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Para que el futuro no sea como el pasado

En el plebiscito no vamos a decidir entre si apoyamos a Santos o a Uribe, sino si nos atamos al pasado o salimos a conquistar un futuro mejor para Colombia.

Jesús Pérez González-Rubio , Jesús Pérez González-Rubio
22 de septiembre de 2016

La justicia transicional parecería inspirarse en la doctrina del perdón cristiano. El pecador va donde el sacerdote, confiesa sus pecados, es decir, dice la verdad plena sobre los mismos, recibe una penitencia y el perdón divino a cambio de cumplirla y de hacer propósito de enmienda, esto es, promesa de no repetición. De suerte que la justicia transicional tiene una base sólida en nuestra cultura de occidente. Es un instrumento para pasar colectivamente de la guerra a paz cuando un grupo se ha alzado en armas, en rebelión, con todos los horrores propios de la guerra.

Lo que se decidirá el 2 de octubre próximo es el derecho de los colombianos a vivir en paz con las FARC, después de haber estado en guerra contra ella durante más de 52 años. Si gana el Sí, ganamos todos. Si gana el No, no gana nadie. Perderemos todos.

Analicemos los argumentos más importantes de quienes defienden el No:

1) Que habrá impunidad, es decir, que no habrá castigo proporcional al delito. El término de referencia para esta afirmación es el Código Penal, la justicia retributiva. Desde este punto de vista ella ha campeado en todos los procesos de paz en Colombia, pues no ha habido nunca proporcionalidad entre la gravedad de los delitos cometidos y las penas aplicadas a los actores armados.

Aún, ahora mismo, los voceros del No realmente no piden pena de prisión proporcional para los delitos cometidos por los máximos responsables de las FARC, sino apenas que haya cárcel. De ellos podemos decir que “vienen de la teoría de la disuasión, de una imagen del derecho penal que sólo se puede hacer el bien abstracto a través de un mal concreto causado a las personas” (María Cecilia Toro, La prisión y sus penas, prisión abierta: Un límite humanista)

Y esto en una época en que países como Suiza y Noruega comienzan a ensayar la “cárcel abierta”, es decir, sin rejas, que apela al sentido de responsabilidad del condenado. Al respecto, la misma doctora Toro: “la penalización subsiste aún en este nuevo régimen, sin la formulación tradicional de sufrimiento y constreñimientos físicos de la prisión clásica. Pero psicológicamente es tan o más penosa que ésta por la mayor frustración y lucha interior de los seres humanos que tienen la libertad a su alcance y no se sirven de ella, compelidos por su conciencia moral, pero al mismo tiempo es edificadora, pues la decisión y la responsabilidad se apoyan en la palabra empeñada, que sí le otorga valor como persona, parte importante y confiable de una comunidad" (Ibídem)

El dilema no es entre Justicia Transicional, que los del No identifican con impunidad, sino entre Justicia Transicional y cárcel cerrada para el Secretariado. No son modestos los partidarios del No. Creen que si los negociadores hubieran sido ellos, ‘Timochenko‘, Iván Márquez, Pastor Alape, Joaquín Gómez, Pablo Catatumbo, Mauricio Jaramillo, Carlos Antonio Lozada y demás negociadores, les habrían aceptado irse a la cárcel con barrotes.

¡Qué optimismo! El Estado en 52 años de lucha armada contra las FARC no fue capaz de tomar prisionero a uno solo de los miembros del Secretariado. ¿Cómo pretender que lo que no se consiguió por la fuerza de las armas, lo aceptaran por la vía de la negociación? Lo logrado no es de poca monta:

Habrá “restricciones efectivas de libertades y derechos, tales como la libertad de residencia y movimiento” (Num. 60, Componente de Justicia del Acuerdo Final) para quienes digan la verdad y asuman responsabilidad desde el inicio del proceso. Y habrá cárcel con barrotes y quizás pijamas a rayas, como les gustaría a los partidarios del No, para quienes no digan la verdad completa o la digan tardíamente. O simplemente no la digan.

Adicionalmente, “Para acceder al tratamiento especial… es necesario aportar verdad plena, reparar a las víctimas y garantizar la no repetición” (Num. 13°, Componente de Justicia del Acuerdo Final) La reparación debe ser no sólo material sino también moral que puede ser aún más importante.

2) Otro de los caballos de batalla de los partidarios del No es la llamada “elegibilidad” de los guerrilleros de las FARC a los cuerpos colegiados. Pretenden que los integrantes de este movimiento al desarmarse acepten perder sus derechos políticos a elegir y a ser elegidos. Sobre el particular, creo yo que el ex presidente Uribe pensaba mejor cuando era Jefe del Estado y nos representaba a todos pues al respecto adoptó la siguiente posición:

Si un acuerdo de paz exige que vayan al Congreso [los guerrilleros], eso hay que removerlo, ese obstáculo seguramente habrá que removerlo con una norma constitucional. Por ejemplo, la Ley de Justicia y Paz nunca pretendió alterar lo que hay en el ordenamiento jurídico, que prohíbe la amnistía y el indulto para los delitos atroces, seguramente en un acuerdo con las guerrillas eso habrá que llevarlo al texto constitucional y seguramente y eso hay que anticipárselo al país, los paramilitares pedirían que se les extienda, por principio de favorabilidad, el beneficio que conceda esa norma constitucional”.

3) Nos quieren asustar con el “castro-chavismo” como antes de la caída del Muro de Berlín lo hacían con el Comunismo. Si aprobamos el Acuerdo Final, nos dicen que vendrá el “coco”: "el castro-chavismo". Y las FARC ya ni siquiera hablan de socialismo, menos de marxismo-leninismo sino de social-democracia y de desarrollo con justicia social, que son principios que responden al concepto de Estado Social de Derecho, consagrado en nuestra Constitución. ¿Lobo con piel de oveja? Quizá, pero no podemos tener certeza de ello. Aún si persistieran en su ideología marxista, no habría motivo para el pánico que quieren generar.

Ciertamente el cuento del castro-chavismo no ha funcionado. La prueba es que ahora nos pretenden asustar con “Timochenko Presidente”. Pasarían las FARC del peor de los desprestigios a obtener una abrumadora mayoría en las urnas que derrotaría a los partidos Liberal, Conservador, la U, Verde, Centro Democrático, Cambio Radical, que por pertenecer en el fondo a la misma familia ideológica, tendrían candidato único en la segunda vuelta de la elección presidencial. Si no estuviéramos grandecitos hasta nos dejábamos impresionar.

Utilizar la intimidación como estrategia política es pan de cada día. A ella acuden aquí y en todas partes ciertas tendencias extremistas.

Pero los “cocos” del castro-chavismo y de la Presidencia de ‘Timochenko‘ no parecen estar dando buenos resultados si nos atenemos a la última encuesta de Invamer Gallup según la cual por el Sí en el plebiscito votará el 67,6 % y por el No sólo el 32.4 %.  En el plebiscito no vamos a decidir entre si apoyamos al Presidente Santos o al expresidente Uribe, sino si nos atamos al pasado o salimos a conquistar un futuro mejor para Colombia por cuenta, entre otras cosas, del Acuerdo Final de paz con las FARC. Podemos hacer que el futuro no sea una réplica del pasado con sus muertes y su violencia. Esto, me arriesgo a decirlo, lo conseguiremos si votamos por el Sí. Pensemos que si este Acuerdo se hubiera hecho antes habrían sido muchas las muertes y las desgracias que nos habríamos evitado.

* Constituyente 1.991 - 22 de septiembre de 2.016.

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