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Debate sobre bogotá III

A propósito de la ruptura en Bogotá

Jueves 2. Las cualidades por las que los bogotanos eligieron a Garzón no solo ayudan poco, sino que pueden desperdiciar a un buen líder, opina Claudia López, consultora en asuntos urbanos.

Claudia López*
5 de septiembre de 2004

Luis Eduardo Garzón es un buen ser humano, muy simpático y muy buen político de eso no hay la menor duda. Esas cualidades, y un discurso reivindicativo de lo social, lo llevaron a ser el Alcalde electo de Bogotá con mayor votación. Pero el Alcalde debe entender que la campaña se acabo hace casi un año. Lo que importa ahora es cómo gobierna y cómo pueden esas cualidades contribuir a que los habitantes de Bogotá, y en particular los más pobres, mejoren su calidad de vida. Como vamos, esas cualidades no sólo están contribuyendo poco sino que pueden desperdiciar a un buen líder, a la alternativa política que representa y las ilusiones de la población que lo llevo al poder.

El Alcalde Garzón ha sido incapaz de hacer el transito de dirigente de minorías a gobernante de todos. Ser gobernante es asumir la obligación de representar el interés de todos los ciudadanos, no sólo de aquellos con los que ganó las elecciones, y estar dispuesto a afectar intereses particulares en beneficio del interés general. Ni lo uno ni lo otro ha sido capaz de ejercer el Alcalde Garzón.

Mockus y mucho más Peñalosa perdieron estrepitosamente las elecciones en el sur cuando ganaron la Alcaldía. Sin embargo, el 80% de las inversiones que ejecutaron fueron en el sur, en colegios, vías, jardines infantiles, acueductos y alcantarillados, centros de salud, programas de participación y bienestar social para los más pobres, y en macroproyectos como Transmilenio que benefician mayoritariamente a los pobres de a pie. Y no sólo eso, gobernaron afectando a aquellos que mayoritariamente los eligieron. El pico y placa, los impuestos, las restricciones a la rumba, la expropiación del Country, la sobretasa a la gasolina, entre otras medidas, afectan a las clases medias y altas, pero benefician a la sociedad en su conjunto. Un talante político independiente, pragmático, un proyecto de ciudad coherente y un estilo gubernamental de estadista, aunque posiblemente menos simpático, le permitió al gobierno distrital bajo los mandatos de Mockus y Peñalosa cumplir la función social y redistributiva que le corresponde.

El Alcalde Garzón por el contrario se escuda detrás de la concertación para no tomar decisiones, hipotecó el gobierno distrital con minorías organizadas que protegen sus intereses y gobierna más para su imagen que para el bienestar de los pobres. La educación se la entregó a Fecode, Metrovivienda a los viviendistas de Fenavip y la Secretaría de Transito a los trasportadores. A falta de directrices y de jefe, esas minorías organizadas han capturado las entidades para su beneficio a costa de los demás, pero con la bendición del Alcalde Garzón.

El legado social, de independencia, conocimiento, experiencia y continuidad fue lo que la ciudad perdió, no por la elección de Garzón como Alcalde, sino por la manera como éste ha decidido ejercer el gobierno. El Garzón que dijo que respetaría los logros de la ciudad pero incluiría nuevos temas y programas se quedó en promesa de campaña. Garzón ha escogido ser vengador ideológico y del pasado y no constructor del presente. Salud a su Hogar se ha montado más para demostrar que la Ley 100, otrora impulsada por el hoy presidente Álvaro Uribe, no funciona que para atender adecuadamente la salud de los bogotanos. Los colegios en concesión, las bibliotecas, las ciclorutas y todo el programa desmarginalización de barrios se han desmontado no por falta de resultados sociales sino porque los creó Peñalosa y de su legado no puede quedar ni el olor. La cultura ciudadana quedó atrás no porque no sea indispensable para la ciudad sino porque era de Mockus. Ese legado es de la ciudad no de sus gobernantes, ni los pasados ni el actual.

La ruptura en Bogotá no es sólo de estilo sino de fondo. A la mayoría de ciudadanos, a mi también, nos gusta más el estilo del Alcalde Garzón: simpático, conversador, buen escucha. Pero esas cualidades deben estar al servicio del interés general no como hasta ahora a la salvaguarda de poderosos intereses particulares que gobiernan en su beneficio. A los ciudadanos en general, y a los pobres en particular, no les importa quién hizo qué sino que les sirva, que les mejore su calidad de vida.

* Consultora de asuntos urbanos