
Opinión
El show del M-19 en Manhattan
La propuesta de crear un ejército mundial, más pronto que tarde, será menos factible si se abre paso el acuerdo de paz que se gesta en Gaza. Sería el típico caso de “con el pecado y sin el género”.
Desde que se programó la gira de Petro en Nueva York, todo se calculó con la etiqueta #PetroLíderMundial. La intención era proyectar la figura del actual presidente de Colombia a escala global como principal interés nacional. Esta es una urgencia personal, ya que se acerca el 8 de agosto de 2026, a partir del cual lo apremia el interés de convertirse en “el faro” del llamado progresismo global.
A medida en que la agenda se fue desarrollando, desde una reunión previa a su presentación en la Asamblea General de la ONU, en el ‘Diálogo de alto nivel sobre soluciones para la financiación climática’, el 22 de septiembre, se presentó como un “presidente descertificado” y adelantó que la política de drogas está ligada al genocidio en Gaza, a la nueva política de migración y al fracaso actual de la crisis climática, y anunció que el colapso “ya no es en 50 años, puede ser en 10, porque los puntos de no retorno no son previsibles”. Con esto predijo el apocalipsis.
En el discurso en la Asamblea General, el 23 de septiembre, avanzó en el propósito trazado. Criticó la “guerra de las drogas”, aunque elogió las acciones de su Gobierno, como la incautación récord de cocaína en 2023 y 2024, la extradición de “700 capos” y el bajo crecimiento, de solo el 3 por ciento, de los cultivos de coca en 2024. Un clásico oportunismo.
Cuando abordó el genocidio en Gaza, invitó a “superar la idea del Estado-nación para convertirnos en humanidad”. En nombre de esa “humanidad”, invitó a “las naciones del mundo y a los pueblos, sobre todo” a “unir ejércitos y armas”, un ejército “poderoso de los países que no aceptan el genocidio”; es decir, “una fuerza armada para defender la vida del pueblo palestino”. Petro, para ir más allá que todos los demás 180 presidentes, descartó la diplomacia, que “ya acabó su papel”. Esa fuerza armada, que denomina “United for Peace para Palestina” (sic), era la carta para impresionar, para ser el precursor indiscutido.
El jueves 25 de septiembre, Petro se reunió con Zohran Mamdani, candidato del partido demócrata a la alcaldía de Nueva York, de origen indio-ugandés, respaldado en especial por el ala “progresista” que lidera su amiga Alexandria Ocasio-Cortez.
Al día siguiente, el viernes 26, se desplazó a la plaza Dag Hammarskjöld, a unas cuantas calles de la sede de la ONU, donde se había convocado a un mitin a favor de Palestina con 150 asistentes. Era la escena central del show. Petro, con atuendo preparado de antemano, desarrolló más su idea del ejército de la humanidad y, con base, él pedía a “todos los soldados del ejército de Estados Unidos no apuntar contra la humanidad sus fusiles. Desobedezcan la orden de Trump, obedezcan la orden de la humanidad”.
(https://www.youtube.com/watch?v=orlPd9uUNAs, min. 1.20-1.34).
No faltaron en su periplo frases como “si el presidente de la República de Colombia, como Bolívar antes, como Ernesto Guevara –el argentino–, tiene que ir al campo de batalla en país ajeno, pero en defensa de la humanidad, estoy dispuesto a ir”, “ya he ido a varias guerras”.
Esos despliegues escandalosos son del mismo estilo aventurero del M-19; del robo de la espada de Bolívar; del hurto infructuoso, al final, de 5.000 fusiles del Cantón Norte; de la toma de la Embajada de República Dominicana, que terminó con la entrega de 1,6 millones de dólares por un empresario judío; del robo de leche para repartir en los barrios pobres; de la frustrada expedición con el hundimiento del barco Katrina con 400 toneladas de armas; del vuelo del avión de Aeropesca con 500 fusiles que aterrizó en el río Orteguaza y del más trágico: la infausta toma del Palacio de Justicia. Eran golpes espectaculares y en esa misma línea, pero ahora, como jefe de un Estado, propone una aventura inviable a Gaza.
Petro cuenta a su favor con dos factores: por un lado, el apoyo tácito de sectores del Partido Demócrata de Estados Unidos, con el que vivió en luna de miel en el Gobierno de Biden, el mismo que inició y que favoreció la desproporcionada reacción de Netanyahu en Gaza. Por el otro, las respuestas del Gobierno Trump, con las que se unge como “el gran líder” descertificado y el sin visa. No sorprende entonces que la inspiración de este libreto se atribuya a un asesor, Germán Trejo, del partido del símbolo del asno en Norteamérica.
El genocidio en Gaza ha sido rechazado en todas las latitudes; por lo tanto, no es admisible que se le utilice como plataforma de lanzamiento de supuestos liderazgos globales, fundados en la insólita creación de un ejército mundial. Dicha propuesta, más pronto que tarde, será menos factible si se abre paso el acuerdo de paz que se gesta. Sería el típico caso de “con el pecado y sin el género”.