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El trino de Germán

Los políticos colombianos, en su mayoría, son típicamente predecibles. No se necesita de sesudos y sofisticados análisis para interpretar hacia donde moverán sus fichas ahora que se avecinan dos trascendentales elecciones.

Javier Gómez, Javier Gómez
30 de enero de 2018

Recientemente, en un “encuentro fortuito”, se vieron las caras Vargas y Uribe e intercambiaron un saludo “amistoso”; se olvidaron de las mutuas acusaciones en torno a  sus relaciones con el paramilitarismo para hablar, predeciblemente, del preocupante escenario electoral que amenaza la hegemonía que por décadas les ha permitido tener control sobre las instituciones del Estado. Aparentemente están divididos pero, a diferencia de la izquierda, ellos saben que, más allá de discrepancias coyunturales, comparte los mismos objetivos y, si es necesario, se unen para preservar el statu quo.  

Poco se supo de los pormenores de la cumbre política, pero dos o tres días después del “encuentro casual”, el candidato de Cambio Radical (CR) lanzó un trinó muy curioso. Palabras más, palabras menos, decía: “la izquierda, si llega al poder, tomará venganza contra el expresidente Uribe y contra mí”.

La pregunta que surge es ¿de qué clase de venganza habla Vargas? Sin meterme en otras honduras, se me ocurre pensar que al exministro, como a su interlocutor, le preocupa la viudez del poder y perder el botín burocrático que le da sustento a su proyecto político. Eso es lo que lo aterra, lo descoloca. El poder, se derrumbaría. ¿Será esa la venganza de la que habla Vargas? No lo dudaría. Evidentemente, uno pensaría que estos dos ases de la política nacional hablaron de temas profundos y de transformaciones radicales para el país; pero no, le tienen miedo al cambio; a ese cambio que implique recuperar la institucionalidad del Estado secuestrada por la política tradicional para devolvérsela a los ciudadanos y, por supuesto, rescatarla de la corrupción que no es una variable más, es el sistema que gobierna Colombia.

No es una venganza pretender el cambio, menos ahora que el país entró en una transición que procura dejar atrás más de 50 años de guerra y que reclama un ajuste institucional que lo ponga en el cauce de la modernidad que se necesita para un exigente siglo XXI; no es maquillando propuestas de antaño como se logran esos ajustes; por eso y con pasmosa recurrencia se estrellan repetidamente con una realidad que sus gobiernos prohijaron: se les caen los puentes; los ciudadanos mueren en las puertas de los hospitales; la precaria educación pública a la deriva, no despega; crece la obscena concentración de la riqueza que hace de este país el segundo más desigual de América Latina; y, en pleno siglo XXI, seguimos sin resolver la propiedad de la tierra; todo ello amén de un sistema electoral perverso que perpetúa la compra y venta de votos.

Nada nuevo estoy diciendo, pero es que la realidad de Colombia se repite una y otra vez, y ese es el país que Vargas y Uribe junto con sus escuderos han construido y es el que quieren seguir gobernando. Los colombianos nos jugamos nuestro propio futuro, para utilizar un lugar común; hagamos del voto un instrumento de protesta contra tanta mentira y desproporcionados privilegios.    

@jairotevi

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