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La telaraña de los elefantes

Martínez, además de estar impedido como fiscal, está untado en sus otras personalidades de ‘multitasker’, así baraje como un prestidigitador los nombres de su multinacional bufete.

Antonio Caballero, Revista Semana, Antonio Caballero
11 de marzo de 2017

Señalaba yo aquí hace 15 días que el fiscal general, Néstor Humberto Martínez Neira, tiene la corbata llena de elefantes, como puede verse en las fotografías. Pero él no los ve. Así que el senador Jorge Robledo ha tenido que salir a enrostrarle el más protuberante, que caracolea en sus propias narices:

el elefante de Odebrecht, en el que está “untado hasta el alma” a través de sus asesorías jurídicas a las empresas encargadas de la recuperación del río Magdalena y de la construcción de la Ruta del Sol, obras ambas en las que participa, o participaba, la constructora brasileña.

Lo de Odebrecht es grave. Todos los días aparecen más y más implicados en la gigantesca telaraña de complicidades montada por la corruptora empresa. Al lado de lo ocurrido en otros países la participación colombiana puede parecer modesta: sobornos por solo 11 millones de dólares, de los cuales no se conocen todavía todos los intermediarios ni beneficiarios. Pero los sospechosos incluyen ya a las cabezas de las dos campañas presidenciales del año 2014, y a una moñona de ministros, viceministros y senadores, sin contar ciudadanos particulares con capacidad de tráfico de influencias. Y lo más grave de todo es que incluyen también al fiscal general, Néstor Humberto Martínez: el supremo encargado de investigar la red de corrupción está enredado él también.

No es solo que Martínez tenga que declararse impedido para ocuparse del asunto, así no quiera (y no quiere), por estar, como dice el senador Jorge Robledo, “untado hasta el alma” en el escándalo. Es que, además de estar impedido como fiscal, está untado en sus otras personalidades de multitasker, así quiera ocultarlo barajando como un prestidigitador los múltiples nombres con que opera su multinacional bufete de abogados. Está untado como ministro de la Presidencia, firmante del documento Conpes que dio luz verde a los negocios hoy investigados por él mismo. Está untado más íntimamente como abogado consultor y asesor de las empresas promotoras de esos negocios. Y, lo más grave de todo, está untado como fiscal: pues ya se apresuró a declarar libre de culpa, de entre todas las investigadas, precisamente a la empresa que recibía sus asesorías jurídicas: siguiendo la madeja, a Corficolombiana, de la cual es filial Episol, de la cual es filial Navelena, socia minoritaria de Odebrecht: la cual Corficolombiana pertenece a su vez al Grupo Aval del banquero y constructor Luis Carlos Sarmiento Angulo. Anunció Martínez Neira el día 5 de enero: “La Fiscalía ha descartado la posibilidad de corrupción en el caso dela adjudicación de las obras del río Magdalena”. Ante la absolución la misma Corficolombiana, en un comunicado que publica El Tiempo –diario de propiedad de Sarmiento Angulo– se proclama “indignada” por los sobornos y sorprendida en su buena fe por su socia Odebrecht, que nunca le contó, asegura, que andaba repartiendo coimas para obtener un contrato que la favorecía también a ella.

Al señalamiento de Robledo replicó Martínez diciendo que lo que pasa es que el senador está en campaña electoral: lo cual es cierto, pero no tiene nada que ver: es una distractora bomba de humo que lanza el fiscal. Y aseguró después que Robledo se había retractado de sus denuncias: lo cual es falso: lo que hizo fue ratificarlas. Otra bomba de humo. Porque ni la primera ni la segunda réplica responden al nudo de lo que se plantea: si alguna relación tiene el fiscal con los contratos bajo sospecha, como afirma, entre otros, el senador Robledo. Y si en consecuencia está obligado a declararse impedido para investigarlos, y, por el contrario, debiera ser investigado él mismo.

Hay una ronda infantil sobre unos elefantes que se columpiaban sobre la tela de una araña. Y como la tela resistía, fueron a buscar un camarada; y luego otro y otro. Pero llega un momento del juego en que la telaraña empieza a ceder, y los elefantes empiezan a echar fuera a empujones a un camarada tras otro, delatándose mutuamente. En esta parte brusca del juego el fiscal Martínez es el elefante que más empuja. 

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