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El futuro de la paz

Los colombianos estamos divididos entre quienes consideran que la paz no alcanzó los estándares de “estable y duradera”, y mucho menos “universal”, y quienes consideramos que esa fue la paz negociada

Marco Tulio Gutiérrez Morad, Marco Tulio Gutiérrez Morad
11 de febrero de 2019

La paz negociada, fue la que Santos nos dejó, con los más y los menos que se han ventilado desde que se firmó el acuerdo en el Teatro Colón, y la paz que aún falta por negociar, -con el ELN, con el clan del Golfo, con las disidencias de las Farc, etc.-, es la paz que el presidente Duque debe auspiciar para lograr que en Colombia no corra más sangre.

Propiciar las porciones de paz que le faltan a Colombia es involucrar a todos en los futuros acuerdos, en el entendido que hacerlo así no es perder soberanía, sino asumirla.

Por ejemplo, la guerra contra las drogas se acaba el día que se legalice, tema que vienen tratando varios dirigentes sin que se les atienda sus fundamentos, por lo que proponemos un gran debate que permita entender los “pro” y los “contra” para adoptar una política que trascienda hacia la erradicación de un flagelo que ha costado muchas vidas.

El presidente Duque tiene dos alternativas: 1) No sancionar la ley estatutaria de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), con lo cual le daría muerte a la vida jurídica de la columna vertebral del acuerdo de paz en materia de justicia. 2) Darle cuerpo a esa jurisdicción e implementar aquellos acuerdos que no se han podido materializar o, por rechazo al proceso o, por falta de herramientas jurídicas, económicas y financieras para su consumación.

Hasta ahora no hay certeza que tranquilice los ánimos de quienes hemos sido defensores del acuerdo y apacigüe a quienes se volvieron detractores del mismo, solamente por ideología política. Tanto los primeros como la comunidad internacional estamos ansiosos de oir a nuestro mandatario con voz decisiva y determinante hacia el fortalecimiento de la paz negociada y el inicio de nuevos procesos para así hablar de una verdadera pacificación nacional.

La muerte de líderes sociales y comunitarios, el accionar de las disidencias de las Farc, el fortalecimiento de las bacrim, los atentados terroristas del ELN, todos estos son elementos que no permiten hablar de una paz consolidada, motivo por el cual exhortamos al gobierno nacional a dar la batalla final para que los colombianos logremos lo que hasta ahora se torna imposible y casi utópico.

Ahora se despierta otro monstruo que derrama sangre a diario, pues las muertes por balas perdidas está arrojando guarismos desconocidos en el certamen estadístico de las agencias de seguridad. Como decían nuestros padres: ¡Ni más faltaba!

Falta por resolver temas como los bienes de las Farc, ¿quien los administrará?, ¿por cuánto se venderán?, ¿cómo se repararán a las víctimas?; las curules de quienes padecieron el terror y la muerte; la sanción penal a violadores de niños y niñas inocentes e inermes; la elegibilidad política en un futuro cercano cuando deban los reinsertados de las Farc medirse cara a cara a la política tradicional; la justicia transicional u ordinaria para crímenes atroces; etc.

Son muchos los interrogantes que subsisten sobre el futuro de la Paz, ya no de la Paz negociada o la Paz posible, sino de una verdadera paz estable, duradera, infinita y universal.

¡Amanecerá y veremos! Por ahora reina la incertidumbre.

(*) Abogado Constitucionalista.

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