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Cuidar el bebé

Con la meritocracia el gobierno despertó una ilusión que hace tiempo habían perdido centenares de colombianos. Y eso le exige a la administración Uribe una responsabilidad mayúscula.

Semana
1 de marzo de 2003

"Un atropello a la dignidad de nuestros profesionales". Así describió el caqueteño Robinson Bahos su percepción del resultado de las ternas escogidas por meritocracia para las direcciones del Sena, el Icbf y el ISS en su departamento, en carta a la revista SEMANA. Y explicó que la ilusión que despertó en su región el proceso de meritocracia que llevaría a los más calificados a estos cargos se tornó en decepción cuando se enteró primero, que una misma persona fue seleccionada para dos ternas finalistas para el Sena y el Icbf; segundo, que para el Sena no hubo terna sino dúo, cuando hay reconocidos académicos en la región que no calificaron; y tercero, que la escogida por partida doble en la región había sido cuestionada cuando fue funcionaria del Icbf y del Incora; y otra persona en la terna del Sena había sido desvinculada de la misma institución por "motivos ampliamente conocidos".

La carta de este caqueteño da en el clavo en los temas centrales del debate que ha destapado la meritocracia. Para comenzar, el sólo hecho de que ciudadanos como Robinson pegaran el grito en cielo sobre el nombramiento de los directores en su región ya es un avance monumental. ¿Cuándo alguien en el país protestaba públicamente porque alguno de los 119 gerentes del ISS, directores del Sena y el Icbf o jefes del Ministerio de Trabajo no era idóneo? ¿Cuando un columnista, un diario, o quien fuera, hacíamos eco nacional de estas denuncias?

Todos los que se han empeñado en esta idea idealista ?valga la redundancia? desde el vicepresidente Francisco Santos, pasando por Transparencia Internacional que acompaña el proceso y los mismos directivos de las entidades, están de acuerdo en que el verdadero proceso de meritocracia no termina con la selección de las ternas finalistas. No. La etapa de publicación de las ternas para que el país grite, chille, y señale todo lo que pueda estar mal es parte esencial de la meritocracia. Y el mensaje detrás es que en últimas, los verdaderos jefes de esos funcionarios públicos, son la gente de las regiones. No los políticos. No el gobierno. Es la gente la que debe aprobarlos, vigilarlos y evaluar su gestión.

No obstante, ya pasando al contenido de la carta de Robinson, quedan al descubierto otras ampollas. Que con la meritocracia el gobierno despertó una ilusión que hace tiempo habían perdido centenares de colombianos estudiosos, pilos, honrados, sin apellidos y sin padrinazgos: que podían ganarse un puesto por puro mérito. Y eso le exige a la administración Uribe una responsabilidad mayúscula. No puede despertar esa esperanza y sacar la mano en la mitad del camino por lo difícil. Ojalá así lo entienda.

Robinson además cuestiona el profesionalismo de quienes hicieron el proceso de selección porque dice que escogieron amigos de los políticos de un solo lado y además a una misma persona para dos ternas. No es el único caso que se denuncia. Ya han salido a la luz pública el de la terna para gerente del ISS en Cauca y el de la terna del Sena para Antioquia, que se protestó porque eran recomendados políticos; e incluso, con sólo mirar la página que gobierno habilitó para poner en vitrina la información (www.meritocracicolombia.org) se encuentran otras casualidades que por lo menos levantan preguntas, como la de los hermanos que aparecen en las ternas de Cesar, el uno para el Icbf y la otra para ISS.

Las denuncias de Robinson y las demás deben investigarse, pero con tres cosas claras: que ser amigo de político no es delito y puede ganar si es idóneo, pero si no lo es y gana por palanca, es una vergüenza; que una persona puede estar en dos ternas porque no hay gente tan preparada en su región, pero el caso merece una revisión; y que si la persona fue un pésimo funcionario, es un fiasco haberlo escogido.

La firma que hizo el proceso, una unión temporal de tres reputadas empresas de buscatalentos: Spencer Stuart, Top Management y Aristos Consultores, le exigió a los aspirantes firmar que lo que incluían en sus hijas de vida era cierto y que no tenían antecedentes judiciales. Era imposible para ellos investigar antecedentes penales y administrativos de cada una de las 32.809 personas que se presentaron en apenas 28 días que tuvieron para hacerlo. Y menos cuando lo que se les pagó cubrió menos de la mitad de los gastos, pues el trabajo se financió con una donación de la USAid (gobierno estadounidense) al gobierno colombiano, de 495 millones de pesos.

Estos empresarios aseguran que trabajaron duro, nunca aceptaron recomendados ni personas por fuera del concurso, escogieron a los que creyeron mejores y propusieron sus ternas. Sin embargo, aceptan que pudo haber errores y que están interesados en que la gente se los haga ver. Es responsabilidad del gobierno, y de la ciudadanía, revisar los casos sospechosos y asegurarse que no haya habido "cazacorbatas".

Así que la meritocracia es un proceso pionero que apenas empieza, un bebé que apenas comienza a caminar. Por eso hay que corregir las equivocaciones pronto y con transparencia. Lo que sí no se puede, para usar la expresión gringa, es "arrojar el agua con todo y bebé". Es decir, desprestigiar la meritocracia hasta acabarla, para que los politiqueros y los corruptos puedan seguir con su festín burocrático regional sin que nadie los critique.

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