
Opinión
Desde Abelardo hasta la victoria
Abelardo tiene toda la razón en no esperar casi cuatro meses para ir a una consulta y definir lo que ya la ciudadanía ha definido de manera clara.
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Tiene toda la razón Abelardo de la Espriella en rechazar una consulta en las elecciones de marzo con candidatos de partidos políticos. El procedimiento de la consulta es el indicado cuando los contendores tienen fuerza similar y tienen detrás a sus respectivos partidos; ese fue el caso en las elecciones de 2018 cuando el presidente Iván Duque, en representación de su partido, venció a Marta Lucía Ramírez, al frente del suyo. Esa candidatura solo se podía dirimir de esa manera. Pero además, la extrema izquierda también fue a consulta en ese entonces, lo cual valida más el mecanismo, porque elimina los riesgos de votación cruzada para interferir.
Ahora la situación es distinta: hay un outsider que pateó el tablero y se convirtió en un fenómeno popular. Según la encuesta de Invamer, Abelardo tiene el 18,2 % de intención de voto y las candidatas del Centro Democrático no llegan al 3 % entre las tres, y el candidato que mejor puntuó, Miguel Uribe, que tuvo el 4,2 %, fue expulsado por su partido, por lo cual es predecible que la mayoría de sus electores apoyen a Abelardo. De todos los que entrarían a esa consulta (incluyendo a los conservadores), aunque su posición ha sido ambivalente al respecto, el que mejor puntuó en la encuesta es Juan Carlos Pinzón, que tiene un 2,9 %. Y si consultamos la última encuesta de Atlas Intel, el resultado a favor de Abelardo es aún más contundente, con un 33,4 %, o a tan solo 5,7 puntos de Iván Cepeda, a quien, según la encuesta, derrotaría en segunda vuelta. Y a todo esto súmele los 5 millones de firmas que recolectó la gente de manera espontánea y el fenómeno político es incontrovertible. No hay nadie que le dispute a Abelardo su boleto para segunda vuelta; su competidor más cercano (que no iría a ninguna consulta con él) es Fajardo, que tiene, según las encuestas, un 8,5 %, que ha sido y será su techo mientras Fajardo siga siendo Fajardo, o sea, siempre.
Así las cosas, Abelardo tiene toda la razón en no esperar casi cuatro meses para ir a una consulta y definir lo que ya la ciudadanía ha definido de manera clara; los demócratas de Colombia no nos podemos dar el lujo de desgastar a Abelardo con una precandidatura por tanto tiempo, cuando el verdadero enemigo es Cepeda, quien ya es el candidato de la extrema izquierda. Tampoco nos podemos dar el lujo, como lo señaló el mismo Abelardo en su carta, de desdibujar su condición de outsider, que es genuina, por estar en un certamen de mecánica electoral partidista.
Uno entiende los incentivos que tiene el Centro Democrático y su candidata elegida para querer la consulta en marzo, que es la expectativa de que, junto a los candidatos al Congreso en el proceso de campaña, el partido flexione su músculo y le dé un impulso a su candidata frente a Abelardo, y por otro lado, que sus listas al Congreso se beneficien de tener a un hipotético candidato presidencial propio haciendo campaña. Pero las cifras son tan claras y el fenómeno de Abelardo tan contundente que, a pesar de que mejoren en la intención de voto, es imposible que esa candidata sea competitiva frente al fenómeno que representa Abelardo. Con respecto a Pinzón, que ha hecho una campaña decorosa, tampoco puede remontar el fenómeno de Abelardo, pero, diferente al Centro Democrático, se podría estancar o incluso decrecer.
Uno entendería que, en una situación normal del país, el Centro Democrático mantuviera la consulta de marzo sin Abelardo, porque eso es lo que le conviene como partido; pero en las circunstancias actuales hay que pensar en el país, porque, además, si el país se hunde, el partido se va con él. Urge patriotismo y pragmatismo para que se haga un proceso de encuestas rápido como propone Abelardo para definir el candidato, o en su defecto, reconocer lo obvio y es que la gente ya decidió y los partidos deben adherir al Tigre para poder enfrentar a Cepeda con éxito.
