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JORGE HUMBERTO BOTERO

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A los empellones

Como un elefante en una cristalería, el presidente se tropieza con las instituciones.

Jorge Humberto Botero
27 de febrero de 2024

Por eso, casi todas las determinaciones suyas que han llegado a los foros judiciales se caen: las sobretasas a la renta, la emergencia económica para La Guajira y la toma de la Comisión Reguladora de Energía, por ejemplo. Vienen otras decisiones que probablemente le serán adversas en materia tributaria: los decretos expedidos con la firma del suspendido Leyva podrían caerse como fichas de dominó.

Su manera de actuar mucho se parece a la de Salvador Allende en Chile, quien fue derrocado en 1973, razón por la cual es considerado un ícono de la democracia, a pesar de que su estrategia precisamente consistía en sustituir la Constitución para instaurar un modelo socialista, muy parecido al que Petro tiene en la cabeza. Sus adversarios se anticiparon a darle su propia medicina. Mal por él y por ellos.

El ministro de Salud ha dicho: “Mientras los bancos nos muestran las utilidades y el grupo GEA todos los días aumenta sus utilidades, la gente padece hambre en este territorio”. El mensaje es claro: las utilidades empresariales son ilegítimas –todas ellas–, porque, en su naturaleza, no se diferencian de las de aquellos agentes que suscitaron su ira. Y son aborrecibles porque son la causa del hambre que padecen los colombianos. Esa fobia socialista contra la economía de mercado es contraria al modelo de Estado social de derecho o de bienestar que siguen los países que han logrado derrotar la pobreza.

El Estado moderno es burocrático y meritocrático. Se sustenta en un cuerpo de servidores profesionales que llegan al servicio público en función de sus méritos; son, en lo esencial, quienes están dotados de conocimientos técnicos que la experiencia fortalece. Este es un estamento que Petro y su gente detestan.

A propósito de sus diferencias de criterio con una política de protección de especies marinas en riesgo de extinción, la ministra de Agricultura calificó a quienes piensan distinto de gomelos, yupis y racistas, y convocó al pueblo a movilizarse. Hago eco de una columna reciente de Moisés Wasserman –excelente, como todas las suyas– para expresar mi indignación. ¡Así no se plantean los debates sobre asuntos de interés público! No sorprenden, sin embargo, las palabras de esa funcionaria. Hace poco, Petro había dicho que “el pueblo no se puede arrodillar a un tecnócrata que tiene intereses escondidos”. El sentido es obvio: los que actúan a partir de conocimientos validados por la ciencia y la experiencia no son fiables. No están con “el pueblo”.

Estas actitudes del Gobierno me llevan a recordar la revolución cultural China desatada por Mao Zedong en 1996 contra los enemigos de la revolución, laxa categoría que incluyó a intelectuales, periodistas, derechistas, ricos, malas personas, maestros y funcionarios públicos. Cualquiera que fuera acusado por los jóvenes que integraban las “guardias rojas” era perseguido. Muchas fueron asesinados. Durante ese hórrido periodo, perdieron la vida algo así como veinte millones de personas.

Esta tragedia estuvo precedida por otra: el “Gran Salto Adelante”, un conato de abrupta modificación del modelo económico que buscaba lograr un crecimiento acelerado mediante un proceso de industrialización realizado por el Estado (noten las semejanzas). Se estima que la hambruna resultante produjo treinta millones de muertos. Estas fatídicas políticas comenzaron con la movilización de hordas de fanáticos a las calles (tengámoslo en cuenta).

Me entristece la columna de Leonardo Padura, el gran novelista cubano, que leí el domingo –“Más polvo en el viento”–, en la que se refiere al éxodo de sus compatriotas, no solo de los jóvenes que se han ido en búsqueda de una vida mejor en el extranjero, sino también de los viejos, sus vecinos de barrio, a los que las pensiones que reciben no les alcanzan para comprar un huevo diario. Y no puedo omitir la expatriación de millones de venezolanos que prefirieron abandonarlo todo, incluso sus seres queridos, a la supuesta panacea llamada “socialismo del siglo XXI”. ¿Qué tan lejos estamos de que nos suceda lo mismo?

Ojalá lo fueren en grado mayor, pero tenemos instituciones capaces, como hasta ahora lo han sido, de soportar el asedio. Vienen en las semanas próximas los debates en el Senado sobre la reforma a la salud, servicio público esencial que se encuentra en crisis, en buena parte por acciones del propio Gobierno, que le retiene, para generar su asfixia financiera, el giro de recursos previstos en la ley. Las reformas que son necesarias para fortalecer la medicina preventiva y la atención primaria, e incrementar la oferta en zonas remotas, requieren debates serenos. Por eso hay que rechazar las movilizaciones intimidantes contra el Congreso y los órganos judiciales. Igualmente, debemos repudiar los escandalosos intentos de captura de partidos políticos a cambio de puestos y contratos. La digna reacción de los conservadores requiere acciones equivalentes en el Partido Liberal.

Tal como está previsto en la Constitución, avanzan los procesos con relación a los posibles excesos de financiamiento cometidos por el Petrismo en la pasada campaña presidencial. Si se demuestra que fue lo que sucedió, la consecuencia inexorable sería la pérdida de la investidura de Petro y Márquez, así no hayan tenido nada que ver con el manejo de fondos. Debemos rodear a las instituciones competentes para que puedan definir esta compleja materia con rigor y autonomía plena.

Estos procesos, que a Petro, con razón, atemorizan, son parte de las instituciones democráticas de muchos países. Por motivos parecidos renunciaron, a fin de evitar su destitución, los presidentes Nixon, en Estados Unidos, y Collor de Mello, en Brasil. Pedro Castillo, en el Perú, fue destituido por intentar un golpe de Estado (curioso que Petro sea su acérrimo defensor). El Presidente Sarkozy está preso por financiación ilegal de una campaña electoral. En Colombia, fue destituido el Presidente Mosquera a mediados del siglo XIX, y, en el anterior, Rojas Pinilla.

Pido excusas al presidente por las cosas que, por su bien, le digo cada tanto: su teoría de que puede ser víctima de un “golpe blando” tiene tanto valor como la que refiere a la expansión del virus de la vida por las galaxias.

Briznas poéticas. Discurso de José Emilio Pacheco ante sus compañeros de curso: “Ya somos todo aquello / contra lo que luchamos a los veinte años”.

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