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Descontento peligroso

El descontento que llevó al poder a Petro rápidamente lo puede condenar.

Luis Carlos Vélez
8 de julio de 2023

El mundo está descontento y está canalizando su molestia en la elección de alternativas peligrosas, que hacen de la situación algo peor. Eso está pasando en Colombia.A mis manos llegó por estos días La economía del descontento, un libro que describe impecablemente cómo se ha dado el reciente alzamiento del populismo y la caída de las élites. Su autor, Jean-Michel Paul, plantea cómo las victorias de populistas en el mundo se dan comorechazo mayoritario a las élites que hacen todo lo posible para proteger lo que han logrado acumular con el paso de los años. Esto, por medio de un marco legal que favorece a los que tienen y perjudica a los que no tienen.

Paul muestra cifras sobre cómo los descontentos están principalmente en las clases medias y menos favorecidas en la sociedad. Para él, las dinámicas de la globalización, especialización y búsqueda de eficiencias han resultado en la eliminación de millones de empleos. Y, sumado a esto, la incapacidad de las naciones de reajustar sus economías para absorber a los que, producto de la eliminación de las fronteras comerciales, se quedan sin trabajo. Si usted queda desempleado por culpa de que su empresa quiebra o por el contrabando, por supuesto, tiene razones para estar berraco.“

Los descontentos que votan por los populistas son los perdedores de la globalización: jóvenes, pobres, menos educados. Los trabajadores de oficina que cansados terminan votando por una mayor redistribución, que plantea la izquierda radical, o por el nacionalismo y la supresión de la migración, la extrema derecha”, dice el académico.

La economía del descontento asegura que ese rechazo colectivo a políticas económicas que destruyen empleos y no los reemplazan lleva a que las sociedades, literalmente, le hagan pistola al establecimiento y se casen con ideas revolucionarias que prometen mejores oportunidades. El problema, tal y como lo estamos viendo en nuestro país, es que lo que plantean los populistas es un remedio peor que la enfermedad. ¡De malas!

Los populistas, de izquierdas o de derechas, por lo general, se encuentran en que ese ajuste a los desbalances que ha producido la globalización y automatización está en quitarles a los que tienen para darles a los que no tienen; algo que suena bien, pero que en su aplicación es perverso.

Por ejemplo, para Gustavo Petro y su equipo de gobierno, la solución a la inequidad está en quitarles a los ricos, algo que está errado tanto en concepto como en ejecución. Falla en concepto porque en un país como Colombia, en términos comparativos de ingreso regional, hay muy pocos ricos. Es decir, hay muy poco de dónde recoger, y, en términos de ejecución, debido a que las herramientas del Estado para evitar la evasión de impuestos y lograr más formalización de la economía son deficientes, termina afectando a los empleados de clase media en su búsqueda de repartir lo que no tiene. El Gobierno no ha podido entender que no hay empleado rico y que, por lo tanto, su discurso de redistribución afecta a las familias de clase media. Es decir, el populismo en Colombia lo pagan las familias de estrato 3, 4 y 5. ¡De malas!

En lugar de estar buscando un chivo expiatorio y decir que la pobreza del país es culpa de los ricos, que, repito, según la definición del presidente, es un empleado que paga impuestos y gana bien, el Estado debería estar buscando verdaderas maneras para generar riqueza y no generalizar pobreza. Para repartir hay que crear. Los populistas no entienden.

Esta administración desconoce que, en lugar de incentivar la lucha de clases, mintiéndoles a los menos favorecidos sobre las razones de la pobreza e inmovilidad social que existen en el país, sería más efectivo estar pensando e implementando programas que permitan que los más pobres tengan mejor educación, sean más productivos y el país tenga un verdadero plan económico capaz de sobrevivir a la nueva realidad de descontento social y automatización con ultraeficiencia internacional.

¿Dónde están los programas de producción nacional?, ¿cuál es la estrategia de competitividad internacional de Colombia?, ¿cómo se traduce en empleos y generación de riqueza el remoquete presidencial “Colombia, potencia mundial de la vida”?, ¿eso da comida, mejores ingresos y bienestar a nuestro país?

“Los descontentos han descubierto que ahora son la mayoría. Ellos y su dolor no pueden ser ignorados. Sus inquietudes deben ser enfrentadas de manera racional y efectiva”, dice Jean-Michel Paul. Por cierto, cálculos preliminares aseguran que la ejecución del presupuesto nacional no alcanza al 40 por ciento de lo que debería estar en este momento del año. ¿No sabe ejecutar esta administración? A Petro le está pasando lo mismo que en la Alcaldía de Bogotá: se concentra más en el mensaje que en la acción. La Presidencia es un lugar de ejecución, no de adoctrinamiento.

La gente en Colombia se cansó rápidamente de esta situación. A poco más de un año de su elección, el país está exhausto. A este Gobierno solo se le ve como norte la pelea y la división, y nada de un verdadero propósito que solucione el descontento económico popular (el cual plantea Paul) que, entre otras, lo llevó al poder.

El país se ha dado cuenta de que la llamada paz total no es más que un capricho de alguien que se formó en el belicismo y que su ejecución trae solo violencia y un estado de las cosas reminiscente al de la Colombia violenta de los ochenta, que ya creíamos superada. ¿Dónde están las soluciones reales a los problemas? El descontento que llevó al poder a Petro rápidamente lo puede condenar.

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