Home

Opinión

Artículo

OPINIÓN

El coronavirus congeló la agenda internacional

Estamos bajo el síndrome del coronavirus. Se hacen conjeturas sobre sus efectos políticos. Colombia no podía quedarse atrás.

Juliana Londoño, Juliana Londoño
27 de febrero de 2020

Todos los problemas mundiales parecen haberse congelado temporalmente, como si se tratara de una serie televisiva de ciencia ficción.  

Estamos ahora bajo el síndrome del coronavirus, lo demás ha pasado a segundo plano. Desde el fenómeno de los migrantes del medio oriente y de los países subsaharianos a Europa, hasta la crisis ruso-turca en Siria. Incluso se está especulando sobre el efecto que pudiera tener el virus en las elecciones de los Estados Unidos. Nosotros no nos podíamos quedar por fuera. 

En una medida más publicitaria que efectiva, el gobierno envió un avión de la Fuerza Aérea para traer a 14 colombianos y algunos extranjeros que se encontraban en China. El vuelo ha sido calificado por voceros gubernamentales como “un acto heroico”, que ha merecido un seguimiento sin precedentes por parte de algunos medios colombianos. 

Ha sido colocado a la par de las grandes hazañas de la aviación militar colombiana protagonizadas por personajes como, el mayor Félix Castillo, el primer colombiano que voló solo en 1923; el teniente Benjamín Méndez Rey que hizo el primer vuelo New York-Bogotá en 1928 en el famoso Curtiss-Falcon bautizado “Ricaurte”, que mereció un inolvidable pasillo de ese nombre compuesto por Luis A. Calvo; los pilotos que bajo las órdenes del coronel Herbert Boyd combatieron en el conflicto colombo-peruano de 1932; y, tantos otros que han realizado acciones heroicas no mencionadas en el conflicto armado que hemos venido afrontando. 

Incluso la temeraria acción del teniente tunjano César Abadía, “El Loco” que, en la revista aérea en una parada militar en el norte de Bogotá en 1938, al tratar de hacer una maniobra con su avión, que algunos dijeron que era con el propósito de arrancar el pabellón peruano que estaba izado, cayó en medio de una bola de fuego a cincuenta metros de la tribuna presidencial en la que se encontraban el presidente Eduardo Santos y el presidente electo, Alfonso López Pumarejo. El balance de la tragedia fue de 64 muertos y 120 heridos. Testigos dijeron que fue impresionante cómo los vestidos de última moda que usaban las damas, ardían con una sola chispa.      

La maniobra imprudentemente intrépida de Abadía se debió según algunos a que el conflicto con el Perú, que había culminado con la paz y la entrada en vigor del Protocolo de Río de Janeiro en 1935, estaba aún muy fresco.

El conflicto había sido motivado por la toma de Leticia en la madrugada del 1° de septiembre 1932 por un grupo de civiles y militares peruanos, promovidos por dirigentes de la provincia peruana de Loreto que protestaban contra el tratado de límites de 1922. 

Mediante este instrumento, el Perú prescindió de su pretensión al río Caquetá, se optó por el Putumayo y le reconoció a Colombia el trapecio amazónico y la población de Leticia. Ambos, fueron entregados a delegados colombianos mediante un acta firmada, precisamente en Leticia el 17 de agosto de 1930, después del retiro de las autoridades civiles y militares peruanas que allá se encontraban.                

Mientras tanto seguimos recibiendo la incesante migración de Venezuela en donde no se consigue fácilmente ni una aspirina… 

(*) Decano de la facultad de estudios internacionales, políticos y urbanos de la universidad del Rosario

Noticias Destacadas