamiento de determinadas personas o productores vinculados al cultivo de palma de aceite debe ser objeto de investigación por las autoridades competentes, cuyo cumplimiento estricto de la Ley permitiría perseguir y castigar a quienes se apropian de tierras a sangre y fuego.

A Fedepalma la guían unos valores institucionales definidos en el Plan Estratégico Gremial que obligan a los palmicultores afiliados a actuar con ética, transparencia, rectitud y equilibrio, velando por el cumplimiento y el reconocimiento de la Constitución y las leyes de la República. Así se ha evitado que entre sus afiliados haya cultivadores cuestionados por asuntos judiciales.

El gremio inculca la responsabilidad social empresarial como factor esencial entre los palmicultores, con especial énfasis hacia sus comunidades inmediatas, por lo que se ofrece a colaborar con las autoridades para resolver aquellos casos de denuncias por desplazamiento forzado de poblaciones y ocupación ilegal de tierras en zonas palmeras.

Fedepalma no cuenta entre sus afiliados los nuevos desarrollos que de manera impropia se pudieran estar generando en el país. En su gestión gremial, la Federación se ha centrado en desarrollar y promocionar mecanismos, herramientas e instrumentos de competitividad de la agroindustria de la palma y, en cuanto al crecimiento y siembras, esta es una decisión que toman los empresarios individualmente, sobre la cual Fedepalma no interviene sino para advertirles sobre la necesidad de que hagan un concienzudo análisis de sus costos antes de embarcarse en nuevos proyectos de esta oleaginosa, cuya perennidad y largo aliento no permiten equivocaciones.

Por las razones expuestas no podemos aceptar que titulares de prensa desacrediten ante la opinión pública un cultivo que se ha estado abriendo paso en medio de la violencia y las condiciones adversas, para generar verdaderos territorios de paz. La cultura de la palma de aceite se ha construido con el trabajo honesto, dedicado y comprometido de pequeños y medianos empresarios por más de cuatro décadas, generando empleo y desarrollo en vastas zonas de la geografía nacional. Lo sabe Colombia que la ha proclamado como un propósito nacional. Y como propósito de todos debe construirse, exaltarse y consolidarse.

* Presidente Ejecutivo de Fedepalma