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El desplome de Claudia

Ni Petro ni Claudia tenían una visión de ciudad. Tenían era la obsesión con la presidencia de Colombia.

María Andrea Nieto
16 de octubre de 2021

No le sirvió de nada a la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, el opulento equipo de comunicaciones y de imagen de más de 100 personas que trabaja de manera exclusiva para su despacho y que les cuesta a los ciudadanos cerca de 6.700 millones de pesos anuales. La última medición de Bogotá Cómo Vamos, de la Cámara de Comercio de Bogotá, determinó que tan solo el 19 por ciento de los encuestados aprueban la gestión de la mandataria.

Lo advertí desde hace un año. Claudia López llegó a la alcaldía por rebote de las elecciones de 2018, en las que compitió por la vicepresidencia. Bogotá poco o nada le importaba. Lo que tenía claro era que le sería útil para lograr su principal meta, es decir, la presidencia de Colombia.

A Claudia no se le puede negar que es excelente en el mercadeo político como candidata y activista. Pero eso dista mucho de estar capacitada para administrar la capital del país. Hace un año, era un atrevimiento decir que era una pésima mandataria, pero hoy las mayorías silenciosas castigan la gestión de la alcaldesa. El 61 por ciento la calificó de mala, y el 20 por ciento dijo que no le parecía “ni buena ni mala”.

El show permanente de fotos, videos, ruedas de prensa y redes sociales no sirvieron. Una cosa es posar como una influencer usando la ciudad como telón de fondo, pero otra muy distinta es tener una visión de desarrollo urbano a largo plazo que determine la forma de vida de 10 millones de personas. Lo que ha hecho Claudia hasta ahora es medio ejecutar lo que dejó Enrique Peñalosa, estropear lo que no le gusta del exmandatario y demostrar que no tiene un plan para atender las más sentidas necesidades de la ciudad.

Pero, quizá, lo peor que le ha podido suceder a Bogotá es que el Plan de Ordenamiento Territorial cayera en las inexpertas e ignorantes manos de López. Borrar, entre otras barbaridades, la construcción de la Avenida Longitudinal de Occidente (ALO) en el segmento de la calle 80 hacia el norte es un error que le costará años a la ciudad en movilidad y calidad de vida de los habitantes de las localidades de Engativá y Suba. Detrás de esta arbitraria posición se encuentra un grupo de interés útil para la mandataria y cero importante para los bogotanos.

Claudia se excusa, como es su costumbre, en decir que a ella le tocó gobernar en medio de la peor crisis histórica de la ciudad. Aunque eso sea cierto, igual iba a ser un fiasco con o sin pandemia, porque, reitero, nunca se había preparado para ser alcaldesa de Bogotá. Los medios de comunicación, con excepción de esta casa editorial, también tienen una gran responsabilidad en lo que hoy en día sucede con la ciudad. Prefirieron recibir mermelada, en forma de pauta, antes de informar con objetividad las erráticas decisiones de la alcaldesa. De esta manera, asistieron a los shows montados por la mandataria y obviaron lo evidente, es decir, el desgobierno, la falta de autoridad, la inseguridad, el desempleo y la incapacidad de poner en marcha un plan de reactivación económica.

Pero, a pesar de que la ciudad esté destrozada, hay una buena noticia. López nunca será presidenta de Colombia por cuenta de su pésima gestión, que deja claro que, si no pudo con Bogotá, menos podría con el país.

Es un poco lo que le sucede a Petro, que, a punta de la narrativa de la lucha de clases, la promoción del odio y de llorar una y otra vez sobre un metro subterráneo que fue incapaz de hacer cuando fue alcalde, sigue luchando por convertirse en presidente. Tener visión de ciudad no es cuestión de trazar una o dos avenidas, inventarse un sistema de trenes y oponerse al desarrollo urbano con la excusa de proteger unos humedales.

Visión significa entender que Bogotá necesita expandirse y crecer, porque la ciudad son los seres humanos que la habitan y que merecen tener, en proporción con los impuestos que pagan, espacios para transportarse como lo deseen hacia sus trabajos y hogares, tener parques, colegios para los niños, seguridad, salud y oportunidades de empleo. Ni Petro ni Claudia tenían una visión de ciudad. Tenían era la obsesión con la presidencia de Colombia.

Los “progres” no han podido entender el poder de las mayorías silenciosas y, por eso, las subestiman como lo hizo Claudia. Creen que a punta de las cámaras de eco en las redes sociales, bodegas e influencers van a reescribir los valores de la sociedad y, en consecuencia, ganar las elecciones de 2022. Lo cierto es que la democratización de la información ha permitido tener un electorado más educado y empoderado, y que valora el bienestar, la seguridad y las oportunidades laborales, más que los cantos de sirena de los políticos de izquierda, como Petro y López. ¿Se necesitan más muestras del desastre de la administración “progre”? Los que pierden, al final, son los bogotanos, que nos quedamos en una ciudad sin futuro, insegura, trancada y con una larga pausa en el desarrollo.

La caída en las encuestas de Claudia López es un golpe para su ególatra personalidad. Ojalá aprenda la lección con humildad, tome nota y entienda que los problemas de los ciudadanos no son inventos o ganas de incomodarla, sino asuntos que ella está en la obligación de solucionar, porque para eso fue que la eligieron.

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