JUAN CARLOS SANCLEMENTE TÉLLEZ
El ocaso de los pioneros, el alba de los innovadores
El comercio minorista tiene una larga historia y ante el actual cierre de muchos de los principales establecimientos pertenecientes a este sector a nivel mundial, bueno es conocer su legado.
La tienda por departamentos es una, entre muchas, de las más significativas innovaciones minoristas que tuvieron su origen desde mediados del siglo XIX. Otros ejemplos fueron: los almacenes de novedades, la tienda general, las casas de ventas por correo, las cadenas de tiendas, el supermercado, las tiendas de descuento o el centro comercial como tal.
Algunas de estas manifestaciones comerciales empiezan a hacer crisis hoy en día, pero es importante conocer su procedencia y la influencia que han tenido en el consumo y en otras expresiones sociales.
Esta forma de comercio tiene una historia fascinante y sobre todo una notable contribución a nuestra cambiante economía. Este innovador ícono comercial ha aportado mucho a la manera en que compramos actualmente y modificó sustancialmente numerosas prácticas comerciales y de gestión de recursos humanos, entre otros.
Luego de más de 150 años de existencia, este modelo de la distribución minorista se encuentra ahora en una fase de declive de su ciclo de vida, tal y como lo muestran investigaciones y realidades que dan cuenta de este fenómeno (Vea la quiebra de los almacenes Sears) y ello debido a múltiples razones (vea también Victoria‘s Secret y Sears cerrarán más tiendas físicas este año), lo que ha hecho incluso que este comercio experimente una evolución y un cambio radical (como lo explico en mi columna sobre el cambio en el comercio minorista), pero siempre es muy significativo “mirar hacia atrás” y destacar su surgimiento como esquema comercial y los aportes que ha brindado al consumo, a la implementación de estrategias de marketing y a la sociedad en sentido amplio.
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Siempre se ha considerado al sector manufacturero e inclusive a las instancias o entidades oficiales como los principales generadores de innovación tecnológica dentro de toda economía.
Las empresas farmacéuticas, las electrónicas o las de telecomunicaciones, entre otras, han sido valoradas como promotoras y principales contribuyentes en este campo.
Todo esto ha sido ponderado como un aporte significativo a la sociedad y por ello se han invertido cuantiosas sumas de dinero para incrementar la efectividad del esquema productivo de cualquier nación.
Esto ha tenido como consecuencia el que se preste demasiada atención a este último llegándolo a considerar como el único que puede generar crecimiento económico y prosperidad.
Otros renglones económicos, especialmente el comercio minorista, también han contribuido significativamente al desarrollo. Sin embargo, a pesar de ello, estos comerciantes “detallistas” han sido etiquetados como improductivos, responsables de los altos precios y, en ocasiones, como duplicadores de funciones que no responden a las necesidades del mercado y que representan un costo que no es comparable con las labores transaccionales, de logística y de facilitación que despliegan.
Pero es que este elemento de la cadena de valor de cualquier organización (la distribución minorista), como miembro de nuestro sistema económico, ha sido tan innovador como cualquier otro y las contribuciones tecnológicas de las tiendas por departamentos son extraordinarias.
El surgimiento de esta figura desde mediados de la década de 1850 hasta finales del siglo XIX fue una gran revolución, no solo para los negocios sino también para toda la sociedad. De hecho, su aporte, tanto para la economía como para los consumidores, ha sido tan representativo y amplio como cualquier otra innovación trascendental que el mundo haya conocido.
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Este esquema ha afectado muchas facetas de la vida social y económica pues ha representado siempre a una institución muy emprendedora e innovadora. Ha coadyuvado directa e indirectamente, como agente de cambio, a la adopción de muchas innovaciones tecnológicas. Ha revolucionado la experiencia de compra de las personas, la disponibilidad y el surtido de productos, las políticas de crédito, la concientización de los clientes en cuanto a precios, los medios y las herramientas de promoción, el control de inventarios, e incluso las políticas de contratación de las empresas. Se ha corroborado también que el esquema fue pionero en la utilización de equipos para procesar datos útiles para el análisis de ventas y otros requerimientos gerenciales y comerciales.
Por otra parte, la infraestructura de estos negocios requirió la utilización de nuevos materiales de construcción, tecnologías referentes a recubrimientos, dispositivos de calefacción, enfriamiento, iluminación y de logística de desplazamiento de las personas en las superficies, lo que condujo necesariamente a innovaciones en ingeniería y arquitectura.
El diseño de las tiendas facilitó ostensiblemente la facilidad y la conveniencia de las compras por parte del consumidor, independiente de sus necesidades y de sus capacidades económicas. También este esquema puso a disposición servicios nunca antes vistos: los restaurantes, los baños, las salas de lectura, las entregas a domicilio, el empaque, los horarios, las nuevas formas de exhibición y de “merchandising” entre muchos otros.
Finalmente, y sin ser exhaustivos, fue una figura muy democrática e igualitaria especialmente para el género femenino en su época. Brindó a las mujeres el lugar que merecen en la sociedad no solo como consumidoras, sino igualmente como fuerza laboral. Ellas pudieron en esos momentos ir de compras por su cuenta e igualmente encontrar una alternativa de trabajo significativa.
Bienvenidos los modernos sistemas de comercio minorista y/o de distribución pero no olvidemos los importantes aportes de la figura de este sector que hoy vive épocas difíciles.