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Educación y conocimiento para el desarrollo integral

Es obligación del Gobierno nacional, de los gobiernos departamentales y las alcaldías, implementar políticas educativas y formativas que acometan un futuro productivo y laboral que ya es presente.

Angelino Garzón
30 de noviembre de 2023

Recuerdo que mi madre, una humilde vendedora de plaza de mercado, a manera de cantaleta, siempre me decía a las 4:00 a. m., cuando estudiaba la primaria en Buga, “mijito a levantarse temprano y a estudiar, porque si se queda burro lo maltratan, pero si estudia lo respetan”.

Pensar en Colombia en términos educación, formación y empleo, supone garantizar las condiciones que lleven y retengan a la juventud colombiana en el sistema educativo, pues es la mayor receptora de formación como extensión consecuente de la primera etapa de enseñanza primaria. Es, por tanto, la base del futuro de Colombia y de sus avances como país.

Esa base debe ser establecida desde muy temprano. Por ello, considero que, a la hora de reflexionar sobre la educación o formación, es preciso colocar los énfasis en la calidad de la educación preescolar y primaria, incluyendo el mejoramiento de la infraestructura, recursos escolares, y programas de capacitación y estímulo para las personas dedicadas a las labores docentes.

Esa debe ser una de las prioridades del gobierno nacional, de los alcaldes y gobernadores, mucho más cuando esos niños y niñas van a ser la base para una Colombia donde predomine la educación y el conocimiento. Lograrlo, presupone cero tolerancia con la corrupción y trabajar de manera conjunta bajo la figura que “todos ponen” por el bien y el futuro de los niños.

De otra parte, los tiempos actuales y cambiantes en los que las nuevas tecnologías, los nuevos retos en torno a nuevos empleos derivados de la transición energética y desarrollos de energías verdes o limpias, la agroindustria con productos más ecológicos, las tecnologías de la comunicación, la inteligencia artificial, entre otras, demandan nuevos conocimientos, los cuales deben ponerse en manos de los jóvenes para evitarles una especie de analfabetismo funcional que les deje fuera de los mercados de trabajo.

Adaptarnos a esos cambios requiere de una formación necesaria, ineludible, donde es preciso contemplar desde las profesiones científicas e intelectuales, más propias de los ciclos largos de formación en los que encaja la enseñanza superior; el de las ocupaciones técnicas y profesionales de nivel medio, más propias de ciclos menos largos de formación y de empleo potencialmente en el corto plazo, hasta el llamado a cubrir aquellos puestos de operarios, artesanía manual y mecánica y otro tipo de oficios, de formación profesional más corta, y que responde a las necesidades más primarias de los sectores de la producción, los cuales demandan igualmente una formación básica y eficaz para el empleo inmediato.

Es obligación del Gobierno nacional, de los gobiernos departamentales y las alcaldías, implementar políticas educativas y formativas que acometan un futuro productivo y laboral que ya es presente. Es igualmente derecho de los jóvenes reivindicar ese derecho a la formación actualizada y para todos, así como el acceso a la formación en términos de igualdad.

Pero es, del mismo modo, deber de los jóvenes formarse, aprovechando los recursos que el Estado les provee, entre ellos el de matrícula cero, con el compromiso personal del esfuerzo y del no abandono escolar como justa contraprestación a los desvelos del Estado y padres de familia para su formación.

Ser conscientes de esto, será la mejor garantía para un futuro individual y social en paz y bienestar. Educación, conocimiento y desarrollo integral van de la mano y son la base para sentirnos libres y soberanos.

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