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AQUI FALTA ALGO

Semana
29 de noviembre de 1999

La semana pasada se produjo el primer round entre los negociadores del gobierno y de las
Farc. La pasmosa tranquilidad de Raúl Reyes se encontró con la caballerosidad y el equilibrio de Pedro
Gómez. La grosería y la permanente sonrisa de Joaquín con el manzanillismo de primera categoría y el
liderazgo político de Fabio Valencia. Y la introversión y gelatinosa personalidad de Iván con la discreción y las
pocas palabras de Camilo Gómez: un verdadero sancocho nacional.
Aunque poco a poco los colombianos hemos venido entendiendo que la paz no está a la vuelta de la esquina,
y que nos quedan muchas desilusiones por delante, tampoco pienso que nos debemos resignar a que
como mínimo al final de este gobierno las partes no se hayan parado de la mesa de negociación, y a que
quede pospuesta hasta el próximo o los próximos gobiernos la esperanza de lograr la añorada paz.
Estoy en total desacuerdo con que ese sea el escenario al que debemos aspirar. Porque si la paz no se
hace durante este gobierno, probablemente no se hará nunca. Prueba de ello es la imbatible tradición
colombiana de que cada vez que un presidente nuevo llega al gobierno, lo menos probable es que construya
sobre lo que hizo su antecesor.
Eso tampoco ocurría ni siquiera bajo el Frente Nacional, cuando el presidente de turno elegía a su sucesor. Y
menos va a ocurrir ahora, cuando lo más probable es que el sucesor de Andrés Pastrana salga de entre Noemí
Sanín u Horacio Serpa, dos antipastranistas de pura cepa que de heredar el proceso de paz sin ninguna
definición y en estado incipiente, lo primero que harán será ordenar su revisión, porque ni muertos dedicarán su
gobierno a hacer la paz de Andrés Pastrana.
Un proceso sujeto a las revisiones que le imponga el próximo gobierno está muerto. Incluiría posiblemente
el relevo de los negociadores, porque los actuales son representantes de Pastrana. Incluiría el cambio de
metodología, porque el nuevo presidente supongo que pretenderá imprimirle su sello personal al proceso.
Incluiría la revisión de lo acordado, porque habría un nuevo ambiente político. Casi habría borrón y cuenta
nueva.
Por eso, hay que aceptarlo de una vez: o llegamos ahora, en estos tres años que le quedan a Pastrana a los
acuerdos sobre las reformas que le haremos al país, o no llegaremos nunca.
Pero para alcanzar estos acuerdos, y en ese plazo, hay algo que debería suceder y no está sucediendo:
poner en marcha los mecanismos ejecutivos, porque hasta ahora los únicos mecanismos que han
funcionado son los políticos.
Efectivamente, el Presidente tiene la visión y la decisión. Criticado o no, ahí va Víctor G. Ahí está la comisión
negociadora. Ahí está la comisión temática. Hemos visto fotos, hemos oído discursos, hemos escuchado
himnos, e intuimos la buena fe de las partes en el proceso. Pero no hemos visto todavía los mecanismos de
trabajo para llegar a puerto seguro en los tres años que quedan.
¿Dónde está ese think tank? ¿Dónde está ese grupo de 'Nicanores' arremangándose, trabajando 24 horas,
discutiendo tema por tema, organizando reuniones, recogiendo las propuestas de la comisión temática,
redactando actas y tomando la decisión de, evacuado uno, arrancar con la discusión del siguiente tema?
A los cuatro miembros de la comisión negociadora les están haciendo falta dos cosas: quién los coordine y
quién les mastique los temas. ¿Acaso es Víctor G. el jefe de los negociadores? No. Por ello sería conveniente
que de entre ellos se nombre un presidente que los cite, que ordene la agenda y que imponga las prioridades.
Pero ante todo, hay que determinar si los negociadores tienen la responsabilidad directa de las propuestas
que se van a poner sobre la mesa, o si, como yo creo, y es precisamente lo que estoy echando de menos, se
debe poner a trabajar a uno o varios equipos coordinados directamente por el gobierno que, como
depositarios de los temas de las distintas comisiones temáticas, les mastiquen los temas a los
negociadores. Que desarrollen la agenda previamente acordada con las Farc y que la traduzcan en propuestas
concretas. Para integrar dicha comisión, yo pongo 'el case': convocar a gente como Ramón de la Torre, ex
presidente de la Esso, con amplia experiencia en conciliación de conflictos...
Por lo pronto, lo único que hay es el consenso político de que las cosas van para adelante.
Pero si realmente estamos pensando en la meta de tres años, eso definitivamente no es suficiente.
Entretanto... ¿Por qué el gobierno tolera el sabotaje del presidente de Ecopetrol contra la política petrolera
del gobierno?

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