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El hombre de ciencia

Es el hombre que descubrió el método para volver reversible una demencia. Desde hace más de 30 años les ha salvado la vida a miles de seres humanos en todo el mundo. Se trata de Salomón Hakim Dow, Premio Fundación Alejandro Angel Escobar, 1967 y 1974 y cuyo interés por la neurología nació de esa afición por la física y la mecánica de las cosas que, sumado a un gran interés por el hombre, lo condujo inevitablemente al mundo de la medicina. Entrevista con él.

Dominique Rodríguez Dalvard
23 de noviembre de 2002

Es el hombre que descubrió el método para volver reversible una demencia. Desde hace más de 30 años le ha salvado la vida a miles de seres humanos en todo el mundo. Se trata de Salomón Hakim Dow, cuyo interés por la neurología nació de esa afición por la física y la mecánica de las cosas, que sumado a un gran interés por el hombre lo condujo inevitablemente al mundo de la medicina. Inundado siempre de curiosidad, quiere comprenderlo todo, y por eso en la búsqueda de su especialización, cuando hubo entendido el funcionamiento del corazón se interesó por el sistema nervioso cuya complejidad lo ha apasionado hasta el punto de haber consagrado su vida como científico al estudio de su fuente: el cerebro.

"Cuando usted encuentra una contradicción en algo, en medicina o en cualquier campo, es porque ahí hay algo. Cuando usted dice que normalmente debería pasar algo y no pasa, entonces ahí hay algo que está mal", asegura Salomón Hakim. Tan sencillo como eso. Así lo explica todo y por eso después de sus charlas se le vuelcan decenas de estudiantes que quieren una respuesta única, una mirada única que les ratifique que tomaron el camino correcto.

Arma y desarma toda clase de artefactos, le fascina el trabajo con las manos y por eso entrar a su laboratorio es entenderlo, entender su minuciosidad, su orden, su rigor. Tiene libros de consulta de filosofía, física, química y medicina, tornos para hacer las piezas de precisión relojera que requieren sus investigaciones (por cierto elogiadas por relojeros suizos y por el hombre que hace los motores de Roll Royce y turbinas de avión), modelos a escala de válvulas, cerebros reproducidos, mesas de análisis de animales, microscopios electrónicos, computadores, videocasetes, diapositivas, y seguramente los mil detalles ocultos que nunca se verán, los secretos del alquimista... y lo presenta con toda la humildad, sabiendo que es el fruto de sus más de cinco décadas de trabajo, de los premios que se ha ganado, como uno de los primeros y que recuerda con la mayor de las gratitudes, el de la Fundación Alejandro Angel Escobar en 1967 con el cual se ganó 13.873 pesos, además claro, de las regalías de su descubrimiento, la invención de esa válvula de Hakim que desde hace años comercializa Johnson & Johnson en el mundo entero.

Así, vivir de la ciencia sí se puede en Colombia. Claro está que aquel que lo esté planeando tenga la plena convicción de que es una tarea de toda la vida. Ardua investigación, miles de fallas antes de un resultado positivo, poca divulgación y muchos recelos profesionales y jerarquías claramente marcadas por el sistema de recompensas científico y las "normas de la ciencia". Como tal, dentro de este entorno se encuentran personas que están dispuestas a consagrarse a la vida en su vocación como científicos. Y ganan su apuesta.

Su descubrimiento ha transformado la manera de estudiar la neurología. Con un nombre complicadísimo, Hidrocefalia con Presión Normal, es la enfermedad que se conoce como Síndrome de Hakim y que no resulta tan difícil de entender como parecería: la idea es que a algunas personas, por una causa que aún no se conoce, se le hinchan los ventrículos del cerebro causándoles una progresiva demencia. A través de múltiples estudios, el doctor Hakim creó una válvula con la cual resta un líquido del cerebro (LCR) que reduce en cuestión de horas ese crecimiento desmesurado de las partes afectadas, para de este modo restablecerle al enfermo su salud sin repercusiones por lo sucedido... como si nunca hubiera pasado. Sólo queda el ligero turupe que evidencia la válvula en la cabeza, pero como si nada.

¿Por qué es importante este descubrimiento? La razón es simple. Le da a miles de personas afectadas por este tipo de mal la posibilidad de recuperarse, de recuperar la razón y no morir en la total incapacidad mental y física. El Alzheimer, por ejemplo, no ha tenido esa suerte, pues aún no se conoce método alguno que detenga y menos aún, que revierta sus efectos. "Antes al decir demencias tratables usted encogía los hombros y decía ¿pero cómo, si una demencia no tiene tratamiento?, hoy no. Ya sabemos que muchas enfermedades endocrinas, y otras cosas como intoxicaciones, pueden producir un cuadro mental que es reversible. Pero todo esto lo abrió el capítulo de la Hidrocefalia con Presión Normal" afirma Hakim.

Y aunque aún las razones de tal enfermedad no se conocen, muchos han especulado y se han aventurado a enunciarlas sin haber encontrado un exitoso resultado. El doctor Hakim y su equipo -sus hijos- están a punto de publicar su causa, con la cual están seguros de acertar. "Ya hemos encontrado cuál es la causa, es decir, la dilatación del cerebro se puede efectuar sin aumento de la presión, pues el aumento de la presión no es la que dilata los ventrículos, es otra cosa". Allí queda la explicación, austera y prudente que hace Salomón Hakim. El mismo explica, con su rigor, que sin pruebas no existe hipótesis que valga, por lo cual, sabiendo ya el motivo, no publicará antes de comprobar al menos durante un semestre la eficiencia de sus planteamientos. Sabe que puede revolucionar el mundo científico, que haría que se cambien los libros de medicina neuronal que están partiendo de bases equivocadas para realizar sus estudios, y es tan consciente de esto que conduce con mesura y serenidad su descubrimiento. Conoce muy bien ese afán científico que promulga "Publish or Perish" (publica o perece), pero también conoce muy bien que es muy sencillo declararse vencedor antes de tiempo y luego quedarse con las manos vacías y poca credibilidad. Por eso, el protagonismo es lo que menos le interesa, y prefiere seguir en esa ansiosa búsqueda de resultados y respuestas que le brinda el estudio de la naturaleza.

Y el cerebro es el mejor instrumento para hacerle saber que aún tiene mucho por aprender para poder saciar es apetito de conocimiento: "Sabemos algo de movimiento, dónde están los centros motores, los centros receptores de dolor, del frío, del calor, temperatura, todo esto, pero nosotros no sabemos dónde está la memoria, cómo funciona la memoria ; ¿Dónde está la conciencia, qué es la conciencia, cómo funciona eso, dónde está el amor?, la atracción de un ser hacia otro; por ejemplo, los computadores no tienen esa sensibilidad, funcionan, piensan y obedecen y hacen cálculos con una rapidez mayor que la del cerebro, pero son aparatos que no tienen todas las cosas que sí posee el cerebro y todavía estamos muy distantes de saber cómo funciona esto. Luego ¿cómo aprende el hombre? Por ejemplo usted puede aprender con su mano derecha muchas cosas y sin enseñárselas a la mano izquierda, ésta ¿cómo las aprendió ? A través de unas fibras de asociación entre un hemisferio y otro hemisferio", explica este experto de la ciencia.

Aprovecha tanto cada segundo de su existencia que se molesta profundamente cuando lo alcanza cualquier gripa, porque dice que está perdiendo tiempo. Y le ruega a la vida alcanzar a tener todo el tiempo para resolver las millones de inquietudes que surgen de su nutrido cerebro. Nutrido porque si no está leyendo biografías o documentos históricos y científicos actuales, está relajándose con algún cuento o resolviendo problemas matemáticos y físicos que le prueban su habilidad y retentiva. No hay duda que posee una memoria envidiable al tararear las melodías que tanto le gustan de compositores clásicos y populares que recita con toda la fluidez del conocedor y gozador, porque a cada pieza le tiene un adjetivo. Pero claro eso no es gratuito, cuando vivía en Ibagué asistió al conservatorio por eso conoce la teoría, el solfeo, lee música y toca piano y acordeón. Tal es el caso del compositor francés Maurice Ravel (1875-1937) al que admira por la dulzura con la que logró una pieza como la Pavana para una infanta difunta, y de quien precisamente tiene en sus manos toda su historia clínica, que le hizo llegar un científico francés con toda suerte de documentos: fotografías, notas, todos los hospitales donde estuvo, cuentas médicas, tema que desarrollará a su debido tiempo, pues según él murió de Hidrocefalia con Presión Normal. Otro capítulo de su vida.