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El camino de Petro

El senador pareciera estar escuchando voces que lo direccionan hacia una izquierda muy radical. Si sigue así, no va a ser presidente.

Vicky Dávila, Vicky Dávila
25 de julio de 2020

Creo que, si Gustavo Petro va a ser derrotado, debe ser políticamente, en democracia y en las urnas. No con amenazas, persecuciones o trapisondas. No estoy de acuerdo con quienes piden su retiro. Sin embargo, vengo observando al senador con alguna preocupación. Creo que, poco a poco y en medio de la coyuntura, Petro se ha ido transformando en otro Petro o ¿en el verdadero Petro? En todo caso, está cayendo en la trampa de la radicalización profunda y eso les hace mucho daño a sus aspiraciones y al país, que es lo más grave. Si él quiere ser presidente, quizás debería considerar que ese camino es muy arriesgado: gana y pierde seguidores porque genera muchos sentimientos negativos, como el miedo. Su techo se vuelve más bajito.

Petro dice que su política es la del amor. Pero eso no lo demuestran sus mensajes de los últimos tiempos llenos de odio. Lo de la desobediencia civil le salió mal. Llamar al no pago de los servicios públicos y a incumplir con los impuestos en este momento de crisis es más que una irresponsabilidad. Es oportunismo. Convocar a la gente a las calles a protestar en medio de la pandemia es malévolo. Como lo fue el primer día sin IVA. Declararse ganador de las elecciones de 2018 es, tal vez, algo infantil, y decir que Duque es un presidente ilegítimo es peligroso. Todo fue tan extremo que pocos le pararon bolas. Y eso que estoy de acuerdo con él en que la Ñeñepolítica y el Aidagate deben llegar hasta sus últimas consecuencias. También, como él y la mayoría de ciudadanos, estoy cansada de la corrupción y de que no pase nada. Pero así no es. Petro tiene derecho a ser crítico, pero a veces es muy tóxico y eso espanta.

Gustavo Petro es un veterano de las urnas y sabe que su condición de exmiembro del M-19 genera resistencia en algunos sectores. Eso lo ha ido venciendo con el paso de los años. Guste o no, él ha podido interpretar a quienes durante años han estado abandonados por la clase política tradicional en Colombia. También tiene capital político entre quienes están hartos y piden a gritos un cambio. Por eso obtuvo 8 millones de votos en las últimas elecciones presidenciales. Petro tiene una misión: conservar ese capital y aumentarlo para 2022. Pero el senador pareciera estar escuchando voces que lo direccionan hacia una izquierda muy radical, que lo atrinchera en un nicho más pequeño que el que quería elegirlo en 2018. No se equivoquen, si Petro sigue así, no va a ser presidente. Y no soy una malqueriente per se del jefe de la Colombia Humana. Creo que puedo analizar su estrategia política actual con objetividad y respeto. ¡Si hasta me han dicho petrista!

Su mejor tribuna son las redes sociales, ojalá las utilizara para ser más constructivo. Allí es muy popular y a la vez controvertido. Lo siguen quienes están de acuerdo con él o en desacuerdo y necesitan criticarlo. Es una estrella en Twitter, Facebook y YouTube. En tantas entrevistas que le he hecho he podido comprobarlo. La temperatura de las redes no siempre es el reflejo de lo que están pensando todos los colombianos, los reales, los de carne y hueso. Las redes, que son un micromundo, tampoco representan todo lo que el país necesita. Petro no puede comer cuento. No serán las redes las que le den la presidencia, de pronto se la pueden arrebatar. La virulencia de muchos de sus seguidores le hace más daño que bien. Recientemente, una encuesta de Guarumo, que obviamente es una simple foto del momento, pone a Gustavo Petro con solo un 16 por ciento de intención de voto si las elecciones fueran hoy. Quizás ese sea un síntoma del cansancio al que está llevando a mucha gente.

El senador pareciera estar escuchando voces que lo direccionan hacia una izquierda muy radical. Si sigue así, no va a ser presidente

El centro no cree que Petro sea la solución y lo mira con desconfianza. La centroderecha y la derecha lo descalifican. Le tienen terror. Ni qué decir de la extrema derecha, en la que prácticamente es el diablo que nos llevaría al infierno. Por los lados de la izquierda, lo único que genera es división. Los más radicales están con él, pero Petro ha ahuyentado a muchos de la centroizquierda que se la jugaron por él en las pasadas elecciones. No vamos muy lejos, en el Partido Verde perdió todos los afectos políticos cuando le declaró la guerra a la alcaldesa de Bogotá, Claudia López. Hoy la critica tanto o más que el uribismo. Casi la hostiga. Petro aplica un fundamentalismo, “El que no está conmigo está contra mí”. Pero la política y la vida real tienen matices. Él también sabe que algunos excompañeros de lucha en su anterior partido, el Polo Democrático, se le abrieron y hoy dan pésimas referencias sobre él, en público y en privado. Son opositores declarados.

Lo que le digo hoy al senador Gustavo Petro es con buena fe. Petro es valiente y muy inteligente y juega un papel importante en nuestra democracia. No se deje enloquecer ni llenar de ínfulas. El radicalismo y el populismo de derecha o de izquierda son malos para cualquier sociedad. Mire a Trump y a Bolsonaro. ¡Un desastre! Ni qué decir de Chávez y Maduro. Los asesores políticos y los grupos de enfoque que le están diciendo que va bien están equivocados. Lo van a hundir. Mejor, analice el camino de Amlo en México. Mientras fue un radical absoluto, solo pudo ser alcalde y perdió dos veces las elecciones. Se moderó y fue presidente.

Nota: Un país donde Odebrecht y el narcotráfico han elegido presidentes no puede ensañarse con Petro y unas maestras que donaron 300.000 pesos a esa campaña. ¡Sean serios!