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Desbancados

Colombia siempre apareció entre los tres primeros lugares de este Informe Anual de Felicidad. Esta semana fuimos desbancados por primera vez en más de diez años.

Alonso Sánchez Baute, Alonso Sánchez Baute
19 de marzo de 2018

Todos los años la ONU realiza un extenso estudio para medir el nivel de felicidad en todo el mundo y para el cual tiene en cuenta variables como el producto interno bruto, la esperanza de vida, la libertad, la generosidad y la ausencia de corrupción. A pesar de la obscena corrupción que desde siempre nos ha desbordado, ¡o quizá por eso!, Colombia siempre apareció entre los tres primeros lugares de este Informe Anual de Felicidad. Esta semana fuimos desbancados por primera vez en más de diez años.

Finlandia es ahora el país más feliz del mundo (¿cómo así: esa gente tan aburrida es feliz?), mientras que Colombia aparece en el puesto número 37, justo después de España. Una funcionaria de la Embajada de Finlandia en Madrid ha dicho que la clave de la felicidad finlandesa es la confianza, tanto entre sus habitantes como hacia sus políticos. Justo lo contrario de Colombia: según una encuesta mundial adelantada en más setenta países, mientras los chinos confían en el 65% de la gente que conoce y los nórdicos en el 75 por ciento, los colombianos solo confiamos en el 5% de nuestros paisanos.

Aquí nadie confía en nadie porque en este país todo el mundo mira al otro por encima del hombro, con la arrogancia de quien exige respeto porque se cree superior por cualquier nimiedad (el color de la piel un tris más blanca, la cuenta bancaria con unos cuantos centavos de más, ser pariente lejano de una reina de belleza del siglo antepasado). Desconfiar hasta de la sombra nos hace seres muy desdichados, no hay duda. Pero nuestra desconfianza no surgió el año pasado. ¿Qué pasó entonces? ¿Cómo fue que, de un año a otro y sin darnos cuenta, fuimos tan vilmente desbancados?

Solo hubo un cambio trascendental en el país durante la medición del último Informe de Felicidad: la firma del acuerdo de paz. Ahora que la guerrilla ha firmado el armisticio descendimos casi ¡cuarenta posiciones! en nuestro nivel de felicidad, lo que lleva a la idea de que éramos felices cuando las Farc secuestraban y extorsionaban. ¿Estamos locos, Lucas? Quizá hay que leer las entrelíneas de ese dato: la llegada de los guerrilleros a la arena democrática ha descubierto, como nunca antes, un rasgo nuestro que apenas mencionábamos: el odio. El odio profundizó la desconfianza. Y odiar, lo sabemos, envilece el alma y nos vuelve grises y desdichados.

Nunca antes como ahora se había odiado tanto en Colombia. El enfrentamiento político ha resultado mil veces peor que el enfrentamiento militar. Se equivocó Santos en esto: la paz no había que firmarla con la guerrilla sino entre todos y cada uno de los colombianos. Y lo peor es saber que luego de las elecciones el odio incrementará, pues vienen tiempos difíciles, de venganza política, revancha y exceso de codicia, pues luego de ocho años alejados del poder los que llegan tendrán que volver a repletar sus arcas. ¿Acaso pasaremos del primero al último lugar en el próximo Informe Anual de Felicidad?

PD: El alcalde de Valledupar ha borrado el mural que cubría la fachada del Concejo de Valledupar aduciendo que el muro en el que fue pintado hace casi 30 años se estaba cayendo ¡por el peso del mural! El alcalde es evangélico y en Valledupar dicen que le molestaba del mural la figura del diablo, uno de los dos protagonistas de la Leyenda de Francisco el hombre. Otros afirman que el nuevo contrato será para pintar un mural con alusiones religiosas, con lo que las leyendas y tradiciones vallenatas, las que le han dado grandeza a la región en el resto del mundo, pasarán al olvido. Es por eso que la comunidad vallenata exige la restitución total y absoluta del mural Tierra de dioses en el mismo sitio.

Ahora bien, si el alcalde no tiene velas en este entierro, como afirman sus cercanos, ¿por qué el responsable no ha renunciado?

@sanchezbaute

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