Home

Opinión

Artículo

OPINIÓN

Si Duque dijera la verdad...

Mi conclusión solo puede ser una: los padres fundadores americanos, más allá de una reunión entre Francisco Miranda y Jefferson, no tuvieron absolutamente nada que ver en nuestra independencia.

Federico Gómez Lara, Federico Gómez Lara
7 de enero de 2019

En Colombia ha existido siempre una suerte de pacto no escrito que establece que entre la fecha de Navidad y mediados de enero, en el país no pasa nada. Por estos días los columnistas se van de vacaciones, los congresistas se broncean la panza y los noticieros se dedican a recordar recetas de la abuela, o dar tips para adelgazar.

Sin embargo, este inicio de año fue diferente por cuenta de la metida de pata del presidente Duque durante la visita del secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, a Cartagena. En cuestión de horas, las redes sociales acabaron con el pobre mandatario y los creadores de memes le sacaron todo el jugo a semejante papayazo.

Es que ya es usual que nuestro jefe de estado haga el oso en la arena internacional y está ampliamente establecido que ese escenario no es su fuerte. Todavía ronda fresco en la memoria de todos el recuerdo del tristemente célebre “Uribe le manda saludos, que lo quiere mucho” que le dijo nuestro presidente al atónito rey de España; o de la burla de Buitragueño mientras Duque hacía cabecitas en el Bernabéu; o sus cantos ante los presidentes cuando no se aguanta las ganas de coger una guitarra; o, por supuesto, del papelón que hizo en Francia, en la UNESCO, con su brillante alusión a Blanca Nieves y los siete enanitos para explicar su política económica. A este paso, el presidente irá acercándose cada vez más al nivel de Nicolás Maduro y su creencia de que el espíritu de Chávez reencarnó en un pajarito, o a su lapsus sobre la multiplicación de los penes en vez de los panes.

Dicho lo anterior, debo anotar que en un principio el error histórico de Duque no iba a ser el tema de esta columna pues lo encuentro absolutamente insignificante e intrascendente para la realidad nacional. A mí manera de ver, el tema debió haberse quedado en los agudos memes de George Washington peleando en la batalla de Boyacá o del Capitán América reunido con el general Santander. Pero no fue así. El rollo terminó en acalorados debates entre historiadores en programas de radio, en varios periódicos, y hasta en las páginas de esta revista.

Fue entonces cuando decidí tratar hoy este asunto pues, -¡quién lo creyera!-, no en la embarrada de Duque, sino en la reacción posterior, se puede evidenciar uno de los grandes males de nuestra democracia: esa incapacidad de los políticos de reconocer su condición de humanos que se equivocan y se contradicen, que los lleva hasta el punto de intentar disfrazar la realidad, así esta salte a la vista, antes de reconocer un error o una incoherencia.

Para ser justos, es necesario decir que esa mala práctica no es solamente una maña del presidente, sino de la mayoría de los políticos en Colombia. Es por eso que siempre estamos bombardeados de afirmaciones que desafían la lógica y, por qué no, la inteligencia misma. Cosas como los discursos de cierre de campaña de candidatos que marcan el cero por ciento en las encuestas en los que tiran frases tan osadas como “el próximo 7 de agosto cuando lleguemos al palacio”, o las entrevistas de Andrés Pastrana contándonos los éxitos de su proceso de paz, dan fe de esa nociva manía.

Que fácil hubiera sido, que luego de decir semejante burrada, el presidente saliera a reconocer su error. Seguramente hasta lo hubiéramos entendido y pasábamos la página. En últimas, el tipo vive ocupadísimo, tiene que estar pendiente de todos los temas del país, responder entrevistas y dar varios discursos en un día. Es apenas normal que de vez en cuando se equivoque. Pero no. Lo que hizo el gobierno fue poner a sus colaboradores a tratar de interpretar la historia patria de Colombia y de los Estados Unidos de tal forma que se pudiera afirmar que la referencia histórica de Duque fue correcta y ajustada a la realidad.

El alto consejero para los derechos humanos, Francisco Barbosa, hombre a quien conozco personalmente y puedo dar fe de su inmensa preparación y altos quilates intelectuales, hizo una ronda de medios para dar sus argumentos sobre la incidencia de los Estados Unidos en nuestra independencia. Como soy perfectamente consciente de que a pesar de que siempre me ha interesado la historia, mis conocimientos en la materia están muy lejos del nivel de un académico como Barbosa, y si, de los del presidente que también ha leído mucho del tema, me puse en la tarea de oír y leer todos los debates que desató esta polémica. Mi conclusión solo puede ser una: los padres fundadores americanos, más allá de una reunión entre Francisco Miranda y Jefferson, no tuvieron absolutamente nada que ver en nuestra independencia.

Aprovechando que a falta de una bandera clara, el presidente decidió hacer del bicentenario una prioridad en su gobierno, qué importante sería que Duque utilizara esa celebración para promover la erradicación de esa maña que tanto daño nos ha hecho: en Colombia necesitamos políticos que no solamente digan la verdad, sino que sean humildes a la hora de reconocer sus embarradas.

Así las cosas, oiríamos frases como “les dije que iba a cambiar los acuerdos de paz para hacerme elegir, pero eso, en verdad, no se puede”; o “les dije que iba a bajar los impuestos, pero eso tampoco se puede”; o acepto que “cuando estaba en la oposición se me fue la mano criticando, y ahora me doy cuenta de que gobernar es bien difícil”; o reconozco que “sí me importan las encuestas”; o me doy cuenta de que “reducir los cultivos de coca nos está quedando grande”; o tal vez "debo aceptar que mi decreto de la dosis mínima no sirvió para nada", etc...

Ojalá vivamos para ver ese día...

En Twitter: @federicogomezla

Noticias Destacadas