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El nuevo orden mundial como consecuencia del coronavirus

Es momento de reivindicar las consignas más importantes que como humanidad hemos logrado materializar ante las adversidades durante nuestra milenaria historia.

Marco Tulio Gutiérrez Morad
21 de abril de 2020

En medio de la natural dificultad que implican las condiciones que hoy nos impone la apremiante situación sanitaria, ante los apuros, la preocupación y la complejísima realidad a la que estamos abocados en el contexto del confinamiento, y que como en nuestro caso, lejos de nuestros hijos, amigos, de nuestra cotidianidad, de nuestras actividades profesionales y de esparcimiento, hemos tenido tiempo suficiente para llegar a reflexiones de todo orden, de lo que tenemos en común, de lo que nos une como sociedad, pero en especial de los devastadores efectos de la enfermedad causada por el virus covid-19, que más allá de la patología clínica y sus consecuencias médicas, el virus tuvo la innegable trascendencia de cambiar a la humanidad, y cambiarla para siempre, atrás quedan los incomparables y nefastos episodios ocasionados durante la Primera Guerra Mundial; la batalla de Verdún, en la que perecieron más de un millón de soldados alemanes, franceses y británicos, confrontamiento bélico que trajo de suyo la más oscura y nefasta crisis que el sistema capitalista hubiera tenido que enfrentar, en 1929, no solo quebró la bolsa de valores de Nueva York, durante la gran depresión, todo nuestro sistema mundial colapsó.

Como si esto fuera poco, después del vertiginoso ascenso del nacional socialismo alemán durante la década de los 30, la llegada al poder de Adolfo Hitler en Alemania, suponía otro tenebroso desafío para las naciones del mundo, una cruenta guerra en la que durante seis años el mundo estuvo en vilo, Europa Occidental invadida y sometida a la crueldad del aparato devastador de la Wehrmacht, que no solo sembró terror y desolación con su infantería y sus tanques en las principales ciudades del Viejo Continente, por el otro lado la nación judía fue sistemáticamente exterminada, por la más cruenta expresión de maldad y desequilibrio que el mundo moderno hubiera podido presenciar, la desproporción y la gravedad de la Segunda Guerra Mundial, llevó a que ciudades enteras fueran evacuadas, generándose trascendentales consecuencias migratorias en todo el mundo, así mismo, ciudades como Londres aprendieron a pernoctar al interior de sus sistema subterráneo de transporte en medio del caos de los bombardeos que inmisericordemente azotaron con toda furia la ciudad durante ocho meses ininterrumpidos.

La Segunda Guerra Mundial terminó tal vez con uno de los episodios más brutales de toda la historia de la humanidad, las bombas de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945 cobraron en cuestión de minutos la vida de más de 240.000 personas, civiles, ancianos, niños y niñas, episodio que sin duda arrodilló de inmediato al imperio japonés obligando sin dubitación su rendición incondicional y el fin definitivo de la Segunda Guerra Mundial, estas nefastas e inéditas circunstancias trajeron consigo un obligatorio cambio para el mundo, cambio que no podía ni aplazarse, ni dilatarse, fue necesario concluir de una buena vez el fracaso de la Sociedad de las Naciones, cuya materialidad no trascendió del texto del tratado de Versalles, y así surgió la Organización de las Naciones Unidas, pero así mismo, en el contexto interno de los Estados era necesario adoptar medidas vinculantes y obligatorias que permitieran “humanizar el conflicto” y así evitar que los horrores ocurridos durante las guerras se repitieran, todo este conjunto de cambios propios de la post guerra fueron el cimiento de la modernidad que hoy en día conocemos, los fenómenos de integración en Europa, los tratados de libre comercio entre los Estados, la libertad de tránsito de las personas, las monedas comunes, los Incoterms, los protocolos de seguridad fronterizos, en fin, toda una gama de cambios que desde los aspectos normativos y regulatorios han sido los precedentes legales desde mitad del siglo XX hasta nuestros días y que sin duda han sido elemento preponderante de nuestra vida en sociedad, sin embargo, todo este catálogo de cambios proviene directamente de un texto de vital trascendencia para aquel momento; la redacción y promulgación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el 10 de diciembre de 1948,  que no solo es una norma ratificada por el concierto internacional de países, sino que a los ojos de nuestro ordenamiento jurídico, gracias al bloque de constitucionalidad previsto en la carta de 1991, integra de manera directa nuestro contexto normativo.

Ahora bien, todos los cambios que introdujo la Declaración Universal de los Derechos Humanos, han servido para estructurar el alcance y preponderancia de los derechos inherentes a los ciudadanos en muchos países y Estados que consuetudinariamente no tuvieron la minima observancia en las garantías elementales, es claro que el cambió que introdujo este sistema como consecuencia de los transformaciones naturales y estructurales que las guerras de la primera mitad del siglo veinte habían introducido en el mundo eran necesarios y no podían ni posponerse ni omitirse, o de lo contrario solo intentemos imaginar un mundo en el que estos cambios no hubieran acontecido y hoy viviéramos a merced de penas punitivas pugnadas en campos de concentración, o en medio de políticas estatales como la de la “solución final”.

Consideramos, que al igual que al final de la Segunda Guerra Mundial, estamos nuevamente ante una situación de apremio, una situación que amerita introducir profundos cambios tal y como sucedió en aquellos días, es claro, que no se trata de reescribir la Declaración Universal de los Derechos Humanos, sino de adaptar sus lineamientos a las nuevas circunstancias en las que se erige este mundo en medio de una crisis epidemiológica sin precedente en la era moderna, que hasta hace apenas unos meses solo podría ser imaginada o sacada de películas o libros de ciencia ficción, es momento en que más allá de las regulaciones internas de cada país, tomemos conciencia, que los derechos sanitarios o de la salud deben ostentar un protagonismo trascendental, que más allá de las leyes internas de cada país, hace necesario el intervencionismo internacional, resulta necesario configurar un sistema mundial de salvaguarda sanitaria en cabeza de la ONU, que así como los cascos azules garantice la seguridad mundial en materia de salubridad pública, no puede repetirse en ningún rincón del mundo que por falta de observancia de medidas fitosanitarias en algún mercado de mariscos de alguna población, la humanidad quede en jaque, confinada en cuarentena por cuenta de un incontenible brote viral, llegó el momento de pensar talvez ya en derechos más vanguardistas y más precisos que aquellos considerados de quinta generación como los de la tecnologías de la información, hace falta llegar más allá y entender que del contexto y las dramáticas necesidades que hemos tenido que sortear en esta crisis hacen que las garantías fundamentales deban ampliarse o incluso modificarse, los derechos al mínimo vital, a la seguridad social, a la educación, atraviesan por estos momentos gigantescos desafíos, o que hablar de la libertad de locomoción en un mundo con las fronteras cerradas.

Es momento de reivindicar las consignas más importante que como humanidad hemos logrado materializar ante las adversidades durante nuestra milenaria historia, pero ello requiere de un claro reconocimiento; el mundo cambió y cambió definitivamente, es decir, lo que suponíamos normal hace apenas un par de semanas se transformó para siempre, y precisamente el problema va mucho más allá a la eventual consecución de una vacuna o tratamiento para mitigar la pandemia, pues realmente lo que requerimos es activar un nuevo código de vida en el que estemos preparados para  afrontar una situación como esta, pues desafortunadamente esta experiencia solo nos ha indicado que pueden haber otras amenazas epidémicas más agresivas e incluso más letales, que claramente tal y como ha reaccionado el mundo con la covid-19 han sido insuficientes, pues se adaptaron medidas tardías, ineficaces e incluso fútiles, basta con contemplar a Estados Unidos de América, que a hoy ya supera en casos de contagios y muertes al total de infectados y decesos presentados sumando en total las estadísticas de España, Italia, Alemania y Francia, países que fueron golpeados casi un mes antes que la unión americana.

Es claro que a partir de este momento el tráfico de viajeros en el mundo por vía marítima, ferroviaria y en especial aérea, deberán ser sometidos a un nuevo protocolo legal, que prácticamente deja los aspectos de antecedentes judiciales relegados a un segundo lugar en materia de control migratoria, tornando a los antecedentes sanitarios o de salud en elementos sine qua non para autorizar o declinar el ingreso a un país, para nadie es un secreto que la celebración del año nuevo chino, en el pasado mes de enero, fue el vehículo idóneo para movilizar el virus de Wuhan al resto del mundo, el virus viajó cómodo e incognito en primera clase a bordo de las principales aerolíneas del mundo ante la inercia de las autoridades aeroportuarias del mundo, sin duda, el derecho a la libertad de locomoción cambió para siempre.

Estamos ante un mundo en que en el mediano plazo nos trae estadios de fútbol sin gente, restaurantes dedicados solo al despacho a domicilio de sus platos, a conciertos o eventos culturales difundidos únicamente a través de canales digitales, un mundo sin viajes turísticos, sin parques de diversiones, y lo más duro; un contexto forzado a acoplar nuestras actividades cotidianas y profesionales al interior de nuestros hogares, de ahí que la imperiosa necesidad regulatoria y normativa para lograr satisfacer la eficiencia de los derechos al mínimo vital mediante la inclusión de la masa poblacional que origina su sustento en el día a día; lustradores de zapatos, vendedores de dulces, taxistas, meseros, caddies de golf, peluqueros, veterinarios, electricistas, plomeros, abogados litigantes, médicos, odontólogos, en fin, todas aquellas profesiones en las que para su ejercicio se requiera el contacto con la gente y el andamiaje de la normalidad.

Es el momento para que los líderes del mundo evalúen que la situación actual va más allá de una vacuna para el coronavirus, sino el momento para modificar muchísimos aspectos de la cotidianidad en el planeta, de ahí, que en la dimensión local el llamado urgente a nuestro legislativo a fin de adoptar la normatividad necesaria en aras de lograr mitigar los devastadores efectos que la crisis ha traído con la parálisis de nuestro aparato económico, y consecuentemente la gran responsabilidad en cabeza de la Corte Constitucional en adaptar todas estas apremiantes necesidades a la interpretación de los derechos fundamentales al tamiz del nuevo orden que la covid-19 implementó en el contexto de las garantías constitucionales previstas en la primera parte de la Constitución, llego ese inevitable momento de saltar de la quinta generación de derechos una nueva e inédita dimensión de protección inherente a la humanidad en el año 2020.

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