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Sembrar a Santos en Santurbán

O me largaba a Emiratos Árabes a recibir 45 millones de dólares de manos de los mismos príncipes que quieren explotar el páramo de Santurbán, como hizo My President hace una semana.

Daniel Samper Ospina, Daniel Samper Ospina
25 de noviembre de 2017

Me sorprendió gratamente que el presidente Santos estuviera esta semana en el país: últimamente llevaba una rutina de viajes tan intensa como comprensible. La realidad nacional está tan espesa, que yo reaccionaría de la misma manera: por mí, viajaba a Londres a recibir medallas por mi compromiso con el medioambiente; viajaba a Portugal; me apuntaría, incluso, a un paseo a Barbados, a deliberar de pedagogía en la junta directiva de Global Education.

O me largaba a Emiratos Árabes a recibir 45 millones de dólares de manos de los mismos príncipes que quieren explotar el páramo de Santurbán, como hizo My President hace una semana. No sé si leyeron la noticia. Los árabes piensan extraer 9 millones de onzas de oro, con lo cual no solo acabarán con las reservas acuíferas del páramo, sino que el único recurso metálico que quedará en el país serán las calzas de José Galat.

Pero así es My President: a la vez que ofrece páramos en el extranjero, se ufana de ser un presidente ambiental por naturaleza, valga la redundancia; de hecho, hasta hace poco presentaba el proceso de paz como la gran oportunidad de descubrir nuevas especies de fauna y flora. De por sí, todavía guardo en mi cajón de noticias insólitas la única nota positiva que, junto con la exitosa pérdida de peso de Diva Jessurum, ha tenido Colombia en su historia reciente: la del hallazgo de una planta a la que científicos colombianos bautizaron en honor a Santos.

Según el recorte, unos admirables científicos se adentraron en un páramo brumoso de Norte de Santander, impenetrable por la guerra hasta hace un par de años; y en medio de su exploración, se toparon con una planta nunca antes vista, y la bautizaron en honor al presidente en hechos que, imagino, sucedieron así:

–Profesor, profesor: mire esta mata, ¡la primera que no es de coca!

–¡Vaya novedad, estimado colega! ¿Seguro no es coca? ¿Qué tipo de planta será, entonces?

–Creo que se trata de una especie nueva, profesor… la voy a alzar…

–Mire: se desgonza… ¿De qué familia es?

–No lo sé: parece de la familia de las begonias… Pero a la vez gira hacia el sol, como los girasoles…

–Creo que estamos ante un gran hallazgo: es una gran planta, doctor… ¡Una plantota!

–¡Mire qué pistilo!

–¡Qué hallazgo, profesor! Necesitamos que la noticia se conozca; ¡que el mundo entero sepa que descubrimos esta nueva planta!

–Pero ¿cómo vamos a lograrlo?

–No lo sé…

–…
–…

–¿Y si la bautizamos en honor a un político, profesor?

–¡Eso es! ¡Eso hará que salga en las noticias!

–¡Eso es, sí! ¿Pero de cuál?

–Mmm, no sé, profesor: pensemos… La planta es muy grande…

–Es un plantón, sí: como los que armaba Petro. ¿Y si la bautizamos en honor a Petro?

–No, sería la sexta planta más linda del mundo. Y queremos que sea la primera.

–Sí, y además mucha gente quisiera extirparla de raíz…

–¿Y en honor a Peñalosa, entonces?

–¡Menos, profesor, por favor! ¡Peñalosa se sentiría ofendido! ¡Él no soporta ver plantas!

–¡Ya sé, profesor! Bauticémosla en honor a Uribe…

–¿Pero acaso es una planta rastrera? ¿Tiene espinas? ¿Es rastrojo, es cizaña?

–¿Y de Pacho Santos?

–¡Ni que fuera una planta eléctrica, profesor, por favor! Tiene que haber alguien mejor… Alguien en quien inspirarnos para nombrar esta planta…

–¿Pastrana?

–Me extraña, profesor: en ese caso sería la planta la que se inspiraría en él…

–Profesor, profesor: ya sé… la planta gira al sol que más alumbra…

–Bueno, ahora mismo tiene el sol a sus espaldas…

–Y mire el tallo: es prácticamente todo tronco.

–Sí…

–¡Pues es el presidente Santos en persona!

–¿Eh?

–Claro: ¡tienen las mismas características!

–Tiene razón, profesor: y además retiene líquidos, como él…

–Pero la mata no produce el néctar de la mermelada…

–Sí, pero se enreda, como el presidente…

–¿Pero acaso la famosa ‘amarrabollos’ no se llama de esa forma por el doctor Santos?

–Claro que no, profesor.

–No se diga más entonces, profesor: ¡que quede bautizada!

Aparte de Chiribiquete, y del nombramiento en la Secretaría General de la Presidencia de alguien que, para dar explicaciones, suele irse por las ramas, como los osos de anteojos, esta es la mejor noticia ambiental del gobierno. Descubren una planta y la bautizan en honor a Santos. Luce verde, aunque enquistada; vegeta en un hábitat que le favorece; se alimenta de abono natural. Y lo mismo se podría afirmar de la planta.

En lo único en que se diferencia de My President, es en que la matica no puede acumular millas, ni marcharse a ofrecer a los jeques árabes el páramo de Santurbán, que quedará tan seco como su gobierno.

Por eso, una buena idea para seguir rindiendo homenajes al presidente por sus esfuerzos a favor del medioambiente es sembrar la mata que bautizaron en su honor en el páramo de Santurbán. De ese modo, cuando los jeques árabes hayan secado el páramo, a lo mejor My President comprenda que, para el medioambiente, el agua es tan vital como los viajes para el primer mandatario; los puestos para el secretario general. Y las calzas de oro para José Galat. 

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