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LA MUJER DEL CESAR

Semana
8 de junio de 1987

La vida privada de los hombres públicos: ¿Hasta qué punto pueden mantenerse separados el sexo y la política? ¿Cuántos renglones de la hoja de vida de un candidato a la presidencia se alimentan de lo que este acostumbra a hacer a puerta cerrada? ¿Puede la fidelidad conyugal llegar a convertirse en un tema de campaña? Y sobre todo, ¿qué papel desempeñan los medios de comunicación en la respuesta a los anteriores interrogantes?
El caso de Gary Hart no es el primero ni mucho menos el último, en el que sexo y política se confunden en un mismo debate público. El candidato a la nominación demócrata para la presidencia norteamericana, Gary Hart, fue "pichoneado" in fraganti en un acto de infidelidad conyuoal. Y el escándalo que ello desato fue suficiente para obligarlo a renunciar, al menos por ahora, a sus aspiraciones presidenciales, trágicamente en momentos en que su partido venía preguntándose: ¿Si no es Gary, quién?
Pero aunque esta historia pueda tener visos de una escandalosa mojigatería, o exista la tentación de calificar de "amarillista" a un periódico que se ocupa de recusar candidatos por episodios semejantes, el debate que deja abierto el caso Hart apenas comienza a ventilarse: ¿Incumplió el precandidato a la presidencia de Estados Unidos la regla de oro de la mujer del César, en lo de que no solamente hay que ser honesto, sino parecerlo?
Por lo menos, el señor Hart tiene a su favor el hecho de que el sexo y la política han estado por siempre entrelazados en el curso de la historia.
Si el Miami Herald -periódico que denunció el affair de Hart con la señorita Donna Rice- hubiera existido en épocas de la reina Victoria, sus periodistas habrían tenido mucho tema con el descubrimiento de que esta formidable soberana no fue ni muchísimo menos, en lo que a su vida íntima respecta, una mujer de temperamento victoriano.
Otro que habría hecho las delicias de algún periodista inquieto fue Mao, que no aplicó su igualdad revolucionaria en el ámbito de sus conquistas sentimentales. Mientras frente a algunas mujeres se comportó con un egoísmo capitalista, a otras les exigió sin contraprestación alguna, fidelidad de co-revolucionarias. Tal fue el caso de su segunda esposa, Yang. Al tiempo que esta era ejecutada por haberse negado a apostatar públicamente de Mao, el Timonel le daba los últimos toques a su tercera conquista amorosa con otra bellísima militante, Hu Tzu-chen.
Otro plato exquisito es la vida amorosa de Pancho Villa, el héroe de la revolución mexicana. Que se sepa, Pancho no tiene ninguna estrella negra en los textos de historia, a pesar de haber sido un violador empedernido de mujeres y de haber contraido 75 veces matrimonio...
Y ni qué hablar de la vida privada de una de las mujeres más importantes en el campo de la educación escolar, doña María Montessori, cuyos métodos didácticos aún se aplican en la educación de nuestros hijos. ¿Quién lo hubiera creido? Doña María fue una madre soltera, que regaló a su hijo por temor al escándalo social. Sólo 54 años más tarde, cuando este la buscó para reestablecer los vínculos filiales, ella lo aceptó... como su secretario privado.
Pero para escándalos, lo que se dice escándalos, los ingleses. En este país la opinión se ha visto sacudida por un rosario de episodios tan célebres como el caso Profumo, en 1963, cuando se reveló que el ministro de Guerra británico compartía la misma amante con el agregado militar de la embajada soviética. Dicen que Profumo no se cayó tanto por el affair, sino por haberle mentido a la Cámara de los Comunes negando rotundamente el hecho.
Luego, en 1973, vino el caso de Lord Anthony Lambton, ministro de Aviación que fue fotografiado detrás del espejo de un prostibulo en momentos en que compartía el lecho con dos prostitutas, una blanca y una negra. "Todos los hombres se mueren de ganas de hacer cosas como ésta", fueron sus últimas palabras, antes de caerse de su cargo.
Y después, en 1983, vino el caso de Cecil Parkinson. Tuvo también que renunciar a su cargo en el gobierno de la señora Thatcher, porque a pesar de que a diferencia de Profumo, dijo la verdad sobre el escándalo ante la Cámara de los Comunes, le mintió a su secretaria: la dejó embarazada, después de haberle prometido que se casaría con ella.
Y el año pasado el turno le correspondió al director del Partido Conservador inglés, Jeffrey Archer, que fue grabado mientras intentaba sobornar a una prostituta en la Estación Victoria, para comprar su silencio.
Pero mientras la prensa británica ha sido implacable con los protagonistas de estos múltiples escándalos sexuales, la norteamericana se había caracterizado por su tolerancia.
A Roosevelt se le perdonaron sus tormentosos amores de diez años con la secretaria de su esposa, y a Kennedy sus múltiples affairs extraconyugales, incluyendo el que sostuvo con Judith Campbell, amante que compartió con un poderoso jefe de la mafia norteamericana.
¿Por qué de un momento a otro el respeto de la prensa de Estados Unidos por la vida privada de sus hombres públicos se quebró en el caso de Gary Hart?
Por una parte, porque su fama de mujeriego se había convertido en uno de los grandes temas de debate en su campaña, al lado de sus "nuevas ideas" sobre economía y política exterior. Y por el otro, porque cometió el error de retar a la prensa a que lo siguiera e investigara su vida privada.
"Los políticos viven en una pecera", ha sostenido el director del Miami Herald, justificando la publicación del affair. "Por invitación del propio señor Hart, nuestros periodistas simplemente se asomaron a ella, y lo encontraron haciendo exactamente lo mismo que le está prohibido a la mujer del César".
El director del Miami Herald también ha alegado que en este episodio de infidelidad conyugal, ha estado en todo momento involucrada la capacidad de discernimiento del candidato. "Y como es precisamente esta capacidad de discernimiento la cualidad más necesaria en cualquier presidente, por este motivo tomamos la decisión de publicar la historia".
¿Le cabe a uno en la cabeza la posibilidad de que don Hernando Santos envie a dos de sus mejores periodistas a espiar la casa de un precandidato conservador, para averiguar si es conyugalmente tan fiel como lo parece, y deducir de ahí su capacidad para gobernar el país?
No. Y puede que por este motivo la política colombiana sea más aburrida que la de Estados Unidos. Pero por ahora, para bien o para mal, el periodismo nacional ha preferido dejar exclusivamente en manos del César, los problemas de la mala fama de su mujer.

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