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JUAN MANUEL CHARRY

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Asamblea constituyente por decreto

Hay una sociedad dividida y polarizada, con un gobierno incapaz de tender puentes y proponer fórmulas de conciliación.

Juan Manuel Charry Urueña
30 de mayo de 2024

El exfiscal Eduardo Montealegre, recientemente, reveló en una emisora radial que apoyaría la propuesta del Gobierno de convocar por decreto una asamblea constituyente, entre otros, para extender el periodo presidencial o permitir la reelección inmediata, pues la sociedad está bloqueada en razón a que el Congreso no tramita o niega las iniciativas gubernamentales para el cambio que requiere el país.

La Constitución no atribuye ninguna competencia al presidente para convocar una asamblea constituyente.

Hasta el momento, no hay graves e imprevisibles perturbaciones del orden que ameriten declarar un estado de excepción y menos aún que su solución sea convocar una constituyente. La declaratoria de alguno de los estados de excepción (guerra exterior, conmoción interior o emergencia económica y social) requiere la ocurrencia excepcional e imprevisible de hechos que alteren el orden. Las medidas que se pudieran adoptar mediante decreto deben tener relación directa con la mitigación y solución de la crisis.

La situación del Gobierno y sus propuestas en el Congreso no es extraña en el sistema presidencial cuando la coalición o el partido de gobierno no obtiene la mayoría parlamentaria. Una cosa es clara, el Gobierno ejecuta lo que el Congreso decide, no a la inversa. Gobernar no es imponer el capricho, sino encontrar soluciones que acepten las mayorías.

El presidente Gustavo Petro ganó con 11′291.987 votos (50,44 %), su contendor obtuvo el 47,31 %. La diferencia fue de 3,13 %, lo que significa que una buena parte de los electores no querían el cambio en la forma propuesta.

En el Congreso se eligieron 108 senadores y 188 representantes, con 18′636.732, El Pacto Histórico obtuvo un resultado equivalente al 16,95 %; el Partido Conservador, el 13,17 %; el Partido Liberal, el 12,43 %; Alianza Verde, el 11,52 %; el Centro Democrático, el 11,47 %; Cambio Radical, el 9,47 %; el Partido de la U, el 8,86 %; Une, el 3,44 %; Fuerza Ciudadana, el 2,53 %; el Nuevo Liberalismo, el 2,16 %, y Liga Anticorrupción, el 1,04 %. Al principio hubo coalición a su favor, que el presidente rompió prematuramente.

Es cierto, Petro ganó las elecciones, pero con estrecho margen. No obtuvo las mayorías en el Congreso, diversos y variopintos sectores representan legítimamente distintas visiones para solucionar los problemas nacionales. El cambio no se impone, el cambio se acuerda.

No hay una sociedad bloqueada, ni el Congreso impide los cambios. Hay una sociedad dividida y polarizada, con un gobierno incapaz de tender puentes y proponer fórmulas de conciliación; en su lugar, divide, intimida, amenaza, como si subvertir continuará siendo la receta.

Los escándalos provenientes de círculos cercanos al presidente, las confesiones de funcionarios de la administración Petro de multimillonarios sobornos a los presidentes de Senado, Cámara y Comisión de Acusaciones, y la investigación por posible infracción a los topes de la campaña presidencial, restan legitimidad al Gobierno y al Congreso, que no se supera mediante una asamblea constituyente, convocada inconstitucionalmente por decreto, que parece más cortina de humo distractora de fallas e ineficiencias.

Lo que corresponde es aclarar los hechos, deducir responsabilidades si las hubiere, ofrecer transparencia sobre la campaña y la gestión de gobierno, superar las contradicciones de paz total cuando incita a la revuelta y de potencia de la vida cuando cunde la muerte en todos los rincones del territorio.

Colombia es un país con geografía privilegiada, con gente trabajadora que supera toda adversidad, con mujeres valientes y persistentes, con cultura rica y diversa, con infraestructura en desarrollo, y con limitados pero valiosos recursos minero-energéticos. Por favor, presidente, no nos condene a más años perdidos de divisiones y enfrentamientos.

Cita de la semana: “El último hombre se preocupa por encima de todo de su salud y su seguridad personales, pues esto no se presta a controversias”. El fin de la historia y el último hombre, Francis Fukuyama, 1992.

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