
OPINIÓN
“El malo de la película”
En medios internacionales se está proyectando una nociva imagen del gobierno de Colombia.
En nuestra querida patria, el tremendo error político de haber presentado en el difícil momento actual una compleja y discutible reforma tributaria, no consensuada previamente y de la que el país se enteró por las filtraciones que se hicieron a algunos medios de comunicación, abrió las puertas a una protesta de grandes proporciones. Se fue extendiendo a otros asuntos: siempre hay un motivo. En Dinamarca hay protestas por el retiro del permiso de residencia de los sirios y en Suecia por las restricciones para frenar el coronavirus.
Mientras se afirma que algunos de los gestores de los actos vandálicos son “extranjeros”, desde Miami el presidente electo del Ecuador ha señalado a Maduro como el incitador de la grave situación por la que atravesamos.
Lo que es lógico, ya que tendríamos que ser muy candorosos para no pensar que entre los dos millones de venezolanos que han emigrado y siguen emigrando hacia nuestro país, Maduro y su sanedrín, que odian a Duque, no han infiltrado bandidos para desestabilizar a Colombia y beneficiar a los huéspedes armados que allá han acogido y reiteran que la “guerra con Colombia, se va librar en territorio colombiano”: en la práctica, es eso lo que están haciendo. Es la siniestra venganza del régimen madurista.
Igualmente, dándole respiro a Maduro y a Ortega, ahora las censuras internacionales son contra el gobierno colombiano, cuya proyección internacional se ha visto afectada.
El Departamento de Estado y la Unión Europea hacen declaraciones en las que el gobierno no sale bien librado. Simultáneamente, como si estuviéramos en la época del “gran garrote”, congresistas norteamericanos salen a la palestra para formular amenazas. Definitivamente parece que la obsecuente posición frente a los Estados Unidos no ha tenido mayor resultado.
Habrá que saber, qué pasaría si personajes colombianos asumieran la condición de fiscales frente a las frecuentes acusaciones sobre la brutalidad policial en ciudades de los Estados Unidos y en países de la Unión Europea. Al fin y al cabo, algunos nos consideran todavía como colonias.
Para no hablar de los burócratas de los organismos internacionales, establecidos en nuestro país, que, para preservar su jubilación, hacen pronunciamientos como si estuviéramos en la época del virrey Amar y Borbón.
Incluso, el secretario general de la OEA que desde hace tiempo ha estado dedicado a censurar a Maduro, ahora habla sobre la situación en Colombia, prendiendo en sus declaraciones, como dice el refrán, “una vela a Dios y otra al diablo”. No se trata de que no haya pronunciamientos, pero no que algunos, con enorme fariseísmo se constituyan como jueces de la Santa Inquisición.
Lo cierto es que, en medio de las protestas, de la pandemia y de los vándalos, el gobierno colombiano está apareciendo ante el mundo como “el malo de la película”.
(*) Decano de la Facultad de estudios internacionales, políticos y urbanos de la Universidad del Rosario.