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El peligroso “síndrome de grandeza”

El “síndrome de grandeza” es común en nuestro medio, así como en varios estados incluyendo nuestro poderoso vecino Brasil.

Juliana Londoño, Juliana Londoño
29 de mayo de 2020

Muchas naciones han sido víctimas del “síndrome de grandeza” de dirigentes que trataron de pasar a la posteridad, sin importar los medios para lograrlo.

El mundo está observando el manejo displicente que los presidentes Trump y Bolsonaro le están dando al coronavirus, no obstante el alto número de contagiados y fallecidos en sus países. Curiosa coincidencia con una similar actitud: uno es el dueño del mundo y el otro, al menos se siente el condueño.

Cuando asumió la presidencia de Brasil, Collor de Mello, que desbordaba optimismo y juventud, expresó: “No queremos ser cabeza de ratón. Ni siquiera cola de león. Queremos ser cabeza de león”.

Es en el Consejo de Seguridad de la ONU donde se toman las grandes decisiones y se debaten los temas fundamentales del mundo. Sin embargo, solo 5 de los 15 miembros son permanentes y tienen la potestad del veto: son los que manejan la organización. Cuando se empezó a considerar la reforma de Naciones Unidas, el principal punto fue el de aumentar el número de miembros permanentes del consejo.  

Aparecieron candidatos. En Europa, Alemania; en Asia, India; en el extremo oriente, Japón; y, en América Latina, Brasil. Kissinger cuando fue secretario de Estado de los Estados Unidos, había expresado con displicencia: “Para hablar con América Latina, es suficiente hablar con Brasil”.

Sin embargo, a los aspirantes les surgieron opositores. Italia se enfrentó a Alemania; Pakistán a la India; China al Japón y en América Latina, Argentina, México y Colombia a Brasil.

Nuestro país era partidario de la suspensión del veto y no de que hubiera más estados con ese privilegio. Ni siquiera el de nuestro poderoso vecino, que con el derecho al veto acentuaría el desequilibrio político y económico existente entre los dos países.   

Brasil durante mucho tiempo le negó a Colombia la libre navegación de los ríos comunes. De manera que nuestros buques de guerra y comerciales no podían pasar del río Amazonas al Putumayo y viceversa, sin autorización brasileña. Tampoco acceder al mar por el Amazonas, que fue la aspiración colombiana durante un siglo. Incluso, en tiempos muy recientes el Brasil señaló que nuestro país le debía informar cuando los buques colombianos transitaban de un río al otro. Era el control geopolítico de la amazonia colombiana.

Brasil antes había impuesto a Colombia la cesión del territorio entre la población de Leticia y la desembocadura del río Caquetá en el Amazonas. Se atravesó igualmente al tratado colombo-peruano de 1922, aduciendo que la salida de nuestro país al Amazonas alteraba el entorno político de la región.

Ante nuestra posición frente a la candidatura brasileña, la cancillería de Itamaraty inició una activa campaña que fluctuó entre declaraciones altisonantes y actitudes amigables. No había político o ministro colombiano que después de un agradable viaje a Río de Janeiro vía Brasilia, no expresara al gobierno que debía apoyar a Brasil en su aspiración.

El “síndrome de grandeza”, ha afectado también a algunos mandatarios y políticos colombianos…ya veremos…

(*) Decano de la Facultad de estudios internacionales, políticos y urbanos de la Universidad del Rosario.

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